
Prepublicación
«El paciente A», un Hitler enloquecido por las drogas
Extracto del prólogo del libro de Eric Frattini (Espasa) donde se muestra a un Führer condicionado por el uso de narcóticos, de forma especial el Pereitin, suministrados por su médico de cabecera, Theodor Morell

«Hace ahora medio siglo, el gran biógrafo de Adolf Hitler, el insigne periodista Joachim Fest, publicó una de las más importantes biografías sobre el dictador alemán, titulada “Hitler”. En declaraciones a la revista “Der Spiegel” en 1974, el propio Fest afirmó: «Esta es la versión más completa de los acontecimientos, que incluye todas las facetas de la vida de Adolf Hitler. [...] Esta es la última palabra sobre este hombre, porque no habrá nuevas revelaciones sobre Hitler que aún no hayan sido de dominio público». ¿Qué nueva información podría investigarse o revelarse y que cambiase la visión sobre este personaje? La llamada «ley de divulgación de crímenes de guerra nazis» de 1998 ayudaba a ocultar ciertos documentos acogiéndose a la «seguridad nacional». (…)
«Habían pasado cincuenta años desde la afirmación del historiador y periodista alemán, pero lo que sí se demostraba era que la fascinación de la opinión pública por la figura de Hitler y la historia de la Segunda Guerra Mundial nunca se ha desvanecido. Entre tantos millones de páginas, los investigadores descubrieron varios registros que hablaban sobre la salud del Führer y sobre la adicción a las drogas por parte de los miembros del ejército alemán y del propio Adolf Hitler».
«A pesar de que Hitler era un firme crítico con respecto al abuso de drogas, los documentos desclasificados hacían evidente que ‘ciertas drogas’ podían ser beneficiosas para aumentar la fuerza, resistencia y eficiencia de las unidades de combate de la Wehrmacht. Esta teoría, defendida por la mayor parte de los líderes del Reich, provocó, a finales de la década de los treinta, la producción en masa de un fármaco que el pueblo alemán llegó a calificar como ‘milagroso’: el Pervitin. Producida por Temmler Pharmaceutical Company, la droga se convirtió en ‘norma social’ en todos los sectores de Alemania. Incluso se podía comprar sin receta en cualquier farmacia hasta finales de 1941. Por ejemplo, el doctor Karl Brandt, comisario general para la Salud Pública y Sanidad del Reich y médico de Hitler (...) desde 1934 a octubre de 1944, aseguró que un amplio estudio llevado a cabo por el Alto Mando de la Wehrmacht (Oberkommando der Wehrmacht) entre 2.000 soldados demostraba que los que habían consumido Pervitin en zonas de combate ‘desarrollaban tolerancia y se volvían adictos a esta droga’. El mismo informe de Brandt, revelaba que ‘los soldados en el frente están informando de resultados positivos a los efectos de la droga y a sus interacciones con el enemigo’.
«A medida que avanzaba la guerra, Temmler produjo cerca de 900.000 píldoras por día y millones de dosis de Pervitin fueron enviadas a todos los frentes de guerra. Según un informe de la propia compañía fabricante, la Temmler Pharmaceutical Company, en un solo año se produjo más de 300 millones de dosis, convirtiendo a los alemanes, militares y civiles, en auténticos adictos a un medicamento absolutamente necesario para sobrevivir. Otro documento de Temmler asegura que, entre abril y julio de 1940, se enviaron 35 millones de dosis a la Wehrmacht y la Luftwaffe».
«Tras la derrota en Stalingrado, en febrero de 1943, Temmler aumentó los envíos».
«El Tercer Reich declaró entonces el Pervitin como ‘arma de guerra’ y ‘droga de combate’ necesaria para la subsistencia de sus fuerzas armadas».
«Desde 1941, el Pervitin fue prohibido en la sociedad civil y solo se permitía su administración a los soldados que se encontraran en zonas de combate. Lo cierto es que hoy en día el uso de sustancias en la sociedad es bien conocido, así como sus efectos, pero en la época de la Segunda Guerra Mundial es difícil averiguar su alcance real».
