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La situación

Reinventar las normas

El pleno de hoy se celebrará sin aspirante a la investidura y, aun así, el reloj empezará a funcionar. Tal engendro ha sido bautizado como «acto equivalente», porque no hay decisión ilegal que no merezca un nombre campanudo

El ingenioso estilo de hacer política del que disfrutamos en estos tiempos nos hace vivir situaciones que se solían considerar ilegales o, como poco, alegales, pero que ahora se entienden como un ejemplo de perspicacia y sagacidad. A saber: dado que cambiar una norma es complejo y fatigoso, sorteémosla.

El nuevo episodio se producirá hoy, cuando el Parlamento de Cataluña celebre un pleno que pretende ser como una sesión de investidura, sin que nadie se presente a tal investidura. El estatuto autonómico, igual que la Constitución, establece que «si una vez transcurridos dos meses desde la primera votación de investidura, ningún candidato o candidata es elegido, el Parlamento queda disuelto automáticamente». Es decir, la norma obliga a que haya, al menos, una votación de investidura antes de que empiece la cuenta atrás de dos meses para repetir las elecciones.

Pero, ¿a quién le importa lo que diga la ley? El pleno de hoy se celebrará sin aspirante a la investidura y, aun así, el reloj empezará a funcionar. Tal engendro ha sido bautizado como «acto equivalente», porque no hay decisión ilegal que no merezca un nombre campanudo.

Hace unos meses, Pedro Sánchez tuvo claro que no aprobaría los presupuestos de 2024 –que ya se habían prorrogado–, porque iba a ser muy difícil acordarlos con sus socios parlamentarios catalanes. Y Moncloa anunció que ni siquiera presentaría el proyecto de ley, a pesar de que la Constitución establece que «el Gobierno deberá presentar ante el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado». La norma dice que «el Gobierno deberá», no dice que podrá, ni que haga lo que le parezca bien: es una orden imperativa, que se ha incumplido con mucho garbo.

De igual modo, ya hay costumbre de redactar una ley sobre un tema concreto, pero incluir otros asuntos que nada tienen que ver con el enunciado de esa ley. O gobernar por decreto. O que ningún ministro acompañe al Rey en determinados viajes internacionales, como ha ocurrido con el de los países bálticos, cuando es preceptivo que se haga. ¿Para qué cambiar las normas, si puedes reinventarlas y no pasa nada?