Reina Letizia
La semana en que Letizia fue la mejor Reina de España
La Reina rodaba y aparecía en cámara a la vez, eso es, de alguna manera, llevar una corona, estar en todas partes estando en su sitio
Ha sido su momento. La Reina Letizia ha pasado su particular 23-F, solo que sin la incomodidad de llevar el pijama debajo del uniforme. Diríase que se ha bautizado. Hacía tiempo, tal vez desde que vi a mi padre desbrozar su tierrita de Conil, que no me llamaba la atención alguien que hiciera tan bien su trabajo, que es de lo que se trata. Si en España todos hiciéramos bien nuestro trabajo seríamos, no sé, Mario Vaquerizo, que es ese hombre que en España lo hace todo y encima toma cerveza y no engorda. Todo lo que habíamos visto hasta este momento fue un ensayo de su «gran noche», el instante en el que la Reina pasó de ser Doña Sofía, a la que apenas vemos, a Doña Letizia.
La Reina estaba reservándose para su momento en el que alicataría hasta el techo las bocas de todas las porteras de la aristocracia, las marquesonas de Serafín, que la consideraron siempre una arribista que no casaba con su manera celestial y rubio caoba de entender el mundo. Esta semana supimos por qué el Rey Felipe se casó con ella, si bien no ha bastado para perdonar del todo a Su Majestad la foto en el comedor y aquella sopa de acelgas con las lámparas de cristal de fondo. Esa lección de humildad impostada pareció un ejercicio de soberbia.
Es ahora cuando el guion de la película, en versión original, por supuesto, toma un giro inesperado y explica cómo hemos llegado hasta aquí. La Reina se siente mejor, o eso parece, entre plebeyas poderosas e inteligentes que entre las testas coronadas de Europa porque todas ellas solo piensan en quién la perderá primero, la cabeza, digo, y porque la Reina comprende que ser monárquico en España no es lo mismo que serlo en Noruega, donde se dan fiestones cursis en los que se visten como repollos, burla fácil para Fellini, y ella prefiere a Haneke.
Las revoluciones van y vienen. Si los compañeros de Leonor entienden para qué sirve una Reina, la institución no corre peligro, por más que sus propios miembros hayan hecho lo imposible para destruirla. La Reina pareció esta semana no un jarrón sino el interior, alguna planta de las que se muestran majestuosas en el momento en que la luz de los focos la iluminan. Es difícil vivir en movimiento y a la vez paralizado, para que cualquier imagen fija parezca posada, es algo así como desafiar a las leyes de la física, al tiempo. La Reina rodaba y aparecía en cámara a la vez, eso es, de alguna manera, llevar una corona, estar en todas partes estando en su sitio.
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