Tribuna
¿Del «wokismo» a la competitividad?
Esperemos que el cambio de rumbo, si se confirma, permita no sólo la recuperación económica europea, sino también el alicaído europeísmo de nuestras sociedades
Hoy el Parlamento Europeo votará la composición del Colegio de Comisarios (el «gobierno» de la Unión Europea), que tomará posesión el 1 de diciembre, y debiera ejercer sus funciones hasta 2029, es decir, durante unos momentos cruciales, que pueden marcar nuestro futuro.
Efectivamente, la guerra que se libra en las fronteras de Europa por la invasión de Ucrania y el permanente factor de desestabilización que supone el conflicto de Oriente Medio, coincidiendo con una cierta pérdida de competitividad de la economía europea (el 17% de PIB mundial), nos demandan un cambio de rumbo para el que la nueva Administración norteamericana seguramente actúe como factor acelerador.
El entramado institucional de la UE hace que la toma de decisiones recaiga más bien en los gobiernos nacionales, pero la Comisión Europea es la ejecutora y la que entrará en funcionamiento en unos días tiene una orientación claramente distinta de la que ahora cesa en sus funciones. De sus 27 miembros, 14 pertenecen al Partido Popular Europeo, frente a apenas 4 socialistas, su presidenta Ursula von der Leyen (también PPE), refuerza muy considerablemente su poder (en Bruselas se dice que se convierte en una especie de «reina»), y el tradicional «check and balance» entre populares y socialistas queda muy relativizado por la debilidad en que la vicepresidenta Teresa Ribera asume su cargo, ya que ella, como máxima representante del socialismo, estaba llamada a ser referente.
Aquel grito mitinero de «no pasarán» no se materializó. Las funciones de la política socialista española serán compartidas con dos Comisarios PPE, el holandés Hoekstra (Clima) y el sueco Roswall (Medio Ambiente), y además, paradójicamente, con el «ultraderechista» (según terminología empleada por la propia vicepresidenta), el húngaro Várhely (Salud). También «pasó», e igualmente como vicepresidente de la Comisión Europea, el italiano Fitto, otro «ultraderechista», para la propaganda, que sin embargo inició su carrera política en la Democracia Italiana y fue eurodiputado en el Grupo PPE. Ello hace prever, sin mucho riesgo, que la influencia del pensamiento WOKE que prima en el gobierno de España, que elaboró en algún momento la Sra. Ribera, quede muy relativizado en el «gobierno» europeo.
El «wokismo», que nació a mediados del siglo pasado en Estados Unidos como un movimiento contra las injusticias sociales, pero muy especialmente, contra el racismo (viene del término «wake up», despertar), ha derivado en nuestros días en lo «políticamente correcto», trayendo consigo sin duda avances sociales relevantes, como los progresos en la igualdad de género, pero también alguna distorsión, cuando se lleva a extremos que desvirtúan su origen.
Pues bien, es de esperar que las prioridades de la gestión europea en los próximos años se centren en los objetivos del Informe Draghi precisamente encargado por Von der Leyen (Mario Draghi, ex primer ministro italiano y ex presidente del Banco Central Europeo), «El futuro de la competitividad europea».
Draghi propone que los objetivos principales de la UE sean recuperar el terreno perdido en innovación frente a Estados Unidos y China (de quien dependemos además en el suministro de materias primas esenciales para el desarrollo tecnológico), unamos el impulso de descarbonización al de competitividad, para no lastrar nuestro crecimiento económico, e incrementemos la inversión en defensa para garantizar nuestra seguridad.
El esfuerzo inversor que el cumplimiento de tan ambiciosos proyectos exige se cubriría, además de con el presupuesto común (cuyo marco para los próximos años también compete a esta Comisión), con deuda común, lo que sin duda suscitará debate entre los Estamos miembros, en particular los contribuyentes netos y que quizás la Presidenta de la Comisión intente compensar gestionando la cohesión interna con un mecanismo similar al Fondo de Recuperación (FRTR), es decir, aportando dinero a cambio de reformas internas de sostenibilidad económica pactadas para contener el déficit, reducir la deuda, la sostenibilidad del sistema de pensiones ..., todas ellas «anti populistas». Pero la discusión no empezará en serio antes de las elecciones anticipadas en Alemania, cuando es previsible que el socialismo español se quede prácticamente en solitario como gobierno nacional.
Esperemos que el cambio de rumbo, si se confirma, permita no sólo la recuperación económica europea, sino también el alicaído europeísmo de nuestras sociedades, de entre las que la española siempre se ha distinguido.
Gerardo Galeotees ex eurodiputado. Abogado ADCECIJA.
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