Las correcciones
La izquierda española debe escuchar a Sanders
El senador de Vermont se ha mostrado contrario a una tregua con Hamás que quiere destruir a Israel
Israel empujado por la salvaje agresión de Hamás del pasado 7 de octubre se ha visto inmerso en una guerra en la que se defiende legítimamente. Como decía en estas páginas el almirante retirado y académico, Ángel Tafalla, todos los Estados tienen derecho a defender a sus ciudadanos frente a una agresión externa, presente o previsible. E insistía en que «más que un derecho, es una obligación, pues los Estados han sido creados básicamente para ello». He defendido en esta columna que los ataques del 7 de octubre suponen un punto de inflexión en Oriente Medio. Nada puede volver a ser igual. Como reconocen veteranos diplomáticos en la región no lanzar una operación terrestre en Gaza supondría entregar una victoria a Hamás, que conservaría el control del territorio, negociaría con los rehenes y podría jactarse impunemente de su monstruosidad.
La incursión terrestre no está exenta de riesgos igual que la guerra nunca es aséptica ni limpia. En los 370 kilómetros de la franja los verdugos están entrelazados con la población civil a la que utilizan como escudos humanos. Hamás ha tratado de persuadir a las familias para que no abandonasen Gaza a pesar de que sabían que se cernía la mayor de las batallas. ¿Qué clase de gobernante haría eso con su pueblo? Israel tiene todo el derecho a destruir el mando y las tropas de Hamás para garantizar que no se pueda volver a producir un ataque de esa escala contra su población, pero es difícil ver cómo puede hacerlo sin causar víctimas civiles en uno de los territorios más densamente poblados del mundo. Israel, por lo tanto, debe aceptar la apertura de corredores humanitarios para facilitar la salida de los niños, mujeres, ancianos y personas discapacitadas de la ciudad de Gaza. Hay que asegurar que en medio de la contienda existan estos salvoconductos, pero en ningún caso se le puede pedir todavía un alto el fuego. La izquierda española muy desorientada últimamente haría bien en escuchar a Bernie Sanders aunque fuera un poco. El veterano senador de Vermont y una de las figuras más veneradas de la progresía americana se ha mostrado contrario a la solicitud de una tregua en Gaza. «No sé cómo se puede establecer un alto el fuego, un alto el fuego permanente, con una organización como Hamás, que se dedica a la desestabilización el caos, y a destruir el Estado de Israel», declaró Sanders el pasado domingo a la cadena CNN. «Creo que lo que entienden los países árabes de la región es que Hamás tiene que irse». La misma posición la mantiene Sir Keir Starmer, el líder del Partido Laborista en Reino Unido.
En este contexto resultan sorprendentes las declaraciones del presidente del Gobierno, de su partido o de sus socios en las que establecen una suerte de paralelismo entre los atentados yihadistas y los bombardeos de Israel en Gaza. Desde mi punto de vista, hay una clara distinción entre, por un lado, unos bárbaros que masacraron a 1.400 personas desarmadas y tomaron como rehenes a otras 230 personas que arrancaron de sus casas y, por otro, un ejército que bombardea objetivos militares identificados. Según el derecho internacional, un crimen de guerra implica un delito intencionado. Nadie puede acusar a Israel de matar intencionadamente a civiles palestinos en su ofensiva en Gaza. Pero la izquierda española libra una batalla equivocada, otra más.
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