Represión
Éxodo de extranjeros en Birmania por el temor a una guerra civil
El temor a una guerra civil ha provocado que decenas de países, entre ellos España, pidan a sus ciudadanos que abandonen cuanto antes el país tomado por los militares
Tras un ataque aéreo a la provincia fronteriza de Karen, los grupos étnicos de la región se han movilizado contra el Ejército de Birmania. Con unos 135 grupos étnicos distintos, la amenaza de la insurgencia está presente en todo el país.
¿Se enfrenta Myanmar a una guerra civil?
Ante el recrudecimiento de la violencia militar contra las protestas y la escalada del conflicto con las minorías étnicas, las autoridades españolas han recomendado a sus ciudadanos que salgan lo antes posible. «En el caso de que usted se encuentre actualmente en Myanmar: Se recomienda abandonar el país a la brevedad posible, haciendo uso de los vuelos disponibles», apunta el mensaje del ministerio de Exteriores español.
Mientras tanto, los manifestantes de la República celebran vigilias nocturnas a la luz de las velas y lanzan una campaña de desobediencia civil llenando las calles de basura, después de que un grupo de defensa de los derechos humanos afirmara que las Fuerzas de Seguridad habrían matado ya a más de 500 personas desde el golpe de Estado del 1 de febrero.
«Se prevé que en los próximos días y semanas sigan escalando de forma significativa los episodios de violencia en las principales ciudades del país, y especialmente en Yangón (Rangún)», apunta la recomendación de Exteriores. Antes del golpe de Estado del 1 de febrero, unos 90 españoles residían en Myanmar, muchos de los cuales han abandonado el país. Se cree que continúan unos 53 españoles. Países de la Unión Europea como Alemania, Finlandia, Suecia, Dinamarca, Austria e Irlanda, y otros como Estados Unidos, Reino Unido y Australia, han recomendado igualmente a sus ciudadanos que abandonen el país.
Las potencias mundiales han intensificado su condena de la campaña militar contra el movimiento antigolpista que exige la restauración del Gobierno elegido y la liberación de la líder civil Aung San Suu Kyi. Asimismo han amenazado a la junta con la posibilidad de imponer sanciones severas, suspender los paquetes de ayuda y prohibir el comercio, e instar a los militares a liberar a todos los detenidos. Sin embargo, la historia sugiere que es poco probable que esta presión les haga cambiar el rumbo.
En primer lugar, los líderes militares birmanos tienen un largo historial de soportar sanciones económicas paralizantes, incluso cuando perjudican gravemente a su población.
En segundo lugar, el Tesoro estadounidense ya incluyó a Min Aung Hlaing en su lista de Nacionales Especialmente Designados en 2019 por su participación en el genocidio de la minoría rohingya. El actual comandante en jefe de las fuerzas armadas de Myanmar tiene poco que perder con nuevas sanciones.
En tercer lugar, se cree que Aung Hlaing apuesta por que Occidente no imponga sanciones a su gobierno, temiendo que la medida pueda empujar a Myanmar hacia el abrazo de China. Esto, a su vez, costaría a las potencias occidentales un importante peón en la actual partida de ajedrez de la Guerra Fría que están jugando contra China.
De hecho, la respuesta de Pekín al golpe fue, como poco, sorprendente. Como principal socio económico y segundo inversor de Myanmar, China afirmó que el golpe era una mera remodelación del gabinete, lo que hizo que muchos Estados miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) adoptaran la misma postura.
En general, parece poco probable una respuesta coercitiva y directa de Occidente (o de la ASEAN) contra el Tatmadaw (Fuerza aérea de Birmania).
¿Permitirá Occidente esta toma de posesión progresiva? ¿Serán más contundentes con Myanmar? ¿O el pueblo de Myanmar resolverá su gran problema por sí mismo? Por desgracia, todo apunta a que no podrá sin ayuda exterior.
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