Baño de sangre
Jornada de luto en Birmania tras la matanza del sábado
Mientras los manifestantes lloran por las más del centenar de víctimas, las Fuerzas de Seguridad no respetan ni los sepelios. Los uniformados abren fuego contra los presentes en un funeral de un joven de 20 años
Birmania ha vivido hoy un domingo de luto. Los funerales por las más de cien personas que el día anterior murieron a manos de los cuerpos de seguridad del país se sucedieron a lo largo y ancho del país. Algunos fueron públicos. Otros en secreto. En uno de ellos ni siquiera llegaron a honrar la memoria del difunto Thae Maung Maung, un estudiante de 20 años abatido por la policía el sábado. Antes de que sus allegados pudieran decirle adiós, los uniformados abrieron fuego contra los presentes que huyeron despavoridos al oír los disparos.
“En el momento en el que le cantábamos la canción de la revolución, las Fuerzas de Seguridad llegaron y nos dispararon”, aseguró una mujer llamada Aye a la agencia de noticias Reuters en la ciudad de Bago donde tenía lugar el sepelio.
“La gente, incluyéndonos nosotros, huímos cuando abrieron fuego”, añadió.
Parece que de poco sirvió la condena internacional que logró arrancar la sangrienta jornada del sábado, en la que murieron 110 personas, entre ellas varios niños.
Tras dicho baño de sangre, el relator especial de la ONU para Myanmar, Tom Andrews, afirmó que el Ejército estaba llevando a cabo un “asesinato en masa” y pidió al mundo que aísle a la Junta y detenga su acceso a las armas, al financiamiento o a los ingresos del petróleo y el gas.
“Si el Consejo de Seguridad no puede actuar, entonces debería organizarse de manera inmediata una cumbre internacional de emergencia”, apuntó en un comunicado.
Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y la Unión Europea también condenaron la violencia y el ministro de Relaciones Exteriores alemán, Heiko Maas, escribió en Twitter que “no toleraremos el brutal curso de acción de los militares contra el pueblo de Birmania”.
Pero las críticas extranjeras y las sanciones impuestas por algunas naciones occidentales tampoco han logrado hacer mella en la determinación de los militares por mantenerse en el poder desde que el pasado 1 de febrero perpetraran un golpe militar.
Desde entonces, el número total de muertos supera los 460 y la violencia y el miedo a las torturas y desapariciones se ha instalado en el país. La Junta Militar ha clausurado medios de comunicación y persigue a los periodistas, por lo que el acceso a la información y a los datos es cada vez más complicado. Pese a ello, los birmanos no se rinden y salen a protestar contra la asonada a diario.
Rangún, Monywa, Myinchan, Magway o Hapakant fueron algunas de las urbes donde los ciudadanos salieron a manifestarse, donde al menos tres personas fallecieron a manos de los cuerpos de seguridad.
Los militares condenan el uso de la fuerza
Difícil salida a una situación que hasta los máximos jefes de las Fuerzas Armadas de EE UU y otros once países han condenado tras la violencia empleada por los militares birmanos. En una nota poco habitual difundida por el Pentágono y firmada por comandantes militares de EE UU, Canadá, Reino Unido, Países Bajos, Japón, Corea del Sur y Australia, criticaron el uso de fuerza letal contra civiles desarmados y condenaron la masacre contra los manifestantes en el día de la celebración de las Fuerzas Armadas.
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