Sin resguardo

La situación que está viviendo la minoría rohingya en Birmania revela la incapacidad de la comunidad internacional para hacer frente a situaciones de este tipo. La eliminación, incluso física, de las minorías en la sociedad internacional no es, infortunadamente, una excepción y lo que está pasando en Birmania nos revela, de nuevo, que la cuestión de las minorías no ha sido resuelta. El régimen de Myanmar debe respetar el derecho internacional y la comunidad internacional no debe permanecer impasible ante una violación tan grave de los derechos humanos. Ninguna minoría debe quedar desprotegida en la sociedad internacional. Naciones Unidas no debe limitarse a condenar los hechos ni a señalar tan sólo que se está cometiendo una limpieza étnica, debe ir más allá e imponer a Birmania la obligación de respetar los derechos de esta minoría. Todas las minorías tienen derechos y no pueden ser aplastadas por la voluntad de las mayorías. La diversidad en la comunidad internacional es un componente de riqueza y no se debe buscar la homogeneidad. Las minorías étnicas, religiosas y lingüísticas son abundantes y los Estados están obligados por normas internacionales a asegurar el respeto de sus derechos. La lucha contra la insurgencia rohingya no puede suponer, en ningún caso, el castigo contra el conjunto de la minoría y debe respetar siempre los presupuestos básicos en materia de derechos humanos. El éxodo rohingya es la expresión, de nuevo, del fracaso de la comunidad internacional pero, sobre todo, plasma la ausencia de derechos por parte de esta minoría en una situación que debe resolverse de manera inmediata. Parece que nadie tiene una preocupación por esta minoría y, lo que es peor, que los Estados no están dispuestos a levantar la voz ante las violaciones de sus derechos. La comunidad internacional está prácticamente ausente en esta situación y es muy posible que se consumen graves violaciones de los derechos de esta minoría que, en realidad, no tiene ningún tipo de protección internacional.