«Aunque la opinión pública en general, y la alemana en particular, se planteó diversos interrogantes tras la publicación de la biografía escrita por Joachim Fest, lo que es bien cierto, y en defensa del famoso periodista alemán, es que en 1973, año en el que Fest escribió la biografía de Hitler, aún no se había establecido ni confirmado de forma fehaciente el consumo intensivo de metanfetamina y otras sustancias en el Tercer Reich y entre sus fuerzas armadas. Tampoco era posible comprobar o demostrar la afición de Hitler a las drogas».
«Esto es fácil de verificar debido a que, en las casi 1.200 páginas del manuscrito de Fest, el nombre del doctor Theodor Morell rara vez aparece en todo el texto y la única vez en que es nombrado se le menciona, en la página 737, como ‘un simple compañero del líder del Partido Nazi’, pero esta afirmación no es en absoluto cierta. El doctor Theodor Morell era mucho más que eso, y así lo demuestran sus diarios».
«El lunes 30 de junio de 1947, un hombre obeso, de pálida tez, descuidado, con mal olor corporal y avejentado, yacía en un catre en un refugio de la Cruz Roja de Múnich. Su vestimenta hasta 1945 había sido un brillante uniforme del Partido Nazi. Su indumentaria actual era un uniforme de campaña estadounidense que le quedaba algo grande y unos calcetines también del ejército americano completamente desgastados. Su única identificación era un carné con su nombre y apellido y el identificador del ‘Campo Civil de Internamiento Estadounidense número 29’, situado en las mismas instalaciones que antaño ocupaba el campo de concentración de Dachau».
«Una enfermera comprobó la temperatura y constantes vitales del paciente y decidió llamar a una ambulancia para trasladarlo a un hospital. Al ingresar, el personal administrativo comprobó los objetos personales, incluido un viejo pasaporte de la Alemania nazi. Al abrir sus páginas podía leerse: ‘Profesor Theodor Morell, médico, 60 años’. Un informe anexo indicaba que el médico había cumplido su condena en el hospital del Campo 29 de Dachau. El mismo documento señalaba que el paciente Morell sufría de una grave insuficiencia cardíaca que lo inhabilitaba para trabajar y un grave trastorno ‘afásico’ que le impedía el habla. Al final del documento, sellado por la autoridad militar estadounidense, aparecía escrita a mano la frase: ‘Médico personal de Adolf Hitler’. Aquel hombre fallecería el 26 de mayo de 1948, a las 4:10 de la madrugada. Todos sus documentos serían incautados por el CIC».
«Un año después de publicarse la biografía de Hitler escrita por Fest, fue cuando se encontró el primer indicio de la existencia de varios documentos referidos a Morell, incluidos los interrogatorios de la inteligencia británica y la estadounidense. Entre la documentación del médico, tras su fallecimiento, se encontraban las fichas médicas, electrocardiogramas, radiografías de cráneo, análisis de orina, serologías, informes neurológicos y estudios dentales de un paciente bautizado como ‘Paciente A’, ‘M. F.’ o ‘Adolf Müller’.
«Los llamados ‘Diarios de Morell’ venían a demostrar que la afirmación de Fest sobre que «[...] no habrá nuevas revelaciones sobre Hitler que aún no hayan sido de dominio público» era desacertada. (…)
«Hitler tenía una relación muy estrecha con sus médicos. Theodor Morell mantuvo una confianza muy estrecha con el Führer desde el invierno de 1936 hasta casi los últimos días del colapso del Reich de los Mil Años. Las últimas palabras de Hitler a su médico, mientras fuera de la Cancillería se oía ya la artillería soviética aproximándose, fueron: «Quítese ese uniforme y vuelva a ser ese médico de Kurfürstendamm».
Todavía hoy en día persiste la idea de que Adolf Hitler era un auténtico adicto a las drogas administradas por Morell, y lo verdaderamente cierto es que las palabras de Joachim Fest fueron incorrectas y la figura de Hitler aún da mucho que investigar y mucho de qué hablar, aunque yo no caeré en la misma trampa que el periodista alemán. La llamada ‘ley de divulgación de crímenes de guerra nazis’ del año 1998 aún sigue revelando valiosos y sorprendentes datos sobre el hombre que arrastró a Europa» (...).
✕
Accede a tu cuenta para comentar