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Partido Popular

La democracia callejera

Militantes y simpatizantes del PP muy enfadados –y con buenos motivos para estarlo– han intentado condicionar el devenir de su partido ocupando la calle Génova a voz en grito

El triste espectáculo no es nuevo, pero parece haberse convertido en una lamentable costumbre: lanzar a los hinchas a las calles para rodear edificios y meter presión a alguien. No hay nada que discutir sobre el derecho democrático de manifestación, reconocido en nuestra normativa. Pero, del mismo modo, es interpretable por qué se convocan determinadas protestas callejeras, y es muy sugerente saber quién las convoca y a quién pretenden beneficiar.

Desde los tiempos del «pásalo» a pocas horas de las elecciones de 2004, hemos asistido a tensiones similares: los «indignados» que insultaron y agredieron a los parlamentarios catalanes en 2011, la convocatoria que rodeó el Congreso en 2012 y, después, en 2016 para evitar una investidura, o los militantes del PSOE que se concentraron frente a la sede socialista de Ferraz al grito de «no es no» contra la gestora enemistada con Pedro Sánchez.

Es grande la tentación de resolver los problemas políticos por vía callejera. Pero ese método supone la desautorización del sistema representativo que identifica la democracia. En un país libre se manifiesta quien quiere, como debe ser. Pero las decisiones no se adoptan en función de quién dispone de mejores cuerdas vocales para gritar más fuerte, ni de quién tiene la habilidad de reunir a más personas para protestar. Hay procedimientos y, en última instancia, hay votaciones. Los sindicatos paralizaron España el 14 de diciembre de 1988 contra Felipe González, y Felipe González ganó las elecciones por mayoría absoluta diez meses después. El movimiento del 15-M ocupó las calles en 2011, y siete meses después Rajoy también ganó por mayoría absoluta. Y, si trasladamos la protesta a las redes sociales, algún partido ha comprobado últimamente que se estrella en las elecciones a pesar de que controla las discusiones –y el acoso– en Twitter. La calle y las redes circulan por una vía y, a veces, las urnas van por otra.

Ahora, militantes y simpatizantes del PP muy enfadados –y con buenos motivos para estarlo– han intentado condicionar el devenir de su partido ocupando la calle Génova a voz en grito. La democracia representativa –la democracia, sin más– tiene un problema.