Feria de Bilbao
Nueve toros y una resaca mortal
Destacada actuación de Joselito Adame que da una vuelta al ruedo en una tarde de desastre ganadero
Las Ventas (Madrid). Sexta de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de La Palmosilla y tres sobreros de Torrealta (3º), González Sánchez-Dalp (4º) y La Rosaleda (5º), desiguales de presentación. El 1º, descastado y deslucido; el 2º, deslucido; el 3º, noblón, acaba por desentenderse; el 4º, sin entrega y de mala clase; el 5º, de corto recorrido y sin ritmo; y el 6º, paradote. Tres cuartos de entrada.
Juan José Padilla, de azul celeste y oro, pinchazo, estocada corta tendida (silencio); metisaca, estocada baja, cuatro descabellos, aviso (silencio). Manuel Escribano, de rioja y oro, que confirmó alternativa, estocada (silencio); estocada (silencio). Joselito Adame, de tabaco y oro, aviso, estocada buena (vuelta al ruedo); tres pinchazos, dos avisos, doce descabellos (silencio).
Habían transcurrido dos horas y cuarto y el quinto bis de la tarde saltaba al ruedo. Octavo toro del festejo. Nos tocaba la resaca del día anterior. La puerta grande de Iván Fandiño con el corridón de Parladé y del anterior al anterior con el valor sobrecogedor del novillero Román. Ayer para poner las cosas en su sitio y recordarnos que Madrid es Madrid por muchos motivos, vimos un desfile de toros y de ganaderías también, cuatro hierros. Tres de la ganadería titular: La Palmosilla, uno de Torrealta, otro de González Sánchez-Dalp y ya vencido el tiempo de cierre del periódico y con el agua al cuello el de La Rosaleda. Ruina. A porrón huía la gente del tendido. Y quedaban dos toros en los corrales. La cara b del toreo, la que pesa, tan dilatada en el tiempo y con escaso bagaje artístico.
Fue Joselito Adame el que puso las cosas en su sitio con el tercero de Torrealta, también sobrero, el toro tuvo nobleza a espuertas mientras duró. Y cuando se le acabó la gasolina le quedaron las ganas de desentenderse, de salir del encuentro desganado, sin más. El mexicano no perdió comba. Cuando hubo que torear se encajó para acompañar los 600 kilos de toro, pronto al cite el animal. Fue perdiendo revoluciones el astado y se atemperó Adame con él. Cuando probó al natural, el Torrealta merodeaba, no quería continuidad y ahí, justo ahí, fue cuando el torero mexicano unificó la faena con mucha solvencia aguantando los parones y cercando al toreo en las proximidades hasta dejarse los pitones en los mismos muslos. Puso más que el toro y mantuvo el interés cuando el animal lo había abandonado. Ése fue el mérito. Y volcarse con la espada como si no hubiera mañana. Se le pidió el trofeo. El presidente no lo concedió y dio una vuelta al ruedo.
La misma actitud mantuvo con el sexto, al que le duraron bien poco las emociones de las arrancadas. Se paró enseguida y renegó pronto de la muleta. Joselito Adame no desesperó a pesar de tener motivos. Lo intentó a derechas, izquierdas, de lejos y en las cercanías. No había más, pero quiso el torero, hasta que el descabello irrumpió con estruendo. Qué horror.
Esperar diez años para confirmar la alternativa en Madrid y hacerlo en una tarde así es para plantearse un plan macabro a las espaldas. De mal en peor. Imposible. Como todavía no se sabía, afortunados todos, Manuel Escribano se fue a la puerta de toriles como marca su casi ya tradición. Tan arrojado como siempre recibió en chiqueros al toro de su alternativa, el primero de la tarde. Y salvo un tercer par de banderillas de miedo en el que quebró muy cerrado en tablas poco pudo hacer con un toro descastado y sin fondo. El quinto, bis, de La Rosaleda, de corto viaje y ritmo desigual, tampoco le dio grandes alegrías. Ni les cuento al bendito público que todavía aguantaba en la plaza mientras caía la noche.
Juan José Padilla brindó a Suárez Illana, qué gran sorpresa, en una barrera de la plaza. Hasta ahí pudo leer con ese segundo toro sin fondo y en más apuros le puso un cuarto, sobrero también, que fue desarrollando complicaciones según avanzaba el trasteo.
La resaca que habíamos tenido del día anterior había sido mortal; sólo Joselito Adame pudo salvarse con esa vuelta al ruedo en una terrible tarde de nueve toros. Nueve. Y ni uno bueno.
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