Iñigo Urkullu
Si la envidia fuera tiña y el infierno rojo para los ricos
El ataque a la fiscalidad madrileña es un asunto tan ideológico como de envidia
Íñigo Urkullu, lehendakari vasco, que gobierna el territorio español con más autonomía –casi independencia– y más ventajas fiscales, se queja de la competencia de Madrid en el terreno impositivo. Propone, claro, que se penalice a la comunidad que preside Isabel Díaz Ayuso. El lehendakari, que no es un experto fiscalista, se enreda consigo mismo o actúa para la galería, porque si hay competencia fiscal en España es la ejerce el País Vasco, desde hace muchos años, gracias al «concierto» y a la hacienda foral, en la práctica un sistema fiscal propio que les permite hacer casi lo que quieran. Urkullu se queja de Madrid, después de que lo haya hecho Gabriel Rufián, la cara «indepe» de Junqueras y compañía en el Congreso que, simplemente, para apuntalar su apoyo a los Presupuestos reclama, con todas las letras, que se castigue fiscalmente a Madrid. Es una vieja cantinela que ser repite con frecuencia y que el Gobierno de Sánchez aceptará, aunque la duda es si lo hará ahora o esperará a la reforma fiscal del próximo año, pendiente del informe de unos expertos que dirán lo que desea la ministra de Hacienda.
Rufián se ha visto superado por su izquierda por Unidas Podemos que ha presentado una enmienda a los Presupuestos en la que, por supuesto, lanza un torpedo a la fiscalidad de Madrid, pero también propone subir, considerablemente, por ejemplo, el impuesto sobre el Patrimonio, una figura fiscal, con tintes confiscatorios, que no existe en la práctica en ningún país desarrollado. El ataque fiscal a Madrid, con impuestos nacionales apenas algo más bajos, se centra en los Impuestos de Sucesiones y Patrimonio, bonificados casi en su totalidad. Eso ha provocado, es tan cierto como lógico, que algunas familias y profesionales se hayan instalado fiscalmente en Madrid, como también salieron de Cataluña –y no solo por asuntos fiscales– miles de empresas ante la deriva del «procés». Los impuestos de Sucesiones y Patrimonio son otra anomalía de la economía española que, además, tienen una mínima capacidad de recaudación. El ataque a la fiscalidad madrileña es un asunto tan ideológico como de envidia. Pablo Iglesias en los albores de su aventura política: «A la izquierda le iría mejor si en lugar de prometer paraísos para los parias de la tierra prometiera un buen infierno rojo para los ricos». Lo más insólito es que Íñigo Urkullu, con todos los privilegios que le otorga tener una Hacienda propia en el País Vasco y una clientela bastante conservadora, se sume ahora al coro de detractores fiscales de Madrid. Si la envidia fuera tiña.
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