Historia de Madrid
La Puerta del Sol que no conocimos: así era hace más de 150 años
Historia viva de revueltas y proclamaciones, de heroísmo y acampadas, la que fuera calle ancha ha crecido en su arquitectura e importancia política
Algo más que una plaza. Escenario ciudadano y lugar de encuentro. O de desencuentro, pues en la memoria de todos está el motín de Esquilache, de 1776, o la revuelta contra las tropas de Napoleón en el señero 2 de mayo de 1808.
Una plaza que era Puerta, pues originalmente, la Puerta del Sol era una de las entradas de la muralla que rodeaba Madrid, allá por el siglo XV, y el nombre le viene de un sol en bajorrelieve que había tallado en la misma. Era un punto exterior de la ciudad, aunque debido a su situación y al crecimiento de la Villa y Corte hacia el este, fue convirtiéndose, poco a poco, en un lugar clave para la salida hacia los alrededores. Hoy en día es el centro neurálgico de la ciudad, centro también de España, pues es aquí donde se encuentra –en el suelo, frente al reloj de la Real Casa de Correos–, el Kilómetro 0, del que parten las seis carreteras nacionales. Aunque esto, en cierta medida, también se ha convertido en un vestigio «histórico»: la peatonalización de la plaza hace casi imposible que un coche particular salga de ese centro de las carreteras españolas.
Una Puerta del Sol que, obviamente, no siempre fue como ahora la vemos, y que ha sufrido –o se ha beneficiado– de cambios que han moldeado su aspecto de manera radical. El último, hace bien poco, en la década de 1990, cuando se reordenó la plaza y se colocó en su centro una escultura ecuestre de Carlos III –el mejor alcalde de Madrid, ya saben–, obra de los escultores Eduardo Zancada y Miguel Ángel Rodríguez, Sin embargo, los cambios de calado fueron anteriores. Bastante alejados en el tiempo.
La plaza ha ido adquiriendo su carácter de lugar de importancia histórica desde sus inciertos inicios como calle Ancha e impersonal en el siglo XVI, hasta zambullirse en el costumbrismo del siglo XIX, protagonista de las descripciones de los primeros viajeros románticos, las recepciones de reyes, las rebeliones populares, las manifestaciones, las acampadas...
Desde el punto de vista arquitectónico, la Puerta del Sol es un espacio de paso ensanchado, de forma oblonga, un punto de convergencia de calles que adquiere el aspecto de plaza a mediados del siglo XIX. Nada que obedezca a una voluntad primigenia, más bien al deseo de mejora y urbanización racional en distintos momentos históricos.
Lo cierto es que en dicho espacio desembocan una decena de calles, que en el siglo XVIII eran once. La historia y los acontecimientos políticos que la acompañan han moldeado su aspecto. De ese pasado, quedan de testigos la antigua Casa de Correos, que después fue el Ministerio de Gobernación y en la actualidad es sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid. Se trata del edificio más antiguo de la Puerta del Sol actual. De lo que resta de otras edificaciones que allí tuvieron su solar. El segundo en antigüedad es la Casa Cordero, que a lo largo de la historia de la plaza ha ido cambiando de uso. Hoy pocos reparan en este inmueble que se encuentra en el número uno de la calle Mayor y que recibe ese nombre por su promotor y primer propietario: Santiago Alonso Cordero, maragato de Astorga. Pero si atendemos a la importancia de los edificios echaremos a faltar uno principal. El otro acompañante en importancia en la zona fue la iglesia del Buen Suceso, que la desamortización de Mendizábal se llevó por delante. Se derribaron, entre otros, los conventos de San Felipe y Nuestra Señora de las Victorias allí ubicados.
Para abrir Madrid y esta Puerta del Sol a unos nuevos tiempos, entre 1857 y 1862, Lucio del Valle, Juan Rivera y José Morer llevaron a cabo la reforma de la plaza, dándole su fisonomía actual. Para ello mantienen la alineación de la Casa de Correos en uno de los lados y construyen edificios de viviendas con fachadas uniformes definiendo un espacio de forma semicircular. Un tanto al estilo, de manera más modesta y contenida a un espacio concreto, como lo que emprendió en París el barón Haussmann al abrir bulevares y avenidas. Aquí se buscó dar «aire» a una plaza constreñida. Espacio ciudadano.
