Tribuna

España y la comunidad iberoamericana

Formamos parte de Europa y nos encontramos geográficamente en el área mediterránea pero es en la América hispana donde España tuvo y tiene su destino

Vaya por delante mi reticencia a denominar lo que fuera la extensión de España en América como Latinoamérica. Batalla perdida sin duda. Pese a ello me congratulo de que al menos la cumbre que ha tenido lugar recientemente en la República Dominicana mantenga milagrosamente el apelativo de Iberoamericana.

Con mi experiencia personal en aquel continente pretendo ahondar, siquiera someramente, en lo que significa y ha significado España para ellas.

Son ya muchas las veces en que he visitado oficialmente aquellos países. En algunas ocasiones sujetas a la brevedad, cuando no superficialidad, las impresiones personales son similares a las de cualquier visitante eventual, algo bien distinto de la vida continuada en el terreno, frente a la realidad misma, ante la sociedad diversa que componen de forma directa y llana. Con este enfoque siento ahora una opinión no tan próxima a la de, por ejemplo, tantos religiosos que llevan años viviendo allí, pero mucho más certera que la de los que pasan unos días y vuelven con una impresión errónea en su mayoría.

A finales de los 80 y principios de los 90 del pasado siglo casi doscientos oficiales de nuestros ejércitos, formando parte de la Organización de las Naciones Unidas en Centroamérica (ONUCA) y de la Organización de las Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL), permanecieron en tierras de Centroamérica durante un período de casi tres años en apoyo del mantenimiento de la paz lograda tras las terribles guerras que habían tenido lugar allí. La presencia viva de aquellos españoles –entre los que tuve la fortuna de participar– no se materializó ni en mesas de despacho ni en pasillos de negociaciones, que sin duda tuvieron lugar también, pero que no constituyeron la esencia de la misión en sí. Se gestó en los pueblos, con la gente de a pie y en convivencia directa con sus problemas, con los españoles se implicaron. Aquí debo añadir que tanto en ONUCA como en ONUSAL había una cantidad notable de oficiales procedentes de diferentes naciones: irlandeses, alemanes, canadienses, suecos, indios, etc. Todos con la misma misión e idénticas tareas. Y aquí es donde aprendí la preeminencia de los españoles en ellas y en la propia organización. Por supuesto que el idioma y la religión constituían factores importantes pero no exclusivos ni decisivos. Allí los españoles, casi sin interrupción desde la llegada, nos sentíamos como en casa. Y esa percepción coincidía con la que sentían los habitantes centroamericanos. Esta gente, a los alemanes, canadienses, suecos o irlandeses los percibían de forma distante como extraños pertenecientes a otra cultura y condición. Desde el primer momento sus interlocutores fuimos los españoles, siempre con gran disgusto de los mandos no españoles que se veían incapacitados para ejercer sus funciones. Para los guerrilleros de la Contra o del FMLN, soldados sandinistas o salvadoreños, los españoles éramos su referencia. Sirva como ejemplo la desesperación de mi jefe en la organización, un coronel irlandés que se veía incapaz de realizar cualquier tarea sin mi participación directa. Los españoles nos movíamos por aquellos países como pez en el agua. Y es que, pese a los doscientos años transcurridos desde sus independencias, la presencia española sigue muy viva. Aunque no se reconozca esto por razones políticas oportunistas, ellos siguen siendo los españoles del otro lado del hemisferio tal como rezaba la constitución de 1812. Son hechos, no consignas normalmente malintencionadas. La mejor prueba de ello es la comparación de la presencia española con la de los ingleses, belgas u holandeses –por ejemplo– en sus respectivas colonias y el trato y falta de mestizaje por su parte.

Pasados unos años experimenté la misma sensación en una reunión de comandantes generales de diferentes infanterías de marina del mundo, que convocó el Comandante General de la Infantería de Marina en Washington (USMC). Allí espontáneamente se formaron diferentes grupos según afinidades y lengua. De una parte los anglosajones, de otra los europeos y de otra los de origen hispano.

- «¿Qué es este contubernio hispano liderado por el Comandante General español?»-, preguntó asombrado un almirante chileno en un momento al observar en mi entorno a todos los procedentes de las antiguas Españas. Es que, sin pretenderlo, la reacción de todos ellos ante la soberbia anglosajona era un giro hacia España.

Estoy seguro de que en el ámbito diplomático sucede lo mismo y aún más en el religioso a la vista de la presencia de la Iglesia española por allí.

Sí, España sigue muy activa en aquellas naciones que otrora formaron parte integral de la Corona española. Formamos parte de Europa y nos encontramos geográficamente en el área mediterránea pero es en la América hispana donde España tuvo y tiene su destino.