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Martin Luther King III - «La filosofía de mi padre caló, aunque queda mucho por hacer»
El hijo mayor del reverendo le recuerda al cumplirse el aniversario de su asesinato y habla de cómo fue su niñez, de la lucha de derechos civiles hoy y del peso del #Blacklivesmatter.
El hijo mayor del reverendo le recuerda al cumplirse el aniversario de su asesinato.
Martin Luther King III, 60 años, hijo del reverendo Martin Luther King Jr., nació en Montgomery, Alabama. Tenía 10 años cuando James Earl Ray asesinó a su padre en el motel Lorraine. Activista político no olvida lo sucedido aquel 4 de abril cuando sonó un disparo en los cielos de Memphis. Lejos de deleitarse en la contemplación del pasado prefiere trabajar el presente al tiempo que avizora un futuro más amable.
–A riesgo de resultar convencional o tópico, ¿cómo recuerda a su padre?
–Tenía 10 años cuando fue asesinado, en 1968. Para mí y mis hermanos papá era un compañero de juegos. Jugaba mucho con nosotros cuando volvía de sus viajes en la carretera. Ciertamente era un adulto, pero le gustaba jugar con sus hijos, al beisbol, etc. Era muy fuerte. Recuerdo que nos subía a la nevera y saltábamos a sus brazos. También viajamos unas seis o siete veces con él. Participamos en algunas de las marchas y manifestaciones, aunque éramos pequeños. No puede decirse que pasáramos una enorme cantidad de tiempo juntos, pero la calidad fue extraordinaria.
–King vivió sometido a una enorme presión. Entre otras cosas por la amenaza muy real de morir asesinado. ¿Cómo sobrellevaba ese estrés? ¿Se traducía de alguna forma cuando llegaba a casa?
–Estaba bastante presionado. Pero mis padres trataron de protegernos. Aunque es muy posible que de forma inconsciente percibiéramos, o al menos sintiéramos, parte de lo que ocurría, conscientemente no. A fin de cuentas éramos niños. Claro que todo, todas las prevenciones de los adultos y sus esfuerzos por protegernos, desaparecen la tarde en que veíamos en la televisión las noticias de las 7 de la tarde y de repente un cartel en la pantalla indicó que acababan de disparar al doctor King en Memphis.
–¿Cómo reaccionaron?
–Gritábamos. Lloramos. Corrimos hasta el dormitorio de mis padres. Mi madre, a la que ya habían informado por teléfono, nos explicó que papá estaba muy malherido y que iba a viajar a Memphis para estar a su lado. Cuando llegó al aeropuerto fue a un restaurante a comer y según salía vio a un hombre que corría hacia ella. Era el alcalde de Atlanta, Ivan Allen Jr., y por su cara ya comprendió que traía malas noticias. Fue él el que le dijo a mi madre que papá había muerto. Así que decidió volver a casa para preparar a sus hijos. Nos reunió y nos dijo: «Han disparado a vuestro padre y ha muerto. Ahora está con Dios. Cuando alguien trabaja para Dios como hizo vuestro padre a veces Él le llama a su lado para que descanse. Cuando le veáis no será capaz de abrazaros y besaros, como siempre, pero algún día volveremos a verle». Viajamos a Memphis con Harry Belafonte, que era un buen amigo de la familia. Acudieron a presentar sus respetos Robert Kennedy, Ted Kennedy, Jackie Onassis, Richard Nixon, Marlon Brando, Tonny Bennett, Peter, Paul y Mary, Sammy Davis Jr., y por supuesto miles y miles de ciudadanos anónimos. Fue en ese momento cuando mis hermanos y yo comenzamos a comprender la importancia de mi padre y el calibre de sus contribuciones.
–Me pregunto cómo fue crecer en su ausencia, condicionado al mismo tiempo por el dolor de la pérdida y por la sombra intimidante del mito.
–No fue fácil, pero tampoco imposible. Llevar su nombre no podía ser una condena sino un honor. Los primeros años, cuando fui al college, prefería que no se hablase de él. No me presentaba como Martin Luther King, sino como Marty King. Lo que me permitía eludir un poco su abrumadora presencia. Mi padre había estudiado en ese mismo instituto. Y tengo mucho que agradecer a mi madre. Insistió en que no tenía por qué ser un líder de los derechos civiles. No tenía que ser un ministro. Solo tenía que ir al instituto y ser yo mismo. Eso fue un gran regalo. Me permitió crecer. En cierto sentido seguí los pasos de mi padre, porque me dediqué al activismo político, pero en cambio no me ordené ministro. Gracias a mi madre, que me permitió convertirme en el mejor Marty posible.
