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Música

C Tangana: la música y el hombre blanco

A ver si los madrileños vamos a ser los únicos que no podemos reivindicar nuestro acento... nos ha jodío

Canta con voz de chico lánguido, pero no se confíen, porque tiene un discurso afilado y es más listo que el hambre. Antón Alvarez, «Pucho», es C Tangana, el artista del momento. Un madrileño de los que dicen mazo y «arreglao», tan madrileño que canta que solo piensa en largarse, tan cheli que pide queli si se queda sin un chavo después de un sarao. Tres días con la misma ropa puesta y un día te levantas: «¿Que coño me ha pasao?».

Su nuevo disco, «El madrileño», es un tratado verbenero del siglo XXI, golfo y vacilón, que ha batido todos los récords de escuchas y que, quién sabe, podría alcanzar las cotas de repercusión de Rosalía, quien, para más salseo, fue pareja y colaboradora de C Tangana. A veces el destino nos brinda estas historias tan bonitas como una rivalidad artística entre dos ex y eso hay que disfrutarlo. El álbum es la crónica de un calavera y socarrón, de ripio fácil, poca voz y malas costumbres, casi como un Sabina de estos tiempos. Y aunque a veces el disco parece que va a sonar a fusioncita floja, es magistral. Como sus rimas, que en el momento en que las vas a mandar a preescolar te das cuenta de que las llevas incrustadas en el lóbulo frontal. Mitad chulería y desafío callejero; mitad «joder, lo siento, voy a cambiar».

Pucho no tiene voz, en sentido literal. Le pasa como a los madrileños, que de tanta mezcla y tantas leches no somos nadie y así se puede ser mejor. Se puede mutar como un virus, volverse líquido o atlántico. Por eso, con la mano que no sujeta el bardeo, Pucho puede sacar a bailar a Toquinho, José Feliciano y a Elíades Ochoa y enseñarle al mundo que en Madrid existe un puerto de mar adonde llegaron Moris y Tequila y que brindar con el extranjero nos gusta casi tanto como salir por la noche. Algunos han intentado asimilar el discurso de «El madrileño» a una masculinidad (caduca, se supone) o a una nacionalidad (la española) o incluso a una clase social (la baja, será) para arrimar el ascua a su sardina ideológica, y no hay mayor bobada. No son capaces de ver a C Tangana más allá que la «posición de privilegio»: hombre blanco ¡y además madrileño! En realidad, si es algo ese disco, es generacional porque la pérdida de prejuicios con respecto a la tradición propia se ha conseguido plenamente ahora. Me parece a mí que Pucho va a ser el teniente de alcalde de la juventud (digamos, de momento, española) para el fin de la pandemia. El disco es genial por el estilo y la fórmula, esa mezcla extraña y magnética que es difícil de definir y que puede que en el fondo sea solo una actitud, una pronunciación. A ver si los madrileños vamos a ser los únicos que no podemos reivindicar nuestro acento... nos ha jodío.