Eleuteria
Trump y los BRICS
Nada une más a actores con intereses divergentes que un enemigo común
Donald Trump, incluso antes de iniciar su segundo mandato, ha vuelto a su estilo provocador con una amenaza que mezcla política internacional y economía: un arancel del 100% a las exportaciones de los países BRICS si éstos osan crear una moneda internacional de reserva que compita con el dólar. ¿Tiene algún sentido esta amenaza? Todo apunta a que no: Trump incurre en un error político y económico al formularla.
Primero, la creación de una moneda común BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) es un proyecto harto improbable. Las diferencias culturales, económicas y geopolíticas entre estos países hacen extremadamente difícil la coordinación para establecer una divisa común. Si la gobernanza monetaria ya es complicada en un bloque relativamente homogéneo como la Unión Europea, resulta casi utópico imaginar un éxito similar entre los BRICS. Sin embargo, la amenaza de Trump podría convertirse en el catalizador que incremente las probabilidades de que este proyecto salga adelante. Nada une más a actores con intereses divergentes que un enemigo común. Su postura agresiva puede ser vista como un intento de imposición hegemónica, motivando a los BRICS a coordinarse en la defensa de su soberanía económica. La propia Rusia, tras el polémico mensaje de Trump, ha reactivado su interés en este proyecto.
Segundo, Trump ha señalado repetidamente que el dólar fuerte es un lastre para la competitividad industrial de EE. UU. Como moneda de reserva global, el dólar es ampliamente demandado no sólo para comerciar con Estados Unidos, sino como activo líquido mundial. Esta elevada demanda fortalece el dólar, encareciendo en consecuencia las exportaciones estadounidenses. De ahí surge la gran contradicción económica de Trump: quiere recuperar competitividad industrial con una moneda más barata pero, al mismo tiempo, bloquea cualquier intento de crear monedas rivales al dólar (que reducirían su demanda global y por tanto lo debilitaría). En lugar de aprovechar esta oportunidad, Trump opta por coacciones proteccionistas que, desde su perspectiva, sirven para reforzar esa posición hegemónica del dólar que perpetúa el problema que desea resolver.
En definitiva, la amenaza de Trump es contraproducente. Por un lado, fomenta la unión de los BRICS en torno a un proyecto monetario que parecía improbable. Por otro, contradice sus propias prioridades económicas, desperdiciando una oportunidad para aliviar el exceso de demanda global sobre el dólar y, por tanto, para soltar parte del lastre monetario que perjudica la competitividad de la industria estadounidense. Un error político externo y un error económico interno.
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