El Madrid de
Gomaespuma: "Lo bueno emociona, no se olvida y permanece"
LA RAZÓN habla con Gomaespuma, el dúo que forman Juan Luís Cano y Guillermo Fesser y que ya es historia del país
Los recordarán hablando de todo, pero con humor. Desde actualidad, música, salud, cine o gastronomía. También con Mari Carmen y Doña Rogelia. Pero en el mundo del humor español, hay nombres que trascienden generaciones y dejan marca. A pesar de los años que han transcurrido desde sus inicios en la década de 1980, Juan Luis Cano y Guillermo Fesser, los genios detrás de Gomaespuma, siguen siendo relevantes y continúan sacando sonrisas por su visión tan aguda de la sociedad. Tras cuatro décadas de dictadura, Gomaespuma llegó siendo un dúo pionero por su espíritu rebelde y subversivo. «La gente necesitaba reír», comentan a LA RAZÓN.
Saben de radio, televisión, del mundo editorial, y hasta de marionetas. Y si de algo pueden reconocerse es, entre otras cosas, por su compromiso con proyectos benéficos, como es el caso de su propia fundación. «Nosotros actuábamos de una manera poco frecuente en aquel entonces, y es que éramos los mismos delante como detrás del micrófono. Los oyentes conocían nuestras voces tal cual hablábamos en la calle, eso daba una sensación de cercanía y frescura, creamos una comunidad». Ambos comentan que eran muchas las ganas de hacer de todo, y eso les permitió desarrollar una trayectoria de lo más creativa. Confiesan que se han inspirado en sus lecturas, películas que han visto y, sobre todo, de experiencias propias para trabajar: «Hablábamos de lo que pasaba en la calle, de ahí nacen nuestras historias. El ejemplo de Cándida, la asistenta que teníamos en casa, primero fue un personaje ficticio y después pasó a ser la propia Cándida hablando en la radio», comenta Fesser.
Juan Luís Cano considera que «nos hallamos en un momento de eterno retorno, de las historias de vida, donde la nostalgia triunfa; y esto puede ser porque la gente que venía mandado se ha hecho mayor o porque lo nuevo que llega no convence del todo». En su opinión, lo bueno no pasa de moda y nadie se sorprende si Woody Allen estrena película o que se siga escuchando a los Beatles. Y es que la revolución tecnológica nos ha impresionado a todos, pero la vida, en palabras de Fesser «se divide entre las cosas que te emocionan y las cosas que impresionan. Lo bueno emociona, no se olvida y permanece».
La evolución de Madrid
Sus inicios fueron en un Madrid que «estaba de paso». Eran otras las ciudades que los turistas demandaban. De hecho, Fesser, afincado en EE.UU., reconoce que años atrás solo le preguntaban por Barcelona o País Vasco; ahora, Madrid es referente mundial, interesante y cosmopolita. Sin embargo, Cano recuerda una deuda pendiente: «Madrid tiene una deuda con el medioambiente, con la sostenibilidad y con el cambio climático. Hay que dar pasos de gigante porque vamos por detrás. Creo que ya es irreversible, pero por lo menos hagamos que la gente pueda sobrevivir con ese cambio climático que ya hay. Las zonas verdes son necesarias y la movilidad tiene que cambiar».
En el caso de Fesser, lleva desde 2008 sin vivir en la capital y se siente arropado cuando llega. La cafetería Santa Eulalia es especial para Juan Luís Cano; le encanta comer en Zalamero, de la calle Narváez; para vinos y tabernas la Ardosa o Chanquetes. «Lo que es alucinante es que ahora hay gastronomía de todos los rincones del mundo en Madrid, y eso le ha dado una riqueza brutal. En el mercado de la Guindalera hacen una comida nikkei de locos». Fesser reconoce un afecto único por Casa Salvador, que además de ser de toda la vida, recoge la historia de Madrid, desde los cincuenta hasta la actualidad. «Con Franco, Madrid era la capital del cine y de los paradores, a cambio de aceptar bases militares de los americanos. En Salvador se reunían las divas como Ava Gardner o Rita Hayworth; y también acudían los grandes héroes españoles de la época, los toreros. Allí Dominguín se conoció con Lucía Bosé».
Todo empieza en la infanciaMañana domingo en el Estadio Vallehermoso se celebra la maratón más corta del mundo, pues no se trata de correr sino de pasarlo bien. Es apta para todo el mundo pues no son más de 42 metros, y, con ello, se colabora con programas de educación de la Comunidad de Madrid. Ya llevan seis años trabajando con niños y niñas de prescolar con el fin de darles herramientas para su educación socioemocional. “Ya me hubiera gustado a mí que de pequeño me enseñaran a escuchar más a los de al lado, entenderlos mejor, compartir en igualdad o trabajar con gente de todo el mundo”, explica Fesser. El objetivo de la fundación es estar presentes en todos los centros posibles. “Nos dimos cuenta en los países en vías de desarrollo que viajábamos y visitábamos que la forma de salir de ahí partía por la educación, es la base de todo, los peldaños donde empieza todo”.
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