Política

«Ay mama», la teta de Irene Montero entra en campaña

Si lo moderno, Rigoberta, defiende algo tan antiguo es que estamos ante una sesión de venta de la Thermomix

El festival de Eurovisión es un circo «kitsch» donde combaten divas del este a punto de invadir Ucrania con sus gritos y el candor occidental del pop del siglo pasado. Hasta ahora. España se conjura dejar el puesto de cola con la ayuda de una apuesta «indie» para viejunos, las que gustan a Pedro Sánchez cuando va a Benicassim, entre las que está, a esta hora ya sabremos si como ganadora, Rigoberta Bandini y su oda a la teta. Toda la progresía ha tomado la canción como un himno feminista. Irene Montero abrió campaña ayer en Castilla y León no refiriéndose a las ubres de las macrogranjas sino al pecho femenino. «¿Por qué le dan tanto miedo nuestras tetas», apuntó, como dice la canción, para repetir su manido discurso. Es todo un fenómeno sociológico que buena parte del Gobierno se apunte al folclore del certamen de Benidorm, con millones de seguidores, para hacer campaña de un macguffin. Oigo, y llamo, a feministas de toda la vida asombrarse de que a estas alturas una letra así suponga ni siquiera el acento de la palabra revolución: «Paremos la ciudad sacando un pecho fuera al puro estilo Delacroix». «Me gustaría que dejaran en paz nuestras tetas, ellos y ellas», comenta una escritora a la que llamo para que me explique lo que no entiendo. Entonces, si a nadie le da miedo las tetas, la canción parte de una premisa equivocada por lo que la conclusión monteriana es ya un error que necesita mucha talla de sujetador de su ideología para sostenerla.

Si lo moderno, Rigoberta, defiende algo tan antiguo es que estamos ante una sesión de venta de la Thermomix, un salto atrás porque ya hemos tropezado con el muro de Jim Carrey en «El show de Truman». Vivimos en el metaverso de un Matrix reaccionario. Rigoberta no escandaliza en absoluto. Su espectáculo y su discurso son como del Disney pretérito. ¿A qué viene pues tanto debate? Ya no sabemos cómo llenar la era del vacío. La tetas en Benidorm son como las gambas en el rastro, están que las tiran, con perdón. Imagino a Pajares y Esteso con unos prismáticos ojo avizor ante la rosa flor anticipándose a lo que vendría después, que es esto. Siguiendo el hilo, Ozores era en realidad Godard cuando la «Nouvelle Vague», con la diferencia de que Godard aburre, menos en «Al final de la escapada». Esperamos la sentencia sobre el caudal de leche de Anita Ekberg en «Bocaccio 70» y su letanía ante el abultado escote de «La dolce vita». ¿Soñaba Fellini con machistas eléctricos?, me gustaría preguntar a Rigoberta. Son los senos de las sirenas, que diría Neruda. Solo buscan volvernos locos.