Historia de Madrid
El Reina Sofía, de hospital a museo: entre el Guernica, un “scalextric” y tres monjas momificadas
Cientos de años para alumbrar un centro de referencia en la Milla de Oro del Arte en Madrid
El Paseo del Prado de Madrid acumula arte. Además de la primera pinacoteca de España, y el Museo Thyssen-Bornemisza, el tercer miembro de esta tríada es el Museo Reina Sofía de ArteContemporáneo, un espacio este último con una peculiar historia tras años de uso muy distinto al actual.
En este inmenso edificio se ubicaba anteriormente el Hospital General de Madrid, un centrode beneficencia para la gente sin recursos -no era casualidad que en su interior se venerase una imagen de la Virgen de los Pobres-, y que, posteriormente, pasó a formar parte de la Facultad de Medicina, incluso durante un tiempo se utilizó como depósito de cadáveres antes de la creación del moderno Instituto Anatómico Forense. Un gran edificio neoclásico del siglo XVIII situado en Atocha.
La primera fundación del Hospital General de Madrid se debe a Felipe II, que a principios de 1566 centralizó en él todos los hospitales que estaban dispersos en la Corte, entre ellos el Hospital de Santa Catalina o el Hospital de la Pasión. Más tarde Carlos III decidió en el siglo XVIII, hacer una nueva actualización del Hospital ya que se quedaba pequeño para la ciudad. Este es el momento del gran impulso constructivo de esta sede sanitaria.
El edificio previsto llegaba hasta la calle Atocha y la fachada principal que se ve hoy en día iba a ser la de uno de los patios interiores. En definitiva, una obra inacabada que explica que no se hiciese prácticamente nada de ornamentación.
Tras distintos momentos turbulentos, el último la Guerra Civil, en la que tuvo un protagonismo crucial, allá por el año 1965 se cierra el hospital, siendo la Ciudad Sanitaria Provincial la que se hace cargo de asumir las funciones. Hasta ese momento había sufrido varias modificaciones y ampliaciones y tras debatir en varias ocasiones su demolición, en el año 1977 es declarado Monumento Histórico-Artístico, con lo que logra salvarse de desaparecer bajo la piqueta.
En 1980 se logra iniciar la restauración del edificio a cargo de Antonio Fernández Alba, y en abril de 1986 se abre el Centro de Arte Reina Sofía. Toda una iniciativa artística y cultural en una España que pugnaba por alcanzar la modernidad y el tren europeo. Inicialmente albergó solo exposiciones temporales en la planta baja y la 1ª del antiguo hospital, por eso era centro y no museo, hasta que se hacen las últimas modificaciones a finales del año 1988 por José Luis Íñiguez de Onzoño y Antonio Vázquez y diseñan junto con el arquitecto británico Ian Ritchie las tres torres de ascensores de vidrio y acero y se convierte en un Museo estatal con el nombre de Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Más recientemente, con el arquitecto francés Jean Nouvel al frente, se desarrolló un proyecto de ampliación para el Museo Reina Sofía, concebido con una clara voluntad de futuro. El acero estructural de ArcelorMittal contribuyó a realizar este diseño que ha cambiado la fisonomía del barrio.
Todo para albergar más de 18.200 obras de arte, desde Dalí a Miró, pasando por las figuras más señeras de las vanguardias, del desarrollismo a la autarquía, o el tesoro -al menos para algunos-, como es el “Guernica” de Pablo Picasso.
Un salto hacia un protagonismo indiscutible que no tiene freno. Lo que sí posee es una carga histórica que, de nuevo, sale al paso en cada obra o reforma que se hace en el edificio. No es baladí que, en la segunda remodelación del edificio, en el año 1990, se encuentren en la antigua capilla del hospital tres monjas momificadas. Unas religiosas que hoy en día permanecen enterradas bajo la puerta principal del Museo tras el permiso de la Archidiócesis. En el hospital, como cabe pensar, fallecían cada día numerosas personas que eran enterradas en el camposanto del edificio o, como en este caso, en la capilla, un lugar prominente en la institución.
Un Centro de Arte, hoy museo de referencia, con colecciones únicas en el mundo, que se ha reinventado desde oscuros momentos, cuando frente al viejo edificio se erigió un “scalextric” entre los años 1968 y 1986. La decadencia del edificio llegó a límites insospechados. Desde su inauguración, a diario pasaban por las pasarelas más de 200.000 vehículos, lo que convirtió el lugar en uno de los focos de mayor contaminación atmosférica de la ciudad.
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