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Ramón Andrés, un Premio Nacional de Ensayo contra la vulgaridad (del trap y del reguetón)

Por primera vez en más de 40 años, el reconocimiento del Ministerio de Cultura se otorga a un trabajo centrado en la música, «Filosofía y consuelo de la música»
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Ramón Andrés reconoce que «no es habitual» recibir un premio como el Nacional de Ensayo. Y menos aún si el libro en cuestión versa sobre las idas y venidas de la música, como es su caso. En más de 40 ediciones, nunca una obra de este tipo, como «Filosofía y consuelo de la música» (Acantilado), se había llevado el gato al agua, pero siempre hay una primera vez para todo. Y ahí estaba Ramón Andrés, un hombre que ya desde pequeño creció entre canciones, para romper el hielo con un título en el que conversa con los autores del pasado para trazar la historia de la filosofía de la música. Figuras como Platón y Nietzsche, que decía aquello de que «la vida sin música sería un error». En palabras del jurado del Ministerio de Cultura, se trata de «un estudio que pone de manifiesto que oído e intelecto son inseparables».
Siguiendo la senda del poeta romano Boecio, que ya habló del «consuelo de la filosofía», el autor traslada la idea a su campo para descubrir que la música es una forma de conservar la libertad. La libertad que le da «la más indómita de las artes», explica de la música: «No podemos cogerla. Se escapa siempre. Es la abstracción de la abstracción. Y es todo ello lo que, paradójicamente, hace que tenga tantas posibilidades para abrir caminos y conocimiento».
Ahora, para celebrar la buena nueva, no hay duda de que se pondrá una canción. ¿De quién? No titubea: «De Bach, que ha sido mi maestro, y no solo en la música, sino en su manera de hacer y pensar». Lo que ya no está tan claro es que vaya a bailar. «No, no», zanja. «Nunca he sido muy bueno bailando; Beethoven, que sabemos todos que fue un magnífico músico, fue un pésimo bailarín, así que me queda eso de consuelo», ríe el recién premiado.
–Hablando de consuelo, ¿la música tiene poderes curativos?
–Es estudiada desde la Antigüedad como restablecimiento del ánimo. Hay testimonios de ello en Mesopotamia y en Egipto. Y a partir de Grecia fue muy común su uso para la sanación. Sirve para alegrar y consolar de la muerte. Es muy fuerte el poder evocador de la música. Siempre ha estado aquí para echarnos una mano.
Tras la publicación del ensayo, la crítica destacó lo oportuno de su lanzamiento dentro de «esta sociedad moderna de prisas y ruidos». Una sentencia ante la que Ramón Andrés no puede estar más de acuerdo: «Modestamente, creo que es necesaria para armonizarnos por dentro y por fuera, y yo pretendo dar testimonio de todo ello con este libro. Necesitamos la música, pero no esa impuesta y dirigida. Esa que tiene un molde y que la gente escucha a todo volumen, no. Es lícito evadirse así, pero hablamos de canciones que inhiben. No te implica, y la buena música sí lo hace».
–Dicen que el próximo éxito del verano se puede hacer siguiendo unos algoritmos...
–Son fórmulas estándar muy primitivas, y no en el buen sentido. En general, las letras son bastante desafortunadas, repetitivas. Sin nada más. Hoy se escribe muy buen pop, pero no llega a la gente. Lo que llega es el reguetón y el trap con unas letras lamentables. Estamos invadidos por ello, por la vulgaridad. Y eso es un ataque para los jóvenes, que no se dan cuenta de que los manipulan».
–¿Es ruido?
–Sí. Hace poco leía un libro que decía que Napoleón iba al ruido. Hoy somos pequeños Napoleones, pequeños dictadores que vamos al ruido y que no nos oímos los unos a los otros... Y así nos va.