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Siete días tras la tragedia
Zona cero de la DANA una semana después: "Aquí hay edificios en los que todavía se está buscando a gente"
El desfile de camiones del ejército alivian, una semana después, a los vecinos de las localidades devastadas por la riada
7.37 horas de la mañana. El autobús 99 en condiciones normales traslada a personas desde los barrios del Marítimo al área de la Cruz cubierta y Tres Cruces. Hoy no. Hoy el autobús va atestado de chavales que no tienen más de 20 años. Palas, botas de agua, capazos llenos de comida. Y ganas, muchas ganas. Todos se dirigen al punto de Valencia más cercano al inicio de la zona cero: el barrio de la Torre. Desde ese punto, conforme uno se va adentrando hacia el interior de la comarca de l'Horta Sur, la situación empeora metro a metro.
Aneu, Amalia y Claudia tienen 19 años, estudian lenguas modernas. Claudia estaba en Ibiza pero se volvió en cuanto pudo tras el desastre. Todavía en el barrio de La Torre, se preparan para adentrarse en las profundidades del infierno. "Ya hemos estado en otros sitios, como Cheste, aunque allí no pudimos ni entrar. Vamos a venir todos los días que haga falta", aseguran.
En La Torre se reparte material: escobas, palas, mascarillas, guantes, para iniciar el trayecto hacia el infierno. El siguiente pueblo, Benetússer, vive cierta normalidad. "Aquí estamos más o menos bien, además el miércoles vino la UME, enseguida", dice Juan Guerrero, Policía nacional jubilado. Vivió la Pantanà de Tous mientras se encontraba de servicio. "Aquello fue tremendo, veíamos pasar animales muertos y teníamos que llegar con cuerdas hasta donde estaba la gente", asegura, en un recuerdo que hoy se hace más vívido que nunca.
En Benetússer el agua llegó a superar el metro de altitud, pero lo superaron, y una semana después empiezan a ver la luz. En la salida del pueblo hay un desguace donde se van depositando los vehículos recuperados tras la riada.

Solo hace falta andar unos cuantos metros más para alcanzar las primeras empresas, o lo que queda de ellas, de la entrada de Paiporta. Arrasadas. Eso sí, llenas de voluntarios con escobas y palas. Los primeros vecinos con los que nos encontramos nos dicen la frase más escuchada de los últimos días: "Aquí no ha venido nadie, nos han salvado los voluntarios, el primer día ya estaban aquí", comentan emocionados.
Es Benancio, él tuvo suerte. Su casa tiene varias alturas. No le falta nadie, pero sabe de fincas en las que todavía están buscando a gente en los garajes. "Solo a una calle de aquí, en el edificio en el que vive mi sobrina, faltan diez personas".

Benancio hace una semana que intenta vaciar el garaje de su casa con una bomba de achique. Junto a sus vecinos, han ido localizando bombas para ir sacando el agua.
Muy distinta es la situación en el centro del pueblo. Las miradas, de nuevo por encima de una mascarilla, son las de la devastación. Respiran un poco aliviados ante la llegada de los camiones del ejército, que hoy por fin, empiezan a desfilar por las calles. Los militares reparten comida o productos de higiene. "Por lo menos ya les vemos pasar", comenta Inma, una vecina que tuvo suerte, vive en un piso, no en planta baja. "Id al centro antiguo, allí está todo el desastre".

De camino a esa zona, Caridad, una mujer de más de 70 años, ataviada con botas de agua y una muleta nos cuenta que ella tuvo suerte. Vive en una finca y tiene una hija que rápidamente acudió a su casa. Lamenta la pérdida de su coche, pero claro, cuando te rodea la destrucción absoluta, un coche es solo un coche.
Y se acabó lo de ver la luz al final del túnel. En la zona cercana al barranco, el agua mezclada con el fango sobrepasa aún el tobillo. No es fácil andar, el lodo es denso. Pero los voluntarios y vecinos que allí trabajan están dotados de lo único que les queda ahora: el instinto de supervivencia. Aquí no hay militares ni ningún otro servicio de emergencia. La amargura es indescriptible. "Poco les dijeron", comentan algunos, en referencia a los altercados del pasado domingo en los que vecinos de la localidad increparon a las autoridades durante su visita al municipio. Y eso que no vinieron a estas calles.
Es la verdadera zona cero de la DANA. Más adelante, en las calles más protegidas del fango, se improvisan puntos de reparto de comida y de todo tipo de productos para la casa. "Comida no nos ha faltado, la verdad, porque además nos la hemos ido repartiendo entre los vecinos", nos dice Inma. Claro, el hecho de no tener agua potable en casa, en este momento les parece lo de menos.
Paiporta es hermana de Picanya. Están prácticamente unidas por otra zona de polígonos en la que hace una semana había empresas. En Picanya se repite el escenario. Agua, lodo, fango hasta mitad de las piernas. Y voluntarios, muchos voluntarios. Ariadna, Xavi, Davinia y Manel son un grupo de jóvenes que están ayudando desde el primer día. "Hemos estado en otros pueblos, y la verdad es que no habíamos visto aún lo que hay aquí".
El agua que cae ahora por las calles corresponde a muchas mangueras utilizadas por los vecinos para intentar quitar el barro de algunos enseres. Bicicletas, mesas y sillas de playa... utensilios que hoy tienen un nuevo sentido.
La cifra de muertos no está cerrada. Hasta el momento Paiporta y Picanya se han llevado la peor parte del trágico recuento. Muy lejos de los números oficiales, lo único que ellos saben es que, a día de hoy, una semana después, todavía les faltan muchos.
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