–¿Cuáles diría usted que fueron las grandes causas por las que luchó su padre?
–Los cuatro sueños de mis padres, las cuatro cuestiones esenciales por las que pelearon, fueron la erradicación de la pobreza, el racismo, el militarismo y la violencia. Obviamente queda camino por recorrer. Por ejemplo, en EEUU hay no menos de 43 millones de personas que viven en la pobreza.
–¿Cómo valora los continuos incidentes entre la policía y la población negra?
–Casi todas las semanas muere un afroamericano tiroteado por la policía. Como ese hombre de Sacramento, que solo llevaba un teléfono móvil y al que según la encuesta los agentes le dispararon media docena de veces por la espalda. Mire en cambio el chico blanco en Parkland, Florida. Asesinó a 17 compañeros y sin embargo fue detenido sin un rasguño. O sea que sí, parece que rige un estándar diferente para los negros. Por supuesto que no toda la policía actúa así. Solo algunos elementos o, como mucho, algunas secciones de los departamentos de policía.
–¿Cómo valora la presidencia de Obama?
–Obama trabajó en unas circunstancias muy difíciles. Él y Michelle personificaron la excelencia. Eso no significa que yo estuviera de acuerdo con todo lo que hicieron o que aplaudiera todas sus políticas, pero fue un presidente fantástico. Entre otras cosas porque restauró el sosiego, la racionalidad, incluso la elegancia, en la vida política, al tiempo que desterraba la impulsividad como elemento decisivo en la toma de decisiones.
–No puede decirse lo mismo de Trump.
–Creo que Trump no lo ha comprendido. No ha comprendido nada en absoluto. Su filosofía se puede resumir en que si me atacas te ataco el doble de fuerte. Estamos atravesando una época difícil, la verdad.
–Volviendo a su padre, la no violencia es uno de sus legados esenciales.
–La no violencia es, sin duda, una de las contribuciones más importantes de mi padre y del movimiento por los derechos civiles. Creía profundamente en ella. Una idea, casi una filosofía, que afortunadamente permea en buena parte de nuestra sociedad, aunque todavía queda camino por recorrer. Mire, al más alto nivel, la actitud de Trump respecto a tantos asuntos. Por ejemplo, con Corea del Norte. Y viceversa. Las amenazas continuas. Aquello tenía todos los ingredientes para acabar en desastre. Afortunadamente parece que algo está cambiando. Volviendo a mi padre,es importante recordar su apuesta por la resolución pacífica de los problemas. Aunque hemos avanzado, todavía glorificamos la violencia. Creo que una de las razones por las que el mensaje de mi padre fue tan efectivo es que se mantuvo fiel a la no violencia.
–En EE UU todavía existen situaciones de discriminación racial. ¿En qué dirección hay que seguir luchando?
–Necesitamos una conversación a nivel nacional sobre la raza. Tenemos que reconocer que todavía hay elementos racistas en nuestra sociedad. Lo interesante es que de forma involuntaria el presidente Trump ha situado este debate en primera línea, y vamos a hablar de ello queramos o no. Por otro lado hemos avanzado muchísimo. La gran mayoría de la población no es racista. Son pequeñas bolsas, aunque eso ni significa que podamos ignorarlas o que no tengamos que trabajar en ellas. Dicho esto, recuerde las manifestaciones racistas en Charlottesville. No eran más de 200 individuos. Que sí, por supuesto, es gente peligrosa, pero las manifestaciones en contra congregaron a miles de personas, y sin embargo los medios de comunicación prefirieron centrarse en los racistas.
–¿Qué relevancia concede usted al #Blacklivesmatter?
–Mucha, y me hace sentir bastante orgulloso que patrocinen la idea de la no violencia. De todas formas el éxito de las reivindicaciones de algunos de estos movimientos va a depender, al menos a corto plazo, de lo que ocurra el próximo noviembre con las elecciones legislativas de mitad de mandato. Y creo poder decir que mi madre y mi padre estarían orgullosos de estos movimientos.
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