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El canto del cuco

La resistencia

Si Sánchez se fiara de Tezanos, ya habría disuelto las Cortes, pero no se fía un pelo, con razón

Ya sólo queda resistir. Cada día le resulta más difícil al Gobierno gobernar, hacer planes, ofrecer algo atractivo, pensar en el mes que viene. Vive al día como las moscas efímeras. Se conforma con sobrevivir. A eso se dedican en La Moncloa la nutrida cohorte de asesores. Los obstáculos se le acumulan a Sánchez en el camino y le impiden dar un paso adelante. Bastante tiene con defenderse en los Juzgados, hacer frente al tsunami de la crítica y parar a la oposición, que está envalentonada después de los últimos acontecimientos. Los intentos de aprovechar la catástrofe de Valencia para recuperar la iniciativa política no han dado resultado. Los valencianos aplauden al Rey, perdonan a Mazón y echan a Pedro Sánchez a escobazos. Los apuros, plenamente justificados, de la vicepresidente Teresa Ribera, para formar parte de la Comisión Europea, con apaño final, han mostrado a Europa el rostro enfangado de la España sanchista.

Las complicaciones se le multiplican al presidente del Gobierno. El «Frankenstein», ese invento diabólico, se le descoyunta a ojos vista: los socios de extrema izquierda –Sumar, Podemos e Izquierda Unida– bastante tienen con sobrevivir a las cuchilladas mutuas; los aliados catalanes –ERC y Junts– se llevan como el perro y el gato, y algo parecido pasa con los vascos –PNV y Bildu–, gente de poco fiar en política y con intereses contrapuestos. La noche de tinieblas, el lunes pasado, en el Congreso de los Diputados con el «paquete fiscal» sobre la mesa puso de manifiesto que «así no se puede seguir», como reconocía en voz baja uno de los implicados. Ni soñar con los Presupuestos. El «caso Begoña Gómez» sigue adelante. El juez ha pedido su cuenta corriente y el certificado de matrimonio. Cuando escribía esto, temblaba el misterio ante las revelaciones de Víctor de Aldama, el nexo de la amplia trama, que incluye a Ábalos, Koldo, Sánchez..., en su declaración voluntaria al juez. Esto es un sinvivir. No es extraño que el presidente aproveche cualquier oportunidad para tomar el Falcon y largarse de aquí lo más lejos posible, llevándose consigo a su mujer, la única que le comprende.

¿Hasta cuándo se puede resistir así? Esa es la cuestión. Y nadie tiene la respuesta. Seguramente ni el protagonista de esta penosa historia, que no parece consciente de la situación. Si se fiara de Tezanos, ya habría disuelto las Cortes, pero no se fía un pelo, con razón. Antes tendrá que pensar adónde ir, qué hacer con su vida. Fuera, el panorama internacional, con Trump en la Casa Blanca, no es muy acogedor. Habrá que seguir resistiendo.