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Y volvieron cantando

Patriotas por Europa

Al radicalismo solo se le puede atraer hacia la moderación implicándole en los gobiernos, sin establecer cordones sanitarios

La nueva configuración del Parlamento Europeo nos va a dar tras el arranque del próximo curso político más de una tarde de gloria. La fuerza de formaciones catalogadas como de ultraderecha en el ámbito doméstico de numerosos estados de la Unión, no solo condiciona gobiernos –seamos claros, los partidos convencionales o moderados llevan décadas pactando con los extremos cuando interesa– sino que va a suponer toda una marea de europeísmo entendido no precisamente desde los valores fundacionales de la UE y, sobre todo, un impulso a algo tan inquietante y no bien entendido como es la llamada «Europa fortaleza».

«Patriotas por Europa», que engloba nada más y nada menos que a la Liga del italiano Salvini, al Frente Nacional de Le Pen en Francia y a los españoles de Vox, entre otros, en torno al banderín de enganche del húngaro Orban, ya ha mostrado su tarjeta de visita a través de unos principios irrenunciables que ponen muchas barbas a remojar, desde «el rechazo a seguir transfiriendo soberanía nacional a las instituciones europeas», pasando por «la protección frente a amenazas externas políticas, económicas, religiosas o culturales» o «la determinación de proteger nuestras fronteras parando la inmigración ilegal preservando nuestra identidad cultural». Inquietantes enunciados que, de manera desalentadora, lejos de ser respondidos desde los partidos moderados aún mayoritarios con propuestas y argumentos que desenganchen a la ciudadanía del populismo, solo han visto un frenético reparto de altos cargos en la Comisión, en nombre de los populares y de los socialistas europeos con Ursula Von der Leyen a la cabeza.

Al radicalismo solo se le puede atraer hacia la moderación implicándole en los gobiernos, sin establecer cordones sanitarios y haciendo que desde la gestión se retrate mostrando sus propios errores, o sencillamente haciéndole ver que también desde sus filas se puede gobernar con coherencia a poco que se pongan los pies en el suelo. El de la primera ministra italiana Meloni es el más paradigmático ejemplo, llegada al poder con todas las prevenciones e incertidumbres y ahora erigida en modelo a seguir a la hora de pasar del fácil discurso populista a plantar cara a los problemas reales de sus gobernados. La respuesta de la «Europa moderada» al giro de Meloni fue directamente el ninguneo en el reparto de cargos clave, craso error producto de la «carguitis». Habría sido la mejor aliada frente al inquietante «Patriotas por Europa». Queda mucho por aprender.