Polémica
A La Firma solo le queda un camino: decir la verdad sobre Kate Middleton
Desde los primeros años de la reina Isabel II, la familia real ha expuesto su imagen y eso deja poco margen a la intimidad
La enfermedad de Kate se ha convertido en un asunto de Estado. El secretismo ante el estado de la princesa de Gales está resultando más que contraproducente para la Corona, una institución que depende de la popularidad entre los ciudadanos para su propia existencia. Después de que la propia protagonista haya reconocido que editó la fotografía publicada con motivo del Día de la Madre en el Reino Unido –la misma con la que pretendió decir que estaba viva y coleando–, las sospechas de que algo anda mal son cada vez más creíbles.
Palacio se niega a revelar la imagen original. Según la revista conservadora «The Spectator», su única opción ahora es «actuar con mayor franqueza, por más embarazosa e intrusiva que pueda ser». «De lo contrario, esta debacle solo alimentará informaciones sensacionalistas que podrían terminar siendo existencialmente perjudiciales para su reputación», matiza.
Cualquier empresa sabe que no puede acosar a un empleado que está de baja por enfermedad. Es contraproducente además de ilegal. Perocon la Monarquía las cosas funcionan de otra manera. Y Kate lo sabía perfectamente cuando contrajo matrimonio con el heredero al trono aquel 29 de abril de 2011.
La Justicia británica dictaminó en su momento que el derecho a la intimidad se extiende a los miembros de la familia real y el código deontológico de los editores, bajo el que opera gran parte de la prensa británica, protege a todas las personas contra la intromisión injustificada en asuntos de salud física y mental.
Pero con La Firma –financiada por el contribuyente– este es un asunto sumamente complejo. La realidad es que desde los primeros años de la reina Isabel II, la familia real británica se ha validado a través de la publicidad. No siguió a la mayoría de las monarquías europeas. No trató su estatus como puramente ceremonial. Solo había una forma de legitimidad en este enfoque: exponiendo continuamente su imagen. Se convirtieron en una especie de celebrities adoradas a ambos lados del Atlántico. Estados Unidos tiene Hollywood, pero no tiene tiaras en la vida real. Y eso es algo que ha sabido explotar muy bien la Casa Windsor.
El problema es que eso deja muy poco margen a la intimidad. «Puede haber simpatía. Puede haber comprensión. Pero no puede haber ningún secreto. Las columnas y los sitios web, una vez cobrados vida, anhelan ser llenados. Les duele aún más hoy, galvanizados por unos medios digitales indisciplinados y no regulados, libres de verter su veneno en un mundo donde las mentiras son dinero en efectivo», asegura Simon Jenkins, columnista de «The Guardian».
Durante el periplo hospitalario del rey Harald de Noruega se han llegado a publicar hasta tres partes médicos diarios. No es tampoco necesario revelar absolutamente todos los detalles, pero con Kate, el Palacio de Kensington no sale del guion: «No se incorporará hasta después de Semana Santa». En pleno siglo XXI de las redes sociales, se necesita un continuo flujo de información. Y ante el silencio de los canales oficiales, tan solo proliferan las teorías de conspiración. La moraleja es sencilla: decir la verdad. Es más probable que eso sea lo que genere el respeto que busca la Corona ante una situación cada vez más complicada.
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