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¿Cómo responder a Trump?
Este choque entre dos líderes intervencionistas, Trump y Von der Leyen, amenaza con empobrecernos a todos
Donald Trump ha puesto en marcha una nueva ofensiva comercial contra la Unión Europea (UE). Si nada cambia, a partir del 2 de abril entrarán en vigor aranceles del 25% sobre exportaciones europeas clave como productos agrarios y automóviles. Sin embargo, no es un fenómeno completamente nuevo: desde hace algunas semanas, Estados Unidos grava con un 25% el acero y el aluminio europeos. En represalia, la UE ha anunciado aranceles por 26.000 millones de euros, afectando a productos icónicos estadounidenses como el bourbon, los Levi’s o las Harley-Davidson, también con un 25%. Trump, fiel a su estilo, no se ha quedado de brazos cruzados. En su red social, ha calificado a la UE como una entidad «hostil» creada para «aprovecharse» de EE.UU., y ha amenazado con un arancel del 200% sobre vinos, champán y otros alcoholes europeos –incluidos los españoles– si no se eliminan las represalias. Este ciclo de subidas arancelarias mutuas es un juego peligroso: podría derivar en la destrucción del comercio entre ambas potencias, convirtiendo en el extremo sus economías en autarquías aisladas entre sí. La historia nos ofrece un precedente sombrío: en los años 30, el proteccionismo y las devaluaciones competitivas hundieron el comercio global, reduciendo las importaciones de 3.000 a menos de 1.000 millones de dólares entre 1929 y 1933, en plena Gran Depresión, alimentando tensiones que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial.
La estrategia de la UE parece ser escalar aranceles para presionar a Trump a recular. Pero este plan es arriesgado y poco realista. No solo porque los exportadores europeos perderían mercados, sino porque los consumidores europeos sufrirían el encarecimiento de productos estadounidenses. Subir aranceles es, en esencia, autoinfligirse daño para dañar al otro, un daño que podría ser estéril si no logra un desarme mutuo. ¿Qué hacer entonces? La lógica económica apunta a una solución contraintuitiva: eliminar unilateralmente nuestros aranceles. Los aranceles no benefician a la economía en su conjunto, sino a gobiernos recaudadores y lobbies proteccionistas; el resto –consumidores y productores eficientes– pierde. Frente al proteccionismo de Trump, la UE debería liberalizar, rebajando barreras no solo contra EE.UU., sino contra el mundo, e impulsando acuerdos de libre comercio. Esto abriría mercados alternativos para los productores europeos, compensando el cerrojazo estadounidense. Sin embargo, la burocracia de Bruselas, con su inclinación proteccionista –evidente en aranceles previos más altos que los de EE.UU.–, parece optar por la confrontación. Este choque entre dos líderes intervencionistas, Trump y Von der Leyen, amenaza con empobrecernos a todos. Ojalá prime la sensatez, pero los antecedentes sugieren lo contrario.
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