Balance 21A
Moncloa «integrará» más a Bildu en sus políticas
La dirección socialista considera que las urnas normalizan por completo a la formación abertzale. Harán pinza con ella para atar al PNV
La lectura que hacen en el círculo de más confianza del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sobre el resultado de las elecciones vascas no se anda con miramientos. Para ellos, y es motivo de celebración, los comicios del domingo han confirmado la «normalización social» de Bildu y esto justifica, así lo entienden, que se avance más en su «normalización política».
Ni siquiera los pactos en Navarra, tan sensibles para el electorado socialista vasco, han tenido repercusión en la distribución de los votos, según el análisis que están haciendo, y de ahí que hablen de que el tiempo les ha dado la razón a ellos frente al miedo «equivocado» del líder de los socialistas vascos, Eneko Andueza, claramente a disgusto con aquella decisión de Madrid de traspasar otra línea roja con la cesión de la alcaldía de Pamplona a los herederos de Batasuna a cambio del gobierno de la comunidad foral.
El equipo del presidente está cómodo con el ascenso de Bildu, ese salto histórico que intuyen que puede ser el inicio de un cambio de ciclo en el País Vasco. Por eso no será incompatible reeditar la coalición con el PNV, a un precio más alto, y utilizar el día a día parlamentario para entablar alianzas y complicidades con los de Bildu, que, como efecto secundario, pueden desestabilizar a los peneuvistas, socios mucho más incómodos para el PSOE que la izquierda abertzale.
Hay que entender que sobre lo que ha pasado en el País Vasco este domingo no hacen la lectura de que la victoria de EH Bildu esconde también la amenaza soberanista, sino que la ven como una victoria de la izquierda nacionalista, en un proceso parecido al del BNG en Galicia.
Dice el círculo de Sánchez que ya no se hablará más de ETA en campaña
A Pedro Sánchez le da oxígeno para afrontar las elecciones catalanas del próximo 12 de mayo. Y como la estrategia se mueve en el corto plazo, no hay autocrítica ni preocupa que ese crecimiento de Bildu ocupe espacio de la izquierda por el que debería estar compitiendo el PSE. En ese sentido, además consideran que este crecimiento de la izquierda independentista-nacionalista es irreversible, y como son escudo seguro del PSOE en el Congreso de los Diputados, esto facilita entender como «un buen resultado» que el papel del PSE sea de comodín de un nuevo gobierno de coalición. Esta vez del PNV, pero la «normalización social» aconseja, según barajan, no negarse a que las urnas den pie en el siguiente examen electoral a una coalición con los de Pello Otxandiano.
Tal es la confianza en esta normalización de Bildu que en el entorno del presidente del Gobierno piensan que la búsqueda de sinergias programáticas con los de Otegi –en el País Vasco, en Navarra o en el Congreso– no es ya un factor que les penalice en próximas citas electorales a nivel nacional. La tesis es que en las siguientes elecciones vascas «ya no se va a hablar más de ETA», y que, aunque Bildu tenga todavía pendiente de recorrer un camino ético en la condena del terrorismo, la sociedad vasca, y también fuera del País Vasco, «ha acabado por aceptar a Bildu como otra pieza política más».
En un clima de puesta en escena de una euforia que no parece que se ajuste del todo a lo que han sido los resultados en el País Vasco, otro elemento que entra en la baraja de Moncloa es la idea de que el resultado del domingo coloca todavía más al PP ante una realidad social y política en la que es un partido «sin proyecto para Euskadi, para Navarra y para Cataluña».
En todo caso, el domingo es ya pasado, y el Gobierno se enfrenta a una semana de vértigo por los trabajos de las comisiones de investigación del «caso Koldo» y porque se echa encima la campaña de las elecciones catalanas, en las que Pedro Sánchez va a por una mayoría lo suficientemente amplia como para que el independentismo salga tan debilitado que no pueda ni rebelarse por quedarse fuera de la Generalitat. Es una posición de máximos, que anima el escrutinio en el País Vasco.
El domingo es ya pasado y Sánchez ordena su agenda para dedicarse solo a Cataluña
El resultado en Cataluña completará el cuadro de las comunidades históricas. La «carta» de presentación del PSC es el exministro Salvador Illa, pero, desde la confianza tan fuerte que tienen en Moncloa en que la marca Sánchez es su principal enganche electoral, el presidente multiplicará su presencia en la campaña catalana con ese objetivo de evitar que el independentismo sume.
Lo que no se acaba de explicar es por qué los partidos soberanistas seguirán ayudando a Sánchez en el Congreso si se confirma el plan del presidente de expulsarles de la Generalitat. El argumentario oficial lo que dice es que, desde la debilidad, ERC y Junts no tendrán más salida que apoyar un Gobierno en minoría de Illa, si dan los números para ello, porque la repetición electoral sería «un suicidio para sus propios intereses».
El 12 de mayo es el día grande porque se verá si, como dicen en Moncloa, se pasa definitivamente página del «procés» y la amnistía es un valor rentable para el PSC, o si, por el contrario, el independentismo continúa en condiciones de mantenerse al frente del poder. Si Junts queda en segunda posición, este cuadro que dibujan en Moncloa puede derrumbarse como un castillo de naipes porque lo que apuntan los antecedentes es que Carles Puigdemont no renunciará, por nada, a la Presidencia de la Generalitat. Ni incluso bajo la amenaza de unas nuevas elecciones.
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