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Aquí estamos de paso

En mal momento

Lo de Lobato y su revuelta contra quienes se lo quieren merendar no hace sino reforzar esa sensación de descomposición

En medio del fuego cruzado socialista como uno más de los síntomas de colapso de un tiempo político carcomido por su contumaz inconsistencia, no brilla, y lo merece, la muy relevante ascensión a los cielos del Gobierno de alguien tan sabia, comprometida y solvente en lo suyo, que es el medioambiente y la crisis climática, como Sara Aagesen. Si algo se ha avanzado en esta materia en los últimos años en el ministerio de la hoy Comisaria Teresa Ribera es porque al oído le estaba susurrando Sara. Cualquiera que se haya asomado mínimamente a su historial y sepa de sus capacidades debería celebrar que alguien así se vaya a ocupar en España de la Transición Energética y los muchísimos frentes que abre el compromiso medioambiental. Pero son malos tiempos para la vida pública, envuelta en una atmósfera de frívola banalidad y últimamente recuperando el paño pringoso y negro de la más alta corrupción. Cíclicamente vuelve a nosotros ese cáliz amargo hasta hacerse insoportable y entonces reventar la estabilidad política y alumbrar la alternancia gubernamental. Sucedió con el último González, le pasó a Rajoy y ahora vemos que la letrina rebosante alcanza la singular obra política del señor Sánchez. Se diría, o se podría decir, líbreme el ímpetu de afirmarlo tajantemente, que la corrupción es algo que está ahí, se convive con ello, se soporta y se acepta o se aprovecha o se torea como se puede, hasta que ya la cosa llega a un nivel y una altura que resulta imposible de parar y estalla como esas cañerías que se obstruyen y revientan. Entonces todo sale y muere hasta el apuntador. En un tiempo, volverá a rebosar de nuevo. Da la sensación de que estamos ya en ese momento. Lo de Lobato y su revuelta contra quienes se lo quieren merendar no hace sino reforzar esa sensación de descomposición no sólo por los modos que se gastan sus compañeros que anticipan ya su fusilamiento político al amanecer, sino, y sobre todo, porque el ataque utilizado para su defensa es un zambombazo cuya onda expansiva es lo que termina de romper la cañería rebosante de detritos. Su defensa trazando una barrera notarial no es sino el reconocimiento de que la famosa filtración del correo del novio de Ayuso provino de Moncloa. Lo cual, reforzado con la tesis de la UCO de que el documento salió de la Fiscalía General, deja en una situación dificilísima de gestionar sin heridas mortales al Gobierno de Pedro Sánchez. Si a esto unimos las deposiciones de Aldama y su advertencia de que tiene pruebas de haber untado a unos cuantos poderosos socialistas y la frontera permeable de esta gente con el despacho de la señora Gómez, el paisaje que queda en el horizonte gubernamental es realmente intransitable. No es que haya contaminación, es que el ambiente es de devastación con aire irrespirable.

La nueva ministra de Transición Ecológica sabe mucho de lo irreversible de la contaminación ambiental y lo mortal que está resultando para la Tierra. Es una pena, y perdóneseme el juego acaso simple de casar magnitudes incompatibles, que alguien cuyo desempeño promete ser espléndido porque sabe muy bien qué tiene entre manos, vaya a malograrse o ser mitigada en sus consecuencias por esa otra contaminación ya irreversible y mortal de la política española que a estas alturas invita a barruntar un cambio de ciclo.

Este fin de semana, en la Sevilla del Congreso Socialista es posible que empecemos a verlo.