El bisturí
Un aperitivo para los independentistas
La hoy tercera máxima autoridad del Estado recibió un suspenso por su gestión en Baleares
Si a alguien todavía le quedaba alguna duda, la negociación por el control de la Mesa del Congreso de los Diputados ha terminado de disiparla por completo y confirmar lo que era un secreto a voces desde el recuento final de las pasadas elecciones generales: salvo que se produzca un milagro, los independentistas y nacionalistas catalanes y vascos darán el «sí quiero» a la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno a cambio de todo tipo de concesiones ya apalabradas, algunas realmente vergonzosas para cualquier demócrata de izquierdas y derechas, por mucho que el aparato de Moncloa trate a partir de ahora de disfrazarlas de «progresistas» a través de sus activos terminales mediáticos y el prófugo Carles Puigdemont juegue a mantener el suspense. El mercadeo producido en torno a la composición del órgano rector de la Cámara Baja, clave para marcar los tiempos legislativos y garantizar la existencia o no de un poder alternativo al Ejecutivo además del judicial, ya ha arrojado algunas muestras de por dónde irán los tiros de esta convulsa legislatura. De entrada, el uso del catalán en el Congreso parece que resultará inmediato y generalizado, lo que probablemente se extenderá también al resto de lenguas cooficiales, convirtiendo la cámara en una pequeña torre de Babel. Los traductores harán, desde luego, su verdadero agosto. A continuación, PSOE y Sumar aceptarán genuflexos una desjudicialización del «conflicto político catalán» a través de «las vías legales necesarias», lo que traducido al cristiano quiere decir, en palabras de los propios diputados de ERC, la aprobación y posterior tramitación de una ley de amnistía que beneficiará, claro está, a los principales implicados en la asonada secesionista o a todos ellos. El aperitivo concedido por Sánchez a sus futuros compañeros de viaje en este dislate incluye también otras prebendas para Junts, el partido del prófugo Puigdemont. Las que han trascendido son la puesta en marcha de una comisión de investigación sobre las llamadas cloacas del Estado y el espionaje realizado a los cabecillas del proceso independentista. Nadie dude de que habrá otras más, pues no parece probable que las ya pactadas le parezcan suficientes al que realmente va a mandar en este país con la repetición de Sánchez en Moncloa: el fugado ex presidente de la Generalitat. También habrá que incluir las negociadas por el PNV, partido que ya ha despejado dudas sobre lo que hará en la investidura al prestar sus votos a la izquierda y ultraizquierda para el control del Congreso. Para desgracia de los votantes, el oscurantismo derivado de la falta de luz y taquígrafos sobre lo negociado impide conocer con detalle qué es lo que realmente recibirá este socio fundamental para formar Gobierno. Se presupone que obtendrá el premio gordo para que se arriesgue a seguir perdiendo votos en favor de Bildu con su abrazo al sanchismo.
El análisis de lo ocurrido en la también confirma la deriva de Vox, que se votó a sí mismo como pataleta tras negársele un hueco en la Mesa, y la aberración en la que se ha convertido el Estado con los resultados electorales: una presidenta castigada por su mala gestión por los electores en Baleares como Francina Armengol ha pasado a convertirse en la tercera máxima autoridad del Estado con sólo dos méritos: su entrega al nacionalismo catalán y su lealtad inquebrantable a Sánchez.
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