Destinos
Río de Janeiro, un destino universal
La ciudad brasileña irradia una magia especial que resulta, si cabe, más magnética en diciembre
Samba, el Cristo del Corcovado, el impresionante morro llamado Pan de Azúcar o interminables playas de arena dorada son algunas de las imágenes que se agolpan y se mezclan cuando se piensa en Río de Janeiro como destino de viaje. De alguna manera, esta fascinante ciudad es, en su esencia, un cóctel maravilloso de todo esto, pero también de mucho más. Los increíbles paisajes y la majestuosa naturaleza que la definen, unidos a la pasión de sus gentes por la vida, que inexplicablemente es tangible y se puede palpar en el aire, le han otorgado el merecido título de Ciudad Maravillosa. Río de Janeiro no deja indiferente a nadie, es de esos lugares que hay que visitar al menos una vez en la vida.
Como introducción a lo que ofrece al viajero, podría afirmarse que mar, montaña, ríos y lagunas se unieron para crear una de las urbes más hermosas de América, y que estos se han entrelazado con iconos creados por el hombre, convirtiéndola en uno de los enclaves más interesantes del planeta. Río de Janeiro acoge grandes hitos turísticos, pero comencemos por su mayor emblema: su estatua del Cristo Redentor.
Este majestuoso símbolo de Río de Janeiro está ubicado en la cima del cerro del Corcovado, uno de los que rodean la ciudad, a unos 710 metros del nivel del mar. La estructura, que representa a Jesús de Nazaret, tiene unas dimensiones espectaculares, 38 metros de altura, y al estar la figura de Cristo con los brazos extendidos en cruz parece que, de alguna forma, protege la ciudad. Lo cierto es que tiene una especie de «magia» que reside en que es visible prácticamente desde todos los puntos de Río, y para muchos, religiosos o no, es un monumento que desprende espiritualidad.
Considerada una de las siete maravillas del mundo moderno, su visita es obligada en un viaje a Río. Se puede llegar fácilmente a él en coche, autobús o, lo más aconsejable si se quiere disfrutar de la espectacular belleza del Parque Nacional de la Tijuca que alberga el monte Concordado, en un tren eléctrico, que ofrece inolvidables y únicas vistas durante el ascenso. Una vez arriba, no solo emociona estar junto a este referente mundial, sino la preciosa y privilegiada visión que se contempla de la ciudad, la bahía, las montañas…, el conjunto es sublime.
Demos unas pinceladas a otro de los lugares de altura obligados en Río, el famoso morro de Pan de Azúcar, un maravilloso menhir natural. Se puede describir como un inmenso monolito, que se alza en la entrada de la bahía de Guanabara, y que por su impresionante altura de 396 metros permite una extraordinaria mirada sobre la urbe. Sin duda, este enclave es símbolo de la poderosa naturaleza de Río que recuerda que la ciudad está incluida en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco por sus valores paisajísticos. Para subir a su punto más alto y mirador, la opción más tradicional es tomar el famoso Bondinho, un teleférico que sube hasta Pan de Azúcar en dos tramos, pasando antes por el morro de Urca —también con excelentes vistas—, de esta manera se obtiene la maravillosa experiencia de admirar en 360º la belleza del entorno durante el ascenso y el descenso.
Edificios emblemáticos, museos y playas
Continuemos, ya en el centro de la ciudad, citando algunos de sus hermosos y relevantes edificios, como el Teatro Municipal, cuyo diseño está inspirado en la ópera de París, o el Palacio Tiradentes, de estilo neoclásico con sus seis enormes columnas que dan una apariencia imponente a su fachada central. Vayamos ahora a uno de sus pintorescos barrios, Santa Teresa, ubicado en la cima de una colina, es famoso por su artística Escalera de Selarón, sus grandes mansiones del siglo XIX y sus serpenteantes calles adoquinadas. Pasemos ahora a su amplia oferta cultural, entre la que destacamos el Museo del Mañana, de arquitectura futurista diseñada por el arquitecto español Santiago Calatrava, sus exposiciones hacen foco en la ecología, la sustentabilidad y el futuro del planeta; para contrarrestar con la modernidad del citado museo, proponemos también visitar el Museo Nacional, uno de los más antiguos de Brasil.
Otros lugares que se han ganado el título de imprescindibles por lo que significan para la cultura urbana carioca son la confitería Colombo, considerada uno de los cafés más bonitos del mundo; el estadio de Maracaná, considerado el Templo del Fútbol; o, entre otros, la Feria Hippie de Ipanema. Si quiere adentrarse más en el alma de Río, existen numerosos tours que recorren algunas de las polémicas favelas, ya que se han convertido en una de las postales más universales de Brasil y tienen un encanto propio que resulta muy interesante —si decide hacer esta visita recomendamos que sea con un guía—.
Para finalizar, no se puede describir Río sin hablar de sus idílicas playas, con especial mención a Copacabana e Ipanema, donde los días al sol de baños y deportes acuáticos dan paso a noches agradables animadas con fiestas callejeras y música a todo volumen. Son algo más que arena y agua, son un pedacito de la intensa forma de disfrutar de los cariocas, que tal y como hemos indicado al principio, sienten una pasión por la vida que se palpa en la atmósfera.
Sin duda alguna, Río de Janeiro es un destino universal por su diversidad. Ciudad olímpica y gran metrópolis, es meca de muchos viajeros en cualquier época del año gracias a su agradable clima, pero especialmente hay dos citas anuales mundialmente conocidas en las que se muestra en todo su esplendor, el carnaval, y la que está muy próxima, la noche de Fin de Año en Copacabana. Pocas celebraciones de Año Nuevo en el mundo se comparan con la que tiene lugar en esta playa, en la que se reúnen aproximadamente tres millones de personas autóctonas y de todas partes del planeta para disfrutar de su grandiosa quema de fuegos artificiales colocados en balsas a unos metros de la costa que producen un espectáculo maravilloso de luz y color. Así que, si está pensando visitar esta fascinante ciudad, le aseguramos que las Navidades son ideales para hacerlo.