Asia
Uzbekistán y la Ruta de la Seda: de la mítica Samarcanda al embrujo oriental de Bujara
Descubrimos las dos visitas imprescindibles de la histórica vía comercial: la capital del imperio de Tamerlán y una joya oriental de Las mil y una noches. Uzbekistán ha recibido en 2023 el doble de viajeros españoles que en 2022
Uzbekistán no es un destino de masas y casi es mejor que no lo sea, en aras de conservar ese encanto único que aún posee. Esa magia de un destino tan desconocido como impresionante, del que he tenido que contestar varias veces antes de emprender el viaje a la pregunta «¿Dónde está eso?».
Escondido en mitad de Asia Central, entre todos los «istán», esta antigua república soviética emprendió su propio camino a finales de 1991 bajo el mando de hierro de Karimov. Muchos siglos antes, este cruce de caminos tuvo un protagonismo mucho mayor a nivel mundial del que tiene hoy en día.
Primero fue el corazón de la Ruta de la Seda y por aquí pasó el célebre mercader veneciano Marco Polo en el siglo XIII. Algo después, a finales del siglo XIV, se convirtió en el epicentro del inmenso Imperio Timúrida de Amir Timur, más conocido como Tamerlán. Un vasto territorio que en su máxima expansión iba desde Delhi (India) hasta la Capadocia (actual Turquía). Incluso más allá si se consideran los territorios vasallos que dependían también de «Timur el cojo» y que alcanzaban desde Moscú hasta Constantinopla (actual Estambul) y Egipto por el sur. Autoproclamado sucesor de Gengis Kan y restaurador del imperio mongol, construyó a base de acero y sangre, como era menester en la época, uno de los mayores imperios que ha conocido la humanidad, pero que no duró mucho tras su muerte por enfermedad en 1405, con 68 años, cuando iba camino de conquistar la China de los Ming.
Hoy, los uzbekos hablan con orgullo de «Tamerlán el grande» que en 1370 convirtió a Samarcanda en la capital de su imperio, Tras toda una vida guerreando, aquí descansan aún sus restos 650 años después. En su imponente mausoleo, la inscripción de su lápida da buena cuenta de su espíritu guerrero: «Si yo me levantase, el mundo entero temblaría», reza. Casualidades de la vida, el 20 de junio de 1941 unos arqueólogos soviéticos exhumaron el cuerpo de Timur para estudiar si era descendiente de Gengis Kan y dos días después la Alemania nazi de Hitler traicionaba su pacto de no agresión con Stalin y lanzaba la invasión de la URSS con la «operación Barbarroja».
Poco se parece Samarcanda en la actualidad a la que vio en 1404 Ruy González de Clavijo, un caballero castellano enviado por Enrique III, rey de Castilla y León, como embajador ante la corte de Tamerlán, ávido de poder comerciar a través de la Ruta de la Seda. La mayor parte de la ciudad medieval fue reemplazada por modernas avenidas de estilo ruso y no existe un casco antiguo como tal, al estilo de las medinas islámicas.
Sin embargo, la belleza de Samarcanda –con más de 2.700 años a sus espaldas– radica en sus majestuosos monumentos, fruto de una minuciosa restauración en el siglo XX que les ha devuelto su esplendor tras siglos de historia, guerras y abandono. La joya de la corona es sin duda la Plaza del Registán. Este conjunto arquitectónico podría competir perfectamente por el título de plaza más bella del mundo y sus cúpulas recuerdan al Taj Mahal, «menos bello, pero con mejor publicidad», según los guías turísticos locales. Tanto de día como de noche, el Registán es uno de esos lugares que dejan sin habla al que lo contempla.
Desde aquí, un paseo de 10 minutos lleva al Bazar de Siab, un bullicioso mercado de aspecto moderno, pero perfecto para comprar recuerdos (las cerámicas pintadas a mano y las artesanías de madera son los más típicos) y dulces tradicionales como los deliciosos halva. Enfrente se alza la mezquita Bibi Khanum, levantada en honor a una de las mujeres –tuvo más de 40– de Tamerlán, visita imprescindible en Samarcanda. También merece mucho la pena un paseo por la necrópolis de Shahi Zinda y sus bellos mausoleos decorados con azulejos azules.
