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La moda del «no sujetador»: la revolución no cesa

La «quema de sostenes» en el 68 marcó un hito en la liberación de la mujer. Antes fue Coco Chanel y mucho antes las esculturas griegas con su sutil juego de cubrir e insinuar que hoy copian muchas celebridades
La moda del «no sujetador»: la revolución no cesa
Bella Hadid AFP
Marian Benito
  • Licenciada en Ciencias de lnformación (Periodismo), con estudios de Derecho y Psicología y máster en Neuropsicología. Desde 1990 hasta hoy he escrito en numerosos periódicos y revistas nacionales (Diario 16, Ya, El Mundo, El País, El Español, Tiempo, Época, Muy Interesante, Quo, Cosmpolitan…). Autora de varios libros (Los Secretos del Nombre, Grandes Enigmas de la Humanidad y Cómo triunfar en la cama).

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Nos podrán llamar tercos, patriarcales o incluso rancios, si con ello se quedan contentos, pero la erótica del pezón existe y se vuelve un hecho tan deliberadamente cultural como natural cuando una mujer se coloca una camiseta blanca de tirantes ceñidísima al cuerpo y prescinde del sujetador. ¿Apreciarlo es un atentado contra el feminismo? En absoluto. Lo sería también para el hombre si mencionamos la icónica imagen de Marlon Brando en «Un tranvía llamado deseo» o la de Paul Newman en «El golpe». Si volvemos al presente, la penúltima en reafirmarse como sex symbol con esta prenda de culto es la modelo Bella Hadid. Un gesto de sutil rebeldía estilística con mucha enjundia.
Bella Hadid.
Bella Hadid.Instagram
El erotismo del pecho sin sujetador, una tendencia que en el mundo de la moda y en las redes sociales se conoce como «braless», nos lleva a las esculturas femeninas de la Antigua Grecia, cuando los artistas cubrieron la desnudez con la técnica del paño mojado. Con él crearon la sensación de una vaporosa tela cuya caída sobre el torso no habría podido ser más sugerente. 2.500 años después, la moda sigue con ese fascinante juego de revelación y ocultamiento. La misma tela que protege el pecho de la desnudez incita a exaltar el ideal femenino y al deleite estético.
Braless, la moda (o reinvindicación) de ir sin sujetador y que triunfa entre las celebrities
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Bella Hadid ofreció otra lección magistral con su favorecedor vestido transparente de Yves Saint Laurent en el último Festival de Cannes. El efecto era similar al de cualquiera de esas diosas del Partenón. De nuevo, la tela sobre el torso no era opacidad, sino una maniobra astuta de la firma para dejar visibles los sinuosos contornos de la carne, frenando el acceso a ella, pero sugiriendo al espectador un ejercicio de imaginación.
¿Deberíamos condenar a quien intenta entrever más allá de la ligereza de la gasa? ¿Es erótico el pezón en sí o es nuestro vil cerebro el que lo erotiza? Prescindir del sujetador lleva al erotismo de lo entrevisto, al encanto de insinuar en lugar de mostrar. El cerebro percibe lo que se ve a medias, le proporciona los datos precisos y se hace sus propias conjeturas. Nuestra visión se vuelve erótica, pero no necesariamente maliciosa, ni siquiera cuando acaba rasgando esos velos. De hecho, la respuesta es inconsciente.
¿La erótica es motivo suficiente para censurar el pezón desnudo? La cuestión no deja de generar polémica en las redes sociales. Aunque Meta, el conglomerado de tecnología y redes sociales más popular, ha ido flexibilizando sus r y permite publicar fotos en contextos patológicos, médicos, lactantes o como protesta, siempre hay algún toque de atención. ¿Qué es entonces lo revolucionario? ¿Enseñar sin despertar más emoción que la que provocaría cualquier otro trozo de carne? ¿Insinuar que esa desnudez bajo la tela le pertenece en exclusiva al lactante, como en su día hicieron repetidamente las exministras podemitas Irene Montero e Ione Belarra?
El debate se presta a muchas ambigüedades y será interminable mientras el discurso feminista se quede en lo obvio: ¿por qué ellos sí y nosotras no? La ciencia se ha hartado de argumentar que el pecho femenino tiene lógicamente su propia idiosincrasia. Aparte de sus diferencias anatómicas, tiene una sensibilidad genuina y un comportamiento bien distinto al masculino. Es una fuente clave de placer para la mujer y es parte de su genitalidad, sin necesidad de insistir en quién más o menos.
Ninguna de estas observaciones desprecia la histórica revolución femenina a partir del sujetador. Una de las imágenes más significativas es la de la llamada «quema de sostenes». En septiembre de 1968, un grupo de mujeres protestó contra el concurso de belleza estadounidense Miss América, en Nueva Jersey, desprendiéndose de sus sujetadores. No hubo hoguera, pero sí un contenedor, bautizado «Basurero de la libertad», al que arrojaron lápices labiales, tacones y prendas interiores. Según la veterana escritora Robin Morgan, una de las organizadoras, se trataba de deshacerse simbólicamente de los «objetos de opresión». Eran mujeres que, después de manifestarse contra la guerra de Vietnam, quisieron hacerse oír en la política. Sus protestas arrancaron porque desde sus inicios, en 1921, el certamen de belleza nunca había tenido una finalista indígena o negra.
Quema de sostenes de 1968
Quema de sostenes de 1968LR
Lo del sostén fue solo una metáfora y hoy Morgan cree que habría que arrojar otro tipo de corsés al «Basurero de la libertad».
Mucho antes, Coco Chanel había propiciado una gran revolución al desterrar el corsé de las cinturas, liberar a la mujer de fajas u otros apreturas y permitirle soltarse el pelo. La diseñadora francesa modificó para siempre el atuendo femenino y rompió con muchos de los esquemas imperantes. Pioneras de leyenda fueron la diosa Afrodita en la «Ilíada» de Homero, al despojarse de la cinta bordada que cubría su pecho, o uno de los personajes femeninos de «Lisístrata» de Aristófanes, que retiene el sexo de su marido mientras se quita su banda pectoral.
Con estos antecedentes, algunos movimientos actuales se vuelven insípidos y anacrónicos. Léase la irrupción de las mujeres de Femen con sus pechos desnudos en cualquier parte del mundo. O ensayos como el de la filósofa Camille Froidevaux-Metterie, «Pechos», donde propone que hablar de tetas, pezones y areolas con naturalidad es suficiente para abandonar la historia de sometimiento a la que, en su opinión, siguen estando las mujeres. Por otra parte, habría que plantearse si esta liberación es para todas o solo para aquellas que, por juventud, privilegio de la naturaleza o retoque quirúrgico, pueden prescindir de esta prenda sin que sus mamas sufran la falta de sostén, el dolor lógico de espalda o el molesto vaivén al que se ven sometidas en su libertad cuando el tamaño es generoso. El sujetador es funcional y, bien tallado, sirve de soporte a la estructura del pecho, además de mantener su forma cilíndrica.
Jennifer Aniston y Justin Theroux
Jennifer Aniston y Justin Therouxlarazon
Es revelador que la tendencia «braless», que comenzó a verse entre las mujeres más atrevidas, en la actualidad está arrasando entre influencers y celebridades de todo el mundo con un denominador común: un pecho discreto. Jennifer Aniston, Kate Moss o las hermanas Hadid. Teniendo en cuenta estos matices, no parece que esta nueva revolución vaya a desbaratar las previsiones de un mercado que, a pesar de todo, goza de una estupenda salud. 80.000 millones de dólares anuales solo en Estados Unidos. Y parece también que, con o sin sostén, la insurrección de la teta seguirá.