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El “Proceso” continúa

Todo el empeño del Gobierno, cara a la cumbre hispano-francesa que hoy se celebra en Barcelona, está en trasladar a la opinión pública en España que lo del “procés” es ya historia y prueba de ello es que se pueden celebrar reuniones internacionales de primer nivel en la capital catalana sin que nada extraordinario suceda. Ciertamente no acontecerá previsiblemente ninguna cosa fuera del marco de la legalidad, pero la realidad es que dentro del escenario sigue presente el hecho independentista, que de ninguna manera Junqueras y compañía están dispuestos a cerrar. Al contrario, tras las victorias con la sedición y la malversación, ERC quiere exhibir fuerza focalizando el problema en lo único que de verdad les interesa: el referéndum. Lo ha dicho con claridad Marta Vilalta: “el conflicto sólo se acabará cuando votemos”. Y no se refiere a votar cualquier cosa. No a votar un nuevo estatuto ni a una farsa mediática para enterrar el “proceso” y aparentar que todo terminó. Vilalta ha remarcado que “no hay normalidad”, y prueba de ello es la manifa que ERC con la ANC y otros protagonizarán hoy mientras Sánchez se reúne con Macron, y Aragonés hace el papelón del anfitrión. El “molt honorable” pretendía estar en la Mesa con ambos “líderes globales”, pero Bolaños ha recordado al protocolo de la Generalitat que el papel del catalán no es otro que el de “convidado de piedra”. Es una cumbre de Estados y Cataluña no es ningún Estado. Por tanto, queda fuera del encuentro, por mucho que el president le haya enviado una misiva a Sánchez recomendándole los temas que debería tratar en el encuentro bilateral. Muy interesante, sin duda, pero Moncloa ni ha respondido. Probablemente ni lo haga. Los socialistas quieren castigar un poco a sus socios erreceros, díscolos al extremo y empeñados en aguarle la fiesta a Sánchez. Dicen los ministros, cual papagayos avezados, que el proceso se acabó, no hay proceso, lo que prueba la excelente gestión gubernamental con relación a Cataluña, pese a que para ello han tenido que ponerse morados, colorados y hasta amarillos indultando a los golpistas y dejándoles sin penas ni cargos penales relevantes. Da igual. No es importante que los condenados aparezcan finalmente como héroes a los que sólo se puede reprochar una leve desobediencia, pues ni tan siquiera “desordenes agravados” cometieron, según Llarena. El juez tiene razón. Da la risa interpretar como desorden que el Gobierno de la Generalitat proclamara la independencia de Cataluña. Hecho tan gravísimo no es ni rebelión ni conspiración ni sedición. Lo que en Alemania sería alta traición con penas de cárcel de por vida, en España tiene que ser mero “desorden”. Y Llarena por ahí no pasa.

Aunque da igual. Todo sea por aparentar que no ocurre lo que en realidad ocurre. Sucede que el independentismo logra triunfos más que sonados, y en vez de tranquilizarse, como pretende Moncloa, está cada vez más envalentonado. Es lo que cualquiera con dos ojos ve, salvo en Ferraz. Dice Marta Rovira, feliz por quedar libre de cualquier responsabilidad, que le gusta mucho la música del Ejecutivo, pero que quieren más música para celebrarlo a lo grande. Más concesiones. Más canciones. Más triunfos. Y eso se lo va a recordar hoy a Sánchez nada menos que Junqueras en la concentración indepe, justo el día en que más daño puede causar, delante de Macron, cuando las miradas mediáticas se focalizan en Barcelona. Aragonés dentro y Junqueras fuera. Para que nuestro presidente no olvide en ningún momento las dos caras del  socio catalán.

Y es que si creen que lo importante de la jornada va a estar en la reunión de ministros con sus respectivos presidentes, se equivocan. Hablarán del Bar-Mar y de cooperación bilateral y de Ucrania y la UE. Pero la realidad es que el personal sólo va a estar pendiente de la calle. Nada extraordinario, seguro. Pero molestias, todas.