A 80 kilómetros al sur de Samarcanda –unas dos horas– está Shahrisabz. Patrimonio mundial de la Unesco, la ciudad natal de Tamerlán es una buena excursión de día a través de las montañas.
Un cómodo viaje en Talgo –sí, el tren español– lleva en menos de dos horas desde Samarcanda hasta la mística Bujara, mucho más tranquila. Aunque de monumentos menos imponentes que Samarcanda, tiene ese encanto especial que le otorga el hecho de haber podido conservar una ciudad vieja, peatonal además, por la que perderse entre sus bazares, callejuelas, mezquitas y madrasas de cúpulas turquesa. Las impresionantes murallas de la fortaleza Ark –mejores desde fuera que por dentro– custodiaban con sus más de 20 metros de altura a los gobernantes de Bujara hasta 1920, cuando la ciudadela interior fue bombardeada hasta las ruinas por el ejército rojo para derrocar al último Emir de «Bukhara», hasta entonces protectorado ruso.
Enfrente está la mezquita Bolo Haouz con sus artesonados decorados y refinadas columnas de madera. A poco más de 5 minutos a pie, el complejo de Poi-Kalyan, con su mezquita y su madrasa, destaca por su minarete de 45 metros y casi un milenio de historia. Desde aquí puede emprenderse un agradable paseo hasta Lyabi-Hauz –plaza que es el centro de la vida pública de Bujara– por calles de encanto oriental, sin el ruido del tráfico y repletas de puestos de artesanías. Bujara es también el punto de salida para aquellos que dispongan de más tiempo y quieran disfrutar de la experiencia aún más tradicional que ofrece Jiva, a unas 6 horas de viaje tanto en tren como por carretera.
Quien decida lanzarse a la aventura de conocer Uzbekistán debe saber que es un país muy seguro para el turista, donde los uzbekos se desviven por complacer y ayudar a los visitantes, si bien la comunicación no siempre es fácil. A diferencia del ruso, el inglés no es aún lengua de dominio público, aunque van mejorando poco a poco. Más del 90% de la población es musulmana, si bien se trata de un islam muy moderado en el que las mujeres pueden elegir libremente cómo vestir –es habitual ver uzbekas a la moda occidental sin ningún problema– y se puede beber alcohol en bares y restaurantes. En éstos, la comida más famosa es el plov o pilaf –pronunciado plof–, un contundente plato de arroz, verduras y carne de cordero. La carne en general está presente en la mayor parte de las elaboraciones, como el kebab y las samsas –bollos rellenos–. El otro manjar uzbeko es el pan, especialmente en Samarcanda. Con forma de torta, tiene connotaciones sagradas y desde la infancia se inculca el respeto por este producto, que no se puede cortar con cuchillo, sino que se rompe con las manos.
Como curiosidad, es imposible no percatarse de la presencia de Chevrolets blancos inundando las calles. Es «el coche nacional», como lo llaman ellos, gracias a la presencia de la única fábrica de vehículos que hay en el país y a las ventajas fiscales que tiene la compra del coche americano.
El doble de viajeros españoles en 2023
Uzbekistán cuenta con una belleza inigualable que ha logrado conquistar a más de 13.000 viajeros españoles este 2023, más del doble de viajeros que visitaron el país en 2022. Cuenta con más de 7.000 bienes de patrimonio cultural, muchos de los cuales se encuentran en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, paisajes urbanos y rurales y una fascinante, variada y casi intacta arquitectura.
“Estamos muy felices de ver los buenos resultados de este 2023. Uzbekistán ha experimentado un notable incremento en la llegada de turistas españoles, marcando un hito extraordinario. El doble de turistas españoles ha elegido explorar las riquezas culturales, históricas y naturales de Uzbekistán, un hecho que pone de manifiesto la creciente atracción de este país como destino turístico. Nos emociona esta oportunidad de seguir acogiendo a viajeros españoles y seguir consolidando esta relación en los próximos años”, comenta José María Chiquillo, Cónsul honorario de Uzbekistán.
Destino caracterizado por su hospitalidad y contrastes, esta joya de la antigua Ruta de la Seda es uno de los países más bellos del mundo y, por ello, no es de extrañar que Lonely Planet lo incluyera en su lista de destinos Best in Travel 2024.
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