"Matilda": Ocho razones para ir al teatro en familia ★★★★☆
Mientras los puritanos editores de Roald Dahl se embarcan en la ridícula aventura de intentar reescribirle, el musical "Matilda" sigue cosechando un éxito abrumador
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Libreto: Dennis Kelly, a partir del relato de Roald Dahl. Música: Tim Minchin. Adaptación y dirección: David Serrano. Interpretación: Daniel Orgaz, Oriol Burés, Allende Blanco, Mary Capel, Héctor Carballo, Pepa Lucas... Nuevo Teatro Alcalá, Madrid.
Mientras los puritanos editores de Roald Dahl se embarcan en la ridícula aventura de intentar reescribir el contenido más “ofensivo” de sus libros, el musical Matilda, basado en el relato homónimo del autor británico, sigue cosechando un éxito abrumador en todo el mundo doce años después de su primer estreno en Londres. Como es lógico, ese éxito no es ajeno a Madrid, ciudad donde Som Produce, responsable del montaje español, celebraba anoche sus 200 primeras representaciones.
Con un equipo muy similar al que puso en pie Billy Elliot, y un reparto que reúne un total de 85 artistas –contando los necesarios y números alternantes que precisan los roles infantiles-, la propuesta que dirige David Serrano tiene todos los ingredientes necesarios para que funcione de verdad. En primer lugar, el texto original, es decir, el cuento de Roald Dahl, y el libreto sobre ese texto, escrito por Dennis Kelly, son mucho más complejos que la mayoría de los destinados al público familiar, en un género, además, tan esquemático argumentalmente como suele ser el musical. En segundo lugar, la eficaz dirección de Serrano contribuye a que todo fluya con ritmo y agilