Editorial

¿Waterloo? Génova queda más cerca

De haber querido que se aprobara la actualización de las pensiones, no tenía Pedro Sánchez más que segregarla del decreto ómnibus y negociar con el PP.

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MNogueras_643x397Economía Digital

Es loable la preocupación del ministro Félix Bolaños por los pensionistas y los usuarios de cercanías pero su sufrimiento es perfectamente inútil. Basta con que la bancada socialista respalde los proyectos de ley de revalorización de las pensiones, las ayudas por la dana o las bonificaciones al transporte público que va a presentar en el Parlamento el Partido Popular para que la dinámica política recobre la normalidad y los ciudadanos sean debidamente atendidos.

Porque lo que el ministro Bolaños oculta, con un argumento tan sofista como manido, es que el Gobierno ha intentado colar a modo de trágala un «real decreto ley ómnibus» con casi noventa medidas legislativas de todo tipo –que se asemeja bastante a un sucedáneo de Presupuestos–, sin contar con los apoyos necesarios para sacar adelante tal engendro administrativo. Ciertamente, no va a ser fácil que la opinión pública compre la mercancía averiada del relato gubernamental sobre la perfidia de Alberto Núñez Feijóo cuando desde La Moncloa se forzó una negociación in extremis con Junts, viaje exprés a Waterloo de Santos Cerdán, el secretario de organización socialista, incluido.

De haber querido que se aprobaran los bonos al transporte y la actualización de las pensiones, no tenía Pedro Sánchez más que segregarlos del decreto ómnibus y negociar con el PP, cuya sede, en la calle Génova de Madrid, está mucho más cerca que la localidad belga donde reside Carles Puigdemont. Tal es así, que el equipo de opinión sincronizada de la Presidencia del Gobierno ya había preparado el argumentario para que los ministros lo extendieran en las redes sociales. Extraña, sin embargo, la tibia reacción socialista ante la otra derrota parlamentaria, la de la tributación especial de las eléctricas, tal vez, porque con el malvado PP también se ha alineado el PNV y no es cuestión de incomodar a otro socio de investidura, por más que sus votos no sean tan decisivos como los de Junts.

La realidad, tozuda, es que el Gobierno de coalición está en minoría parlamentaria y cada vez tiene más dificultades para conciliar los intereses divergentes de unos socios que también se deben a sus votantes y votan en consecuencia con sus intereses. Que Bildu y Sumar no coincidan en aspectos fundamentales del modelo económico y fiscal con el PNV o que Junts priorice sus demandas por encima de las necesidades del Gobierno entra en el campo de la normalidad política, al igual que un partido de oposición ejerza su papel de oposición por más que le provoque un tremendo desasosiego al ministro Bolaños.

Sin Presupuestos a la vista, encadenando derrotas parlamentarias por unos socios difíciles de contentar dentro del marco constitucional, la lógica institucional dictaría un adelanto electoral para que sea el pueblo quien acabe con el impasse, como en cualquier democracia.