Apuntes

Pegarse un tiro en el pie (varias veces)

Con Trump, en lugar de hacer el socialdemócrata alemán hay que aprender de los avisados polacos

En política, juntarse con los socialistas es siempre un error como puede acreditar Alemania tras la «gran coalición». Mucho más si, encima, el ayuntamiento viene adobado por los verdes. Luego se quejan en la derecha de que crecen los Vox y las AfD, pero sin cuestionarse que han vuelto a las andadas tras las últimas elecciones europeas y que ahí tenemos a doña Ursula dándole vueltas a la agenda 2030, año en el que, posiblemente, ya no queden ni las raspas de la Unión Europea. De la mano de los socias y los verdes, pero con el entusiasta acompañamiento de unos conservadores suscritos durante años al «New York Times» o al «País», la clase política europea ha ido cercenando las bases económicas del Viejo Continente, desde la Agricultura a la Generación de Energía, y, ahora, se dispone a dar la puntilla a la Industria del Automóvil. En el mundo, solo California, bajo décadas de hegemonía socialdemócrata, ha conseguido pegarse tantos tiros en el pie. Así, los californianos, que sufren los impuestos más altos de Estados Unidos, han visto dispararse el precio de la vivienda, llenarse las calles de «sin techo» y un éxodo poblacional que ha llevado al Estado a perder uno de sus representantes en el Congreso. Altas tasas y burocracia delirante en materia medio ambiental han hecho que el estado más rico de USA se parezca en lo malo a Europa, porque en lo bueno –innovación tecnológica y genio artístico– no tienen nada que ver con lo nuestro. No exagero. Entre las causas que han provocado la tragedia incendiaria de Los Ángeles están unas normas de protección de especies y subespecies que impedían la limpieza de bosques, aunque los matorrales hubieran crecido a lo bestia tras una fuerte temporada de lluvias. Volviendo a Alemania –la que nos acusó por los «pepinos asesinos» cuando eran sus agricultores «ecolos» lo que regaban con aguas fecales–, nada más tonto, es decir, verde, que cargarse las centrales nucleares y ponerse en manos de las importaciones de gas ruso, con un Putin que ya había enseñado las orejas desde la guerra de Georgia. Por lo tanto, con esto de Trump hay que jugar con mano maestra y, sobre todo, no dejar que los socialistas hagan nada que no sea protestar airadamente. En estas circunstancias, un Pedro Sánchez convertido en adalid anti yanki, imbuido del espíritu del 98, servirá para tapar lo de Ábalos, Begoña y demás pufos, pero será un grave perjuicio para España. Porque a Trump hay que hacerle la pelota, decirle lo guapo y alto que es, asombrarse de lo bien que se conserva para su edad, reírle las bromas picantes, aunque a las Belarras les de un síncope, y, lo más importante de todo, comprarle todo el armamento que haga falta. Hay que mirar a Polonia, que se está dejando una pasta en adquirir superados carros de combate gringos y que lo seguirá haciendo por más que la guerra de Ucrania esté demostrando que sin una buena cobertura electrónica contra drones son un blanco fácil. Cuando Trump dice que hay que aumentar el gasto en defensa, lo que de verdad quiere decir es que hay que comprar más productos a la industria militar norteamericana, que, además, fabrica los mejores materiales. Nada de meterse en nuevos cazabombarderos europeos o en sistema de detección electrónicos... F–35 a manta, M–1 Abrams a cascoporro y helicópteros Black Hawk y lanzacohetes HIMARS como si no hubiera un mañana. Tome nota, señor Sánchez. De nada.