Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por
Patrocinio Repsol

'Sabes que las flores de plástico nunca han vivido, ¿verdad?': Ciento volando sin pájaro en mano ★★☆☆☆

A pesar del rocambolesco argumento, a la comedia le falta ingenio y descaro en el planteamiento de las situaciones para ser verdaderamente graciosa
Karmele Aranburu (derecha) y Aitziber Garmendia, en acción
Karmele Aranburu (derecha) y Aitziber Garmendia, en acciónBSP
La Razón

Madrid Creada:

Última actualización:

Autoría y dirección: Mireia Gabilondo. Reparto: Telmo Irureta, Karmele Aranburu y Aitziber Garmendia. Teatro María Guerrero (Sala de la Princesa), Madrid. Hasta el 24 de noviembre.
En el programa de mano, asegura la autora del texto y directora del montaje, Mireia Gabilondo, que su obra habla “de las diferentes soledades, de las diferentes incapacidades, de las máscaras que nos ponemos para poder seguir viviendo, de las enfermedades mentales, del desamor, de la vejez, del suicidio, de la depresión y de la valentía de vivir en un cuerpo que no se mueve (...), de las terapias psicológicas, de las mentiras, de los traumas, del cuidado de las plantas (...), de las relaciones profundas con una inteligencia artificial... y de algunas cosas más”. Demasiados temas y demasiados frentes abiertos. El exceso en el propio objetivo de la propuesta obliga a retorcer una y otra vez el desarrollo argumental y dramático hasta traspasar los límites de su lógica interna, impidiendo así que la cosa pueda llegar con sentido y profundidad al espectador. Hay asimismo exceso en algunas interpretaciones, como la de Aitziber Garmendia cuando da vida a Yoldi. E incluso hay exceso, traducido en estridencia, en el título de la función: ‘Sabes que las flores de plástico nunca han vivido, ¿verdad?’. Casi nada.
José Manuel (Telmo Irureta) es un reputado psicólogo que sufre parálisis cerebral y prácticamente solo se relaciona con Alexa, su aplicación de inteligencia artificial. Él tiene a su vez una terapeuta, Martina (Karmele Aranburu), que no pasa por su mejor momento: por un lado, ha roto con su pareja; por otro, la relación con su hija Lucía (Aitziber Garmendia) está muy deteriorada. Esta última hace tiempo que ha empezado a evadirse de la realidad asumiendo otra personalidad, la de una joven discapacitada llamada Yoldi, y que trabaja en el despacho de José Manuel cuidando las plantas.
A pesar del rocambolesco argumento, a la comedia le falta ingenio y descaro en el planteamiento de las situaciones para ser verdaderamente graciosa; le sobra moralina para ser social –no puede ser más fastidioso y gratuito el momento en el que se rompe la cuarta pared para soltar el discurso de marras-; le falta mucha verosimilitud para ser dramática; y le sobra ñoñería en abundancia para ser poética. Todo va evolucionando caprichosamente a golpe de efecto sin orden ni razón, a pesar de lo bien que se estructura la delirante trama en las diferentes escenas y del buen ritmo con el que estas se van sucediendo.
Por último, no se entienden bien, por innecesarios y redundantes, los paneles donde se explica –en algunos casos con llamativos errores gramaticales– lo que el espectador va a ver acto seguido representado sobre el escenario.

Lo mejor: El sentido del ritmo y la uniformidad en la duración de las escenas permite que la acción discurra ligera.

Lo peor: Falta decisión a la hora de centrar el asunto a tratar y de elegir un estilo para encauzarlo.