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Real Madrid - Atalanta (2-0): Bellingham, Vini y Mbappé ya celebran juntos

Los blancos ganaron la Supercopa de Europa contra el conjunto italiano cuando sus jugadores de ataque se desataron en la segunda mitad

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José Aguado
José Aguado
Sebastián Parra

Madrid Creada: 15.08.2024 10:14

Última actualización: 15.08.2024 10:14

La pregunta, después de ver la primera victoria y título del Real Madrid esta temporada, la pregunta que se se estarán haciendo los rivales es: ¿cómo vamos a aguantar al Real Madrid?, cómo van a evitar que se pongan a jugar los futbolistas de Ancelotti y te pasen por encima. O si estás aguantando, cómo vas a poder hacerlo sin estar todo el rato preguntándote, temiendo, en qué momento se van a desatar y, qué remedio, Mbappé, Vini, Bellinghma y compañía te van a pasar por encima.

Y digo aguantar, no ponerte por delante. Porque para eso, antes hay que superar a Courtois, ese portero que se lesionó durante casi un año y que volvió como si nada para ser fundamental en la final de la Champions y para dejar su paradón de todos los días en el comienzo de la segunda parte de la Supercopa de Europa. Voló el guardameta belga, estiró los brazos, la portería se hizo pequeña y evitó que el equipo italiano, que durante la primera parte, había aguantado bien, se adelantara. Estuvo, en ese momento, muy cerca la Atalanta de adelantarse, de creer que podía ganar al Real Madrid.

Después, está dicho, el Real Madrid le pasó por encima.

La presión hombre a hombre del equipo italiano antes del descanso había sido un rollo para el campeón de Europa, que no sabía cómo quitarse de encima al rival. Se echó de menos a Kroos, hubo nostalgia del alemán y su mano al pelo rubio. Su ocho lo llevaba Valverde, también rubio.

La nostalgia es una trampa, claro. Y el Real Madrid se deshizo de ella después de esa parada de Courtois y el despertar de Bellingham, que fue centrocampista para que jugasen Rodrygo, Mbappé y Vinicius y que durante la segunda parte se puso a jugar, pidió la pelota, alargó la zancada y nadie del equipo rival supo cómo detenerle. Bellingham empezó a bailar, con su estatura, con su físico, con esa dulzura que nadie espera y el Real Madrid fue al partido.

Es decir, se desencadenó.

Porque el violín de Bellingham desde el centro del campo es lo que necesitaba Vinicius para afinar su fútbol. Había sido el mejor de la primera parte, el que tuvo más claro lo que había que hacer, yéndose incluso al centro del campo intentar construir desde ahí. Pero estaba muy sólo. Antes del descanso, el equipo de Ancelotti jugó descompensado, con los delanteros tirando demasiados desmarques y el equipo jugando sin transición, con un Tchouameni que, además, empezó el encuentro con el pie torcido.

Era, por lo visto después, un Madrid que se estaba haciendo, esperando su momento. Necesitaba que la Atalanta sintiese el dolor del cansancio, la duda del no llego. Y definitivamente no llegar.

Porque si en la primera mitad habían parado, más o menos, a Vinicius, ya no lo hicieron en la segunda parte y el brasileño regateó en el área, llegó a la línea de fondo y mientras los rivales se preocupaban por él y por Mbappé y por Bellingham, apareció Valverde (ay, también este, debió pensar todo el equipo rival) y marcó tan fácil, tan cerca, que no parecía un gol suyo.

La Atalanta ya no tenía agua para tantos fuegos. Rodrygo robó un balón en ataque y la jugada acabó en el otro lado, con un pase de Bellingham para que rematase Mbappé y se hiciese realidad tod lo soñado y se disparasen más sueños aún, tantos que no caben en esta crónica.

Cuando los jugadores de ataque del Real Madrid encuentren más veces a Mbappé, el destrozo al rival va a ser escandaloso. Porque el francés, de nueve, no para quieto, siempre busca el hueco por el que le puede llegar la pelota. Se vio en la jugada del gol, moviéndose hacia la linea de pase. Y rematar.

Un gol tan esperado.

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Actualizado a las 10:14