Champaña francesa
El Château de Saran donde «compartieron» cama Napoleón y Federer
Pasamos una noche en el castillo de Möet & Chandon en la champaña francesa en el que solo se puede pernoctar previa invitación
El viaje comienza a través de los oníricos caminos que rodean los viñedos de la champaña francesa. Una fantasía natural que desemboca en el epicentro de la tierra del champán, Épernay, una comuna gala donde se eleva con majestuosidad el Château Moët & Chandon, ubicado en la colina de Saron que da nombre a este buque insignia de los «reyes del espumoso». Los orígenes de esta mansión se remontan 200 años atrás y está impregnada de magia y leyendas (algunas ciertas).
Al entrar nos recibe el personal que gestiona y salvaguarda el legado patrimonial de los Moët & Chandon, que celebran este año su 280 aniversario. Como no podría ser de otra manera, nos dan la bienvenida con una copa Gran vintage 2015, un espumoso de la trilogía premium procedente de la 76ª cosecha de la «maison».
Una de las camareras que nos atiende en la impresionante terraza trasera con vistas a los viñedos (ostentan las fincas más extensas de la región con más de 1.150 hectáreas) nos explica que el pequeño bocado que nos ofrece para maridar con el oro burbujeante está inspirado en la Reina Madre, quien, en una ocasión que visitó este lugar quedó prendada de su variedad floral: «Comentó que se llevaría algunas para plantarlas en Westminster. Así que ella cogió un poquito de esta tierra para llevarla Reino Unido y nosotros la homenajeamos con este plato».
Y es que el Château de Saran ha albergado a la flor y nata de la sociedad desde que lo adquirió Jean-Remy Moët, nieto del fundador de Moët & Chandon, en 1801. En sus habitaciones han reposado deportistas como Roger Federer, modelos como Kate Moss y actrices como Natalie Portman. Pero no piensen que es posible alojarse sin más en este exquisito castillo. Tan solo se puede pernoctar si sus propietarios le invitan.
La exclusividad es la máxima del grupo LVMH y este château no es una excepción. El sentimiento de celebración que hoy recorre los pasillos y pasadizos del castillo es algo que se ha mantenido a lo largo del tiempo. En los últimos cincuenta, por aquí han pasado príncipes, embajadores, ministros, artistas...
Aunque entre los primeros que fueron invitados a cenar en él fueron los pilotos de carreras y sus mecánicos del campo de Reims-Gueux a quienes se recibía con botellas de magnums y jeroboams para descorcharlas y regar de champán la estancia y alegrar así la velada.
Así es como realmente surgió el espíritu de fiesta de la maison que continúa en la actualidad. De hecho, el ritual de rociar con champán sigue siendo una práctica habitual en el castillo de Saran, de la que, en su momento también disfrutó Napoleón, otros de los «invitados estrella» en casa de los Moët & Chandon.
El emperador está íntimamente relacionado con la historia de los Moet. Jean-Rémy, nieto del fundador del emporio y responsable de la expansión del negocio, conoció a Bonaparte en la academia militar. Conservaron su amistad hasta la muerte, y el emperador siempre ponía en rojo Épernay para hacer una parada durante sus campañas militares en las cavas de su íntimo amigo. Allí recogía sus cajas de champán, de hecho, conservan un espacio al emperador en los pasadizos de las cavas a pocos metros del château, donde reposa una inmensa barrica personalizada.
El piano de Wagner
Tal fue la admiración mutua y el agradecimiento de los Möet por la promoción de sus espumosos, que Jean-Rémy construyó una réplica del Gran Trianon de Versalles para cuando Napoleón y su esposa les visitaran. En este palacio, a menos de 10 minutos del château, fue donde Wagner compuso Tristán e Isolda. Puede visitarse el piano donde el maestro dio forma a su ópera. Pero no solo se construyó un palacio en honor al emperador, también dieron vida al espumoso «Möet Impérial», el más famoso de la "maison" (y el que tiene un precio más asequible) en homenaje a Bonaparte.
De vuelta al château y tras dar una vuelta por los pasillos subterráneos de las cavas que albergan los tesoros con burbuja que pronto estarán listos para degustarse, nos disponemos a entrar en la habitación del castillo que nos tienen reservada. La estancia está dedicada a Luis XIV, una suite que encarna el esplendor de Versalles.
Y es que Luis XV, bisnieto del rey sol, también fue cliente de los Moët, en este caso de Claude, el fundador de la saga que puso en pie en el negocio 1743. Por este motivo quiso honrar a la memoria de su bisabuelo con una estancia en la que una enorme alcoba de rojo damasco y un mobiliario que emula la decoración palaciega de antaño rivalizan con unas impresionantes vistas a través de sus ventanales donde se muestran en calma los principales campos de la champaña francesa.
Ahí abajo, las uvas pinot noir, meunier y chardonnay esperan a ser recogidas para que su champán siga recorriendo el mundo y alimentando los mejores paladares para así hacer eterno el espíritu festivo de los Moët & Chandon.
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