Laura Chinchilla
“El 8-N, América Latina amanecerá con una dictadura más en el corazón del hemisferio y al estilo de Corea del Norte”
La ex presidenta Laura Chinchilla, la primera mujer en llegar al poder en Costa Rica, denuncia cómo ahora las dictaduras en la región se forjan “a camára lenta y a plena luz del día”
Sin rodeos, Laura Chinchilla, ex presidenta de Costa Rica (2010-14), habla sobre el deterioro de las democracias en el mundo y la «farsa electoral» para que el régimen de Ortega-Murillo se perpetúe en el poder. Miembro del Club de Madrid y muy activa en todo tipo de foros internacionales –el próximo en la Cumbre de la Democracia organizada por Joe Biden en diciembre–, a la primera presidenta de Costa Rica le ha dolido «que algunas democracias de nuestra región, no han actuado con contundencia» respecto a la deriva autoritaria en Nicaragua. Chinchilla explica a LA RAZÓN que «los resultados de las elecciones en Nicaragua serán absolutamente espurios».
Acaba de participar en las jornadas del Club de Madrid: Rethinking Democracy 2021. ¿Hace falta «repensar la democracia»?
Sin duda alguna. En primer lugar porque hay señales preocupantes y un evidente deterioro de las variables de la democracia que tienen que ver con el Estado de Derecho, el respeto a las libertades fundamentales, a la independencia de poderes, concentración del poder en manos del ejecutivo, todo esto asociado a un malestar ciudadano que ha venido deteriorando la confianza de la gente en la democracia. Estamos ante la exigencia de repensarla, pero de actuar también con muchísima urgencia.
En cuanto al grupo de trabajo de la próxima Cumbre para la Democracia organizada por Joe Biden, ¿qué va a recomendar para que no haya cada vez más autocracias en el mundo?
Esta cumbre llega en un momento muy oportuno. Es evidente el aporte que hará el Club de Madrid, a través de sus miembros, que hemos estado en el poder en democracia. Ante las tendencias autocráticas que estamos viendo en el mundo explican el deterioro democrático, tenemos que buscar las causas profundas y los síntomas más inmediatos. Respecto a las causas profundas, habrá que revisar las limitaciones las democracias, hay que hacer un mea culpa. Muchos sistemas democráticos no están a la altura de las expectativas ciudadanas y hay frustración frente a la corrupción, el cambio climático, la revolución tecnológica y las desigualdades. La población siente incertidumbre, siente molestia. Hay que trabajar en respuestas efectivas ante las demandas ciudadanas. Al mismo tiempo, hay que reconocer que se requieren respuestas más innovativas, porque las instituciones tradicionales ya no dan a abasto. Ya no sólo hay que preocuparse en ver cómo mejorar el desempeño de las instituciones representativas (parlamentos, partidos políticos...) –que son las que más han caído en las preferencias ciudadanas– sino también de cómo respondemos a través de nuevas modalidades institucionales para que la gente sienta que tiene más voz, que tiene más poder frente a quienes están gobernando.
Mientras el mundo luchaba contra la pandemia de coronavirus, ¿se han exacerbado las dictaduras? ¿Se ha retrocedido en los valores democráticos?
Aún es pronto para sacar conclusiones. Lo que sí sabemos es que muchos gobernantes aprovecharon los poderes excepcionales que la pandemia ponía en sus manos para cercenar espacios de libertad, espacios de opinión, siendo la prensa los poderes judiciales y en algunos casos, las autoridades electorales, los más afectados. Sabemos que la crisis que ha generado la pandemia es multidimensional y no todos los gobiernos podrán seguir respondiendo de la misma manera.
Hoy se celebran elecciones en Nicaragua, con una cuarentena de opositores detenidos desde mayo. ¿Qué valor van a tener esos resultados?
Los resultados serán absolutamente espurios. Esto no es un proceso electoral, esto es una farsa que está montando un régimen que de previo eliminó cualquier condición mínima para haber hablado de democracias justas, competitivas y observadas. Ha sido muy evidente que todo aquel que se pronunció –ni siquiera inscribió– sobre el interés de ser candidato fue inmediatamente neutralizado, despareciéndolo o encarcelándolo. Sin tener defensa, garantías procesales, ni siquiera de visitas de familiares y amigos. El régimen ha venido concentrando poderes, ha cooptado las autoridades electorales, ha expulsado a los medios de comunicación independientes,... vamos es a una farsa a partir de la cual Él quiere perpetuarse en el poder. El 8 de noviembre, América Latina va a amanecer con una dictadura más en el corazón del hemisferio y al mejor estilo de Corea del Norte. Porque al mismo tiempo que tomaba todas estas medidas, ha venido también desplegando el poder del Ejército de las Fuerzas Armadas en la calle. Va a ser un capítulo muy triste para América Latina.
La OEA, la UE no van a reconocer los resultados, pero ¿cómo se puede frenar la deriva autoritaria de Daniel Ortega?
Ya no hay nada que hacer para evitar que este fraude acontezca. Algo que se pudo haber evitado, pues este proceso viene prácticamente del año 2008 cuando por primera vez, precisamente la UE denunció fraude en procesos electorales locales. En el caso de Nicaragua estamos viendo es la nueva modalidad de deterioro democrático en América Latina (y en otras regiones). Es un proceso gradual frente al cual estamos al descubierto, ya que todos los mecanismos que diseñamos en el pasado eran para responder a cambios súbitos en el ejercicio de poder, a golpes de Estado, a asonadas militares... Aquí vemos que se hace a cámara lenta, a plena luz del día, a pesar de las condenas (dos) del Consejo de Derechos Humanos de Ginebra, (dos) de la Asamblea General de la OEA, (seis) del Consejo Permanente de la OEA. Queda en evidencia que no basta con los mecanismos regionales que tenemos hoy para evitar el deterioro democrático. Nicaragua es el claro ejemplo. Esto no significa que tengamos que cruzarnos de brazos y dejar que Daniel siga en el poder. No. Lo que urge ahora es hacer ver a la comunidad internacional que no hay condiciones, que lo reconozcan así. El mismo día, volver a reiterar el desconocimiento de los resultados y, en consecuencia, la ilegitimidad del Gobierno de Daniel Ortega para acomodar la estrategia de sanciones y diplomática que permita abrir espacios a la negociación.
¿Qué le parecen los países y líderes que miran hacia otro lado o incluso los que directamente apoyan a Ortega?
No hay duda de que se viene forjando una alianza de autócratas en el mundo y se ayudan entre ellos. El hecho de que Rusia esté abiertamente ayudando militarmente y en otros frentes a Nicaragua, o que Irán lo haga no sorprende. Lo que nos ha dolido son algunas democracias de nuestra región, que no han actuado con la contundencia que deberían haberlo hecho y se mantuvieron neutrales. Aunque Nicaragua ya se quedó sola.
¿Qué países?
Guatemala, Honduras, Argentina, Venezuela, por supuesto, Bolivia, México y un par de naciones del Caribe.
Usted rompió el techo de cristal en Costa Rica, ¿qué le parecen los ejemplos de Rosario Murillo o Cilia Flores, en esta suerte de dinastías?
Son autócratas que van hacia regímenes dinásticos. Vemos delfines por todos lados –Maduro ya está perfilando a su hijo–. Ponen en evidencia la pobreza institucional a la que han condenado a sus países. Es sumamente lamentable. En el caso de Nicaragua, subrayamos la responsabilidad que tiene Murillo.
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