Flecha 2023
Starsky, Falcó y la «basura de guerra» hecha escultura
Fernando de Santiago debuta en Flecha con material de la Guerra Civil reciclado en combinación con metal, alambre y componentes electrónicos
Fernando de Santiago Espinosa (Madrid, 1961) hace algo similar a las esculturas de Goyo Salcedo, alma del Museo de la Batalla del Jarama, que esculpe la metralla incrustada en los olivos de Morata de Tajuña desde aquel choque de más de medio centenar de nacionalidades por la conquista de la capital, hace ahora 86 años. De Santiago desconoce la obra del morateño, pero utiliza en parte la misma materia prima, a la que suma otros restos bélicos hallados en su mayoría en los montes de Navalperal de Pinares y Las Navas del Marqués (Ávila), terreno que fue batido por las fuerzas republicanas del teniente coronel Mangada en el verano de 1936 y donde la huella de su paso –y el de sus oponentes del otro bando, uno de ellos transmutado en personaje de Arturo Pérez Reverte en «Falcó»– marca todavía hoy la senda del caminante.
Fernando, que el año pasado acudía como un visitante más a Flecha –feria de arte contemporáneo que se desarrolla en el centro comercial Arturo Soria Plaza desde 1991–, pensó que este 2023 tenía que estar como invitado. Un deseo cumplido tras ser seleccionado desde ayer y hasta el próximo 5 de marzo en una edición que cuenta con 57 artistas y más de 500 obras en 2.000 metros cuadrados.
Este diseñador gráfico, emprendedor y alma inquieta –que en su juventud era un sosias de Starsky, el detective compañero de Hutch en la serie de televisión de los 70– llevaba «años pensando que alguna salida tenía que dar a mis criaturas, que las pueda ver el público, porque a amigos y conocidos les han gustado mucho», cuenta De Santiago a LA RAZÓN.
Su debut lo protagonizan siete piezas en las que predominan casquillos, metralla, cargadores, «balas despanzurradas en las piedras...», lo que él llama «basura de guerra». Y lo remata una composición más grande, «un collage hecho con cardos, ladrillos, hierros y latas» que forman «un paisaje sobre un portón de madera vieja». Todas están a la venta, un detalle no menor que le trajo a su ejecutor algún quebradero de cabeza para poner precio a una producción fruto de muchas horas en su estudio de Canillejas. Están «tasadas según el baremo orientativo que aporta la organización, más el rendimiento que el autor, lógicamente, quiere obtener», explica Fernando, que ha seguido con atención las indicaciones del fotógrafo.
Junto con los retales bélicos se acoplan alambre, fragmentos de metal y componentes electrónicos que se exhiben en una vitrina donde campea el logotipo de su creador. Un Fernando que se presenta para la ocasión como recolector de objetos que cuida el «detalle» que «les devuelve la visibilidad que un día tuvieron». «Las cosas están ahí, solo hay que saber colocarlas», apunta feliz en su estreno.