Al portador

Alemania y el precio de cueste lo que cueste

«El pacto de la nueva gran coalición alemana para gastar más y eliminar topes de deuda es tan alabado como anómalo»

Gordon A. Craig (1913-2005), escocés estadounidense, fue un historiador que dedicó gran parte de su obra a la Alemania del siglo XX. Admirador también de Goethe (1749-1832) convirtió la afirmación del gran referente de la cultura germana «todo es difícil antes de ser fácil» en «los alemanes hacen que todo sea difícil, tanto para ellos como para los demás». El futuro canciller alemán, el conservador Friedrich Merz, y su próximo socio de coalición, el socialdemócrata emergente Boris Pistorius han alcanzado, incluso antes de comenzar la legislatura, un acuerdo tan histórico y legal como anómalo, que repercutirá en el porvenir más y menos inmediato de la Unión Europea. Todo, con Trump y las debilidades europeas en Defensa al fondo, y también como aplicación de la doctrina esbozada por Mario Draghi para salvar al euro de «cueste lo que cueste».

El martes pasado, mientras el Consejo de Ministros alumbraba un polémico –y desequilibrado– reparto de «menas» por las distintas Comunidades Autónomas, el Bundestag (Cámara Baja) del Parlamento alemán aprobaba una reforma constitucional que facilitará la creación de un fondo para infraestructuras por valor de 500.000 millones de euros y al mismo tiempo relajaba los límites al endeudamiento público, que no afectará al gasto militar que supere el 1% del PIB. Es una respuesta –muy alabada– al estancamiento económico germano y a las necesidades de defensa. Las dudas surgen por la fórmula elegida, aunque no existía otra manera de conseguirlo. El cambio constitucional lo ha aprobado –con el visto bueno del Tribunal Constitucional– un Parlamento en funciones, con una composición diferente al salido de las últimas y recientes elecciones. Merz ha jugado esa baza porque en el nuevo Parlamento –por la oposición de la extrema derecha y la extrema izquierda– no hay la mayoría de dos tercios para modificar el freno constitucional a la deuda. El futuro canciller opta por la vía del «cueste lo que cueste», quizá necesaria, pero que hace rechinar las esencias democráticas y que sería muy criticada de haberla adoptado otro país, España por ejemplo. Puede ser un precedente peligroso, aunque en este caso los alemanes sean aplaudidos por renunciar a hacerlo todo difícil, como decía Craig.