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Aunque moleste

Supermercados Belarra

Ni Yolanda ni Garzón: la ministra 2030 es la única que se mantiene fiel a los principios comunistas

Tiene razón Iván Redondo cuando dice que lo de Ione Belarra es superlativo. La ministra que más crece. Tal vez porque es la única de la izquierda exquisita que se mantiene fiel a los principios comunistas, y no como Garzón o la vicepresidenta, que se han olvidado del «no a la OTAN» o de apoyar al pueblo saharaui, tradicionales banderas del rojerío caviar. Mientras Yolanda aparece cada vez más travestida, Ione no defrauda a la tropa con propuestas sovietizantes, propias de Cuba o Corea del Norte. O del mismísimo Petro, paladín anti-español defensor de la teoría de mantener a los pobres en su pobreza, porque «cuando los pobres dejan de ser pobres y tienen, entonces se vuelven de derechas, se compran un carro, quieren vivir en Miami y se acaba la humanidad». No es una idea original. El mismísimo Chávez teorizó igual al aclarar que su revolución bolivariana «trata de mantener a los pobres, pobres, pero con esperanza, porque los pobres son los que votan por nosotros, los que nos dan el poder. Mientras hacemos el discurso de la defensa de los pobres, no los podemos sacar a la clase media, porque dejan de ser pobres y pasan a ser nuestros enemigos».

Belarra aún no ha llegado a postular tanto, aunque todo se andará, pero sí que defiende la forma de lograr que la mayoría de la población de un país viva en el racionamiento. A Ione no le gustan las empresas, sobre todo si son españolas. Por eso le tiene tanta manía a Mercadona, responsabilizándola de que los precios suban. La culpa no es ni de Putin ni de la pandemia ni del Volcán, como sostiene Sánchez. La culpa es de los empresarios, y de ahí su propuesta de crear eléctricas, inmobiliarias, telefónicas, farmacéuticas, bancos y hasta supermercados públicos. Algo así como lo que había en la España franquista de los 50, cuando no se podía comprar nada sin la cartilla de racionamiento. O como en la Cuba castrista y la Venezuela de Maduro. He tenido ocasión de visitar los supermercados bolivarianos en Caracas, en cuyos lineales apenas sí había algunas verduras oxidadas y cuatro plátanos color marrón. Caros no, lo siguiente. Allí les llamaban los «supermercados del hambre», pero Belarra cree en las virtudes del economato público, donde los precios nunca suben, salvo para los ricos, que tendrán que pagar el doble que los pobres. Tiene hasta el nombre. Su cadena se llamará «Precios Justos», ideal para seguir incrementando el número de funcionarios, colocando en ellos a todo tipo de afiliados, simpatizantes y amiguetes de los partidos y sindicatos de la izquierda divina.

Genial idea. La lideresa podemita no reniega de ninguna de las señas de identidad comunistas. Al menos es coherente, aunque aún puede avanzar más abrazando la teoría petro-chavista de la pobreza. Mientras más pobres haya, más tiempo estará la izquierda en el poder. Los pobres no pueden dejar de ser pobres, porque se vuelven de derechas. Dijo Stalin que si desplumas a una gallina hasta casi matarla y luego le das unos cuantos granos de maíz, comerá de tu mano para siempre. Ergo hay que hacer esta cadena bautizada por Manuel Bohórquez en El Correo de Andalucía como «Supermercados Belarra. Lo que necesite, lo agarra».