Albacete
Puerta Grande para dos
El Fandi y Castella devuelven la alegría con una gran corrida de Núñez del Cuvillo y El Torreón
Albacete. Quinta de la Feria de la Virgen de los Llanos. Se lidiaron cuatro toros de Núñez del Cuvillo y dos más (5º y 6º) con el hierro de El Torreón, bien presentados, nobles y manejables, destacaron cuarto y sexto. Casi lleno en los tendidos.
Juan José Padilla, de negro y oro, estocada casi entera, seis descabellos, aviso (pitos); estocada (oreja). El Fandi, de vainilla y oro, pinchazo, estocada caída, aviso (oreja); estocada (oreja). Sebastián Castella, de turquesa y oro, estocada (oreja); estocada, aviso (dos orejas).
Tras varios días tristes, mustios y hasta grises, a pesar del espléndido tiempo que se está disfrutando en Albacete, por fin explotó la feria, la gente -mucha- se divirtió con los variados argumentos que los diestros representaron y dos toreroso salieron a hombros, El Fandi y Castella. Cada uno con su estilo, fieles a su personalidad y estilo y los dos aprovecharon el buen juego dado por sus oponentes. Toros de Núñez del Cuvillo, cuatro, y César Rincón, dos, que permitieron lucir a sus matadores sin que les crearan muchas dificultades ni opusiesen graves problemas.
El Fandi fue quien primero logró su derecho a salir a hombros. No se salió del guión previsto para sus actuaciones. Tiró de repertorio con el capote, hizo alarde de facultades físicas en el segundo tercio, sin tener demasiado en cuenta conceptos como pureza, reunión o exactitud y dio mucha fiesta al público. Hasta pidió él mismo música para enardecer un poco más a sus seguidores, cumpliendo una actuación típica en él.
Sebastián Castella se pasó muy cerca al tercero, que embistió con rectitud y humillado, sacando una faena muy medida y ajustada basada en el pitón derecho. El que cerró plaza, Bonita Rumba de nombre, fue una maquina de embestir, lo que permitió al torero de Beziers componer una labor tan templada como ligada y muy sincera y expresiva en su primera mitad, acabando, como en él es habitual, metido entre los pitones de un astado incansable.
Padilla pasó casi inadvertido con su noble y puede que un punto soso primero y se llevó una oreja del cuarto por el estoconazo con que puso punto final a un trasteo de menos a más, insípido en su inicios y más colorido conforme avanzaba, pero sin llegar a estar a la altura de su oponente.
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