En ese intento, se derribaron iglesias como la del Buen Suceso, en un lugar que hoy muchos identifican la tienda de Apple, y que a su vez, ocupó el espacio del renombrado Grand Hotel de París
Esta idea abrir la plaza no era nueva. Ya en 1831, el marqués de Pontejos, presente en el lugar sino en cuerpo sí en calle, había aconsejado al Ayuntamiento el derribo del Buen Suceso y San Felipe para realizar un ensanche de la Puerta del Sol. Desde comienzos de siglo XIX se hicieron diversas obras de reforma y remodelación, todas ellas de impacto limitado. Algo se estaba barruntando. Unos intentos de los que puede ser testigo la estatua de la Mariblanca, que «se alojaba» en una fuente de la Puerta del Sol y comenzó su periplo por otras plazas e instituciones de Madrid hasta acabar, de nuevo, aunque no sea la original, en el mismo lugar del que salió.
Y llegaron los hoteles
El Hotel de París, del que avanzamos su localización, no sería el único. Ni mucho menos. Tras finalizar la reconstrucción de la plaza y despejar su área en forma semi-elíptica, el aspecto era el de una plaza homogénea y pronto se iniciarían los proyectos de ubicar los mejores hoteles en los edificios que rodeaban su espacio. Se buscaba hacer de la Puerta del Sol un lugar principal, no en vano estaba próxima al Palacio Real. Los edificios de la plaza, casi análogos, poseen una altura de casi una treintena de metros. Uno de los más llamativos fue la Fonda de los Príncipes (denominada después Hotel de los Príncipes, en un intento claro de darle importancia). Este hotel se inauguró el día 1 de octubre de 1861, siendo uno de los primeros de la Puerta del Sol. Una de las atracciones del hotel era que sus ventanas exteriores poseían vistas a la fuente del chorro. ¡Ahí es nada! Se trataba de un hotel caro para la época, y los viajeros que deseaban menos lujos poseían otras opciones como la Fonda de San Luis y las Diligencias Peninsulares. Pegado a la Puerta del Sol bajando por la calle Arenal se había construido en 1855 el Gran Hotel de Oriente, y el Hotel de la Paz, situado en la parte oeste. El Hotel del Universo, el más tardío, fue inaugurado en el año 1870.
Y apareció Tío Pepe
Tras la reforma, uno de los locales más grandes de la plaza fue alquilado en 1863 a una financiera francesa que se encargó de habilitar uno de los hoteles más lujosos de Madrid. En 1864 se inauguró el Grand Hôtel de Paris. Tuvo este establecimiento la aureola de hotel elegante hasta que en 1910 fue eclipsado por el Hotel Ritz. El Hotel de la Paix tenía capacidad para varios centenares de residentes; y en el segundo piso, albergaba uno de los mejores comedores de la época (de estilo francés, obviamente). El hotel fue clausurado en 2006. Entre sus visitantes ilustres estuvo Rubén Darío que ocupó sus habitaciones en 1908. Otros hoteles se abrieron posteriormente en la zona, como el Hotel Cuatro Naciones en la calle Arenal. La Puerta del Sol era lugar obligado de viajeros y crisol de modas venidas de fuera. Sabedores los más comerciantes del protagonismo del lugar, González Byass colocó su cartel de Tío Pepe, en 1935, sobre el Hotel París, con motivo del centenario de la bodega jerezana. Con el paso del tiempo, y el cierre y venta de lo que había sido el Hotel de París, el cartel paso a otro lugar relevante de la Puerta del Sol. Buena muestra, en cierta medida, de que los cambios en la plaza no se han parado en el tiempo. Que el lugar es un espacio vivo. Tan activo como cuando, allá por 1854 se buscó saltar en el tiempo y en la estética de una plaza constreñida. Una Puerta del Sol que, como decimos sigue en ebullición arquitectónica tras incorporar, en 2009, un intercambiador de transportes conocido por muchos como el «iglú» o la «ballena». Modernidad estética a pocos metros del Oso y el Madroño, de 1967, guardián de las esencias de la Villa y Corte.
Escenario del sentir de todas las Españas
Es posible que para muchos la Puerta del Sol sea ese espacio en el que, año tras año, se dan las campanadas que anuncian el Año Nuevo. Pues sí y no. La Puerta del Sol también es algo más. Ha sido, en la historia, escenario de protestas y heroísmo, de algaradas y revueltas... Como el motín de Esquilache, en 1766. O la resistencia contra Napoleón el 2 de mayo de 1808, toda una muestra de voluntad de recuperación de la identidad nacional frente al invasor. O la proclamación de la Constitución de 1812. Además del atentado de 1861 contra Isabel II o el asesinato, en 1912, de José Canalejas, o, la proclamación de la II República, en 1931 o la «toma» de la plaza por el llamado «15-M».
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