Crimen en Tailandia
Daniel Sancho: los guapos también matan
A pesar de los horribles cargos que se le imputan, su belleza le ha permitido hacerse con un club de fans y admiradores.
Antes de este verano, buena parte de la población española vivía ajena a la existencia del hijo adonis de Rodolfo Sancho, y, si me apuran, a la del propio actor. Sin embargo, desde el 7 de agosto, el rostro de Daniel Sancho es más conocido que el de su padre, aunque por razones muy diferentes. A todos se nos cayó la Caipirinha de las manos cuando en plena ola de calor se descubrió que, siempre presuntamente –hasta que un juez tailandés diga lo contrario–, asesinó con sus propias manos a Edwin Arrieta, al que posteriormente descuartizó para esconder las partes del cuerpo por todo el archipiélago de Tailandia. La historia parecía sacada de uno de estos programas de crímenes reales cuya veracidad uno siempre cuestiona, pero ya saben lo que dicen: la realidad siempre supera a la ficción, y en este caso, ¡vaya si lo ha hecho!
Por si el relato de un consentido hijo de famoso que ha matado y desmembrado a un cirujano durante sus vacaciones no fuera suficiente, los ingredientes y matices que poco a poco se le iban añadiendo no hacían otra cosa que despertar el interés de una opinión pública necesitada del morbo que se le arrebató tras el final de «Sálvame».
Los días iban pasando y cada titular era más rocambolesco que el anterior: «Daniel Sancho y Edwin Arrieta mantenían una relación sentimental», «Edwin Arrieta tenía secuestrado a Daniel Sancho», «Daniel Sancho se acostaba con Edwin Arrieta por dinero»... Un sinfín de afirmaciones sensacionalistas que frivolizaban sobre un asunto tan serio como que un hombre había perdido la vida a manos de otro.
El máximo paradigma de la banalización de este atroz crimen lo encontramos en la creación de un club de fans de Daniel Sancho, los sanchistas, que nada tienen que ver con los seguidores del presidente del Gobierno –recuerden: esos son los rojos–. Esta panda de insensatos defendía a «su niño» con uñas y dientes aludiendo solo a su innegable belleza, un mérito fruto de la buena genética y una enfermiza obsesión por el gimnasio. Presas de una especie de síndrome de Stendhal, llegaron a exigir que se le liberara de la prisión de Koh Samui para que pudiera participar en la nueva edición de «Gran Hermano VIP». Por supuesto, nunca llegó a formar parte del casting del reality show, aunque dudo de hasta qué punto habrían estado dispuestos los productores si el Gobierno tailandés se lo hubiera permitido. A lo mejor empezaron a plantearse la creación de un nuevo formato, «GH Criminal», que aunaría en la casa de Guadalix de la Sierra a los indeseables más famosos del país, desde Sancho hasta el Dioni.
No es la primera vez que la sociedad cae rendida a los pies de un asesino que parece recién llegado del Olimpo. Netflix ha rescatado del pasado uno de los casos más famosos, el de Jeffrey Dhamer, un psicópata con cara de ángel que asesinó a diecisiete hombres y adolescentes, para posteriormente comerse sus restos o conservarlos en su casa. Aunque su culpabilidad quedó demostrada y fue condenado a quince cadenas perpetuas, llegó a recibir varias cartas que llegaban a la prisión de parte de fans y admiradores que creían que «en el fondo no es un niño malo».
Esta especie de delirio colectivo se explica por el llamado efecto halo, una tendencia innata de la mente humana a dar por bueno lo que considera bello. De hecho, las estadísticas demuestran que los presos más atractivos tienen más posibilidades de reinsertarse en la sociedad y encontrar trabajo tras salir de la cárcel, como le ocurrió a Jeremy Meeks, considerado el reo más guapo del mundo, al que se le ofreció un contrato como modelo en cuanto quedó en libertad.
Más dosis de Sancho en 2024
Retomando el caso que nos ocupa, la trama no ha hecho más que empezar y se esperan nuevos giros de tuerca de cara al año próximo. El juicio contra Daniel Sancho comenzará el 9 de abril y se extenderá a lo largo de 15 días hábiles, hasta el 3 de mayo. La estrategia de la defensa se centrará en intentar demostrar que no hubo premeditación, esquivando así la pena de muerte. No niegan, en cambio, que Sancho ocultó las partes del cuerpo de Arrieta por la isla, y lo hizo tan bien que algunas ni siquiera han aparecido. Si algo nos ha enseñado toda esta historia es que los guapos también matan, aunque sea sin premeditación.
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