Cargando...

José Antonio Vera

El disputado voto de Ciudadanos

El PP no ha sabido conectar bien con el voto de ese cinturón «vermell», que se tornó butano en los tiempos gloriosos de Ciudadanos y amarillo con Junqueras

Albert Rivera, en su época como presidente de Ciudadanos, junto a Inés Arrimadas, cuando ejercía de líder de oposición en Cataluña larazon

El eje de la campaña catalana que hoy muere está en la pugna de unos con otros por heredar el antiguo voto de Albert Rivera, que en tiempos de Inés Arrimadas llegó a aglutinar a la mayoría del electorado, con 36 escaños y más de un millón de apoyos.

Parte de esos sufragios ya se fueron en las anteriores autonómicas a Salvador Illa, ERC o Vox, pero aún restan 150.000 por repartirse entre las diferentes opciones, suponiendo que lo que queda del partido naranja no supere el 0,5 de tendencia que le otorgan las encuestas.

De ahí la avalancha de mítines en el antiguo cinturón rojo de Barcelona, en el que viven tres millones y medio de personas, en otros tiempos de fuerte extracción obrera y hoy inundado en gran proporción por mano de obra inmigrante.

Lo políticamente correcto tiende a no querer ver que en Cataluña, como en Murcia y Almería, la inmigración ilegal es vista por buena parte de la ciudadanía como un problema desde el punto de vista del empleo y la seguridad.

No por otra razón se disparó en las pasadas autonómicas el voto a Vox, que parece se mantendrá el próximo domingo, al tiempo que crece al alza la extrema derecha independe de la xenófoba Silvia Orriols, a la que sondeos de última hora otorgan entre 3 y 5 escaños.

El eje de la campaña está en aglutinar el antiguo voto naranja

Aunque no cabe duda de que será el PP de Alejandro Fernández quien más intente pescar en la charca naranja. El PP viene de un resultado pésimo y con tan sólo un empujón se colocará por encima de los diez sillones, más en consonancia con su representación real en la Comunidad, donde llegó a tener 19.

El PP no ha sabido conectar bien con el voto de ese cinturón oscilante, que siempre fue «vermell» pero se tornó butano en los tiempos gloriosos de Ciudadanos y amarillo con Junqueras.

La derecha nacionalista, incluso con Pujol, nunca pudo atraer a esa grandísima masa de votantes, superior en proporción a las demás provincias catalanas. Pujol se transformaba en locuaz castellano-hablante en la feria de abril de Barcelona cuando llegaban las elecciones, y cierto que no le fue mal, aunque nunca llegó a arrasar allí como Felipe en las generales.

Pese a ser rojo, el cinturón se transformó en azul en Badalona por obra y gracia de Xavier García Albiol, alcalde en tiempos de Iván Redondo. De otra cosa igual no, pero en materia de elecciones Redondo tiene acreditado magisterio.

Amén de Albiol, el éxito del PP en Badalona estuvo en hablar con claridad sobre los problemas derivados de una inmigración emergente que empezaba a cambiar los hábitos de vida en la que entonces era la segunda ciudad con más población de Cataluña.

Será el PP quien más intente pescar en la charca de Ciudadanos

En el último censo, Badalona ha pasado a ocupar la cuarta posición, ligeramente por detrás de Hospitalet y Tarrasa, y muy por delante de Lleida, Tarragona y Girona. Por causa de la ley electoral, el voto de un vecino de Badalona o Sabadell vale cuatro veces menos que el de un gerundense.

De ahí que, aun en el caso de tener menos sufragios, el independentismo siempre parte con ventaja en Cataluña. Pierde en el superpoblado cinturón, pero gana en las hiper-valoradas provincias pequeñas.

Y, aun así, la guerra en esta campaña ha estado otra vez en el cinturón, a muerte entre unos y otros por conseguir el disputado voto de Ciudadanos.

Lo más lógico es que el grueso de ese apoyo lo obtenga Salvador Illa, pero el factor migratorio, difícilmente manejable, beneficiará también al PP y Vox. El separatismo, salvo con Junqueras y Rufián, nunca tuvo allí demasiado predicamento.