Arturo Fernández
Con la Corona y la Constitución
Este jueves, los españoles nos disponemos a proclamar a S.A.R. el Príncipe de Asturias como el Rey Felipe VI, a través de nuestra soberanía nacional representada en las Cortes Generales. Será la «prueba del nueve» de que nuestro entramado institucional consagrado en la Constitución funciona a la perfección.
En efecto, hasta ahora los españoles hemos vivido en las décadas de reinado constitucional de Don Juan Carlos cambios institucionales de todo tipo derivados de la normalidad democrática que el Rey pilotó en la Transición y que culminó con el texto constitucional de consenso que nos ha proporcionado el mayor periodo de libertad y progreso de nuestra historia.
Pero no hemos vivido la experiencia del relevo del Jefe del Estado. Lo estamos haciendo como consecuencia de la abdicación anunciada por el Rey. Y debo decir que, afortunadamente, el sentido de la responsabilidad y la sensatez de las formaciones políticas parlamentarias que deben garantizar la gobernabilidad de España están marcando este periodo hasta que el Príncipe sea proclamado Rey.
De modo que, más allá de las legítimas opiniones que cuestionen la forma de Gobierno –de las que discrepo respetuosa pero totalmente–, todos los que consideramos que la legitimidad democrática de la proclamación de Felipe VI es absoluta, debemos ponerlo de manifiesto rotundamente para evitar cualquier atisbo de interpretaciones que no se ajustan a la realidad.
Una vez que las Cortes Generales hayan proclamado el próximo día 19 a Don Felipe como Rey, no deberemos dar por cerrado un capítulo de la Historia de España, sino que afortunadamente tendremos que calificar ese momento como una ejemplar entrega de testigo de Juan Carlos I a Felipe VI al servicio siempre de España. La continuidad de la Institución es uno de sus elementos definitorios y por tanto, la extraordinaria tarea de don Juan Carlos como Rey que pilotó el retorno a los españoles a la libertad y a la democracia y que nos ha proporcionado el período de mayor progreso general que recuerda nuestra nación, se verá prolongada por las extraordinarias características personales e institucionales del hoy todavía Príncipe de Asturias.
Pero, además, debo añadir un aspecto que para los empresarios de Madrid a los que tengo el honor de presidir –y me atrevo a hacerlo extensivo a todos los empresarios españoles– es esencial: el incomparable apoyo que todos nosotros hemos recibido siempre de la Corona para impulsar el desarrollo empresarial de España, generar empleo y progreso social general.
Si no hubiera tenido la oportunidad personal de ver cómo tanto el Rey como el Príncipe, ya sea en España o fuera de nuestras fronteras, se han volcado en defensa de nuestras empresas, de su competencia, de su capacidad para afrontar retos internacionales sin precedentes, podría sólo remitirme a la expresión tan reiterada como cierta de que la Corona es la mejor embajadora de nuestras empresas. Pero he palpado el auténtico agradecimiento de muchas grandes, pequeñas y medianas empresas a las que un gesto o un comentario oportunos de Don Juan Carlos o de Don Felipe les han abierto puertas hasta ese momento infranqueables.
Por todo ello, los empresarios de Madrid nos sentimos orgullosos de haber hecho un llamamiento a todos nuestros asociados a través de CEIM Confederación Empresarial de Madrid-CEOE y de la Cámara de Comercio de Madrid, para que recibamos a nuestro nuevo Rey, a nuestros nuevos Reyes Felipe y Letizia, ofreciéndoles la sincera lealtad y apoyo que siempre hemos trasladado al rey Juan Carlos I, cuya histórica tarea al servicio de España sabemos que continuará el Rey Felipe VI. Por eso, los empresarios estamos y estaremos siempre con la Corona y la Constitución.
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