Política

El faro de occidente

Sánchez no es el faro que alumbra el futuro de Europa o su socialdemocracia, tal y como él parece que se ve en este momento de la Historia

Escucha Eladio en su informativo de noche cómo Pedro Sánchez saluda el cambio político en Alemania como algo trascendental, que permite que «por fin, tras 16 años vayamos a tener un canciller socialdemócrata». Normal, piensa, que aplauda el encumbramiento de uno de los suyos, aunque eso de socialdemócrata para la definición del PSOE con quien gobierna, le chirríe a Podemos como tiza en encerado. Pero Podemos, se dice también, poco tiene que decir cuando su caída sigue constante e imparable y biológicamente sólo se sustenta por estar en el gobierno. Empezaba a divagar, cuando escucha la segunda parte de esa intervención de Sánchez en el cierre del congreso del PSOE gallego y ahí pasa de la atención al estupor. En principio no se lo puede creer, pero el presentador del programa lo remacha y hasta repite. Dice Sánchez, en pleno estado de levitación política, que de lo que hablan los socialdemócratas, los verdes y los liberales que han formado gobierno en Alemania es del salario mínimo, de la equiparación laboral, del ingreso mínimo vital, de la formación profesional… «¡¡De todo lo que llevamos haciendo nosotros casi tres años y medio; somos la vanguardia de lo que está por venir en Europa!!»

Le suena a Eladio a una indigestión de autoafecto, expresada por vómitos verbales tan elevados como inconsistentes. ¿Será posible? Lo es. Como lo es también que a renglón seguido –en la siguiente línea, vamos– acuse a la derecha española de trabajar contra la Constitución y la Democracia.

Que diga eso alguien que sustenta su gobierno en anticonstitucionalistas declarados y ejercientes, en partidos que no serían legales en Alemania, como los independentistas, o que sostengan ideas que en ese mismo país han sembrado de sufrimiento, como Podemos, le parece a Eladio un sarcasmo, como una humorada fofa y gris.

El faro de occidente, la vanguardia de la Europa socialdemócrata, el ejemplo de lo que será el futuro de este siglo, o sea Pedro Sánchez, saluda el cambio en Alemania mientras lanza los dardos de siempre a la derecha. Obvia, no interesa, que en realidad el cambio no es de la envergadura que vende, porque los socialdemócratas han gobernado con Merkel en los últimos años, y el hombre del cambio ha ocupado varias carteras con la canciller. Prefiere, marcando una distancia que él sabe astronómica con la socialdemocracia alemana, zurrar al PP que es el recurso político más utilizado por este gobierno que tanto gusta de hacer oposición a la oposición.

Vale que Casado no es Merkel y los populares españoles quizá carezcan en este momento de la consistencia política de los cristianodemócratas. Evidentemente hay distancia. Y una no menor es que la CDU jamás pactaría con formaciones de extrema derecha como sí hace el PP. Pero son formaciones que tienen relación y sintonía, y comparten proyectos europeos y en algunas ocasiones estrategias.

Piensa esto Eladio cuando compara la disposición de Sánchez a entenderse con el PP, con la de los alemanes a dialogar entre bloques ideológicamente distintos.

Pero eso a Sánchez no le importa. Tampoco que los temas de conversación para la coalición de gobierno sean los elementales en este momento de crisis para cualquiera que se comprometa en la gestión política de un país y la mejora de la vida de sus ciudadanos. Lo relevante es que hay un socialdemócrata que ha ganado a los conservadores y que en su agenda hay temas que aquí están en marcha y que con eso se puede construir una canción –himno a su propia obra– que suene bien aunque sea mentira.

En el relevo entre la cristianodemócrata Angela Merkel y el socialdemócrata Olaf Sholtz hay felicitaciones mutuas, un reconocimiento a la canciller de orgullo por haberla tenido al frente del país, y un deseo de ésta, de corazón, de la mejor de las suertes en el cargo y aciertos para el país. Cierran los tiempos de la gran coalición, pero se rinden a su eficacia.

Esa grandeza, este esgrima generoso no se encuentra por ningún rincón de la acción política en España, con un gobierno que se inclina por dar más solvencia constitucional a los anticonstitucionales que a la oposición conservadora, y una oposición que es incapaz de salir del debate facilón del chascarrillo o se muestra incapaz de desprenderse del infantilismo en la gestión de sus crisis interna.

No cree Eladio que España ilumine nada en este momento. Desde luego, Sánchez no es el faro que alumbra el futuro de Europa o su socialdemocracia, tal y como él parece que se ve en este momento de la Historia.

Porque eso es lo peor, que se lo cree. Que está convencido de ser el ariete del progreso de Europa, sordo y ciego a una realidad que Eladio, como cualquier observador medianamente atento, considera verdadero referente.

La vanguardia no es Sánchez. NO mira Alemania a nuestra política como fuente de inspiración para el futuro. Más bien, piensa Eladio, debería la política española inspirarse en la política alemana, en su capacidad de diálogo, en su sentido de estado, en ese liderazgo que pone al país por encima de los intereses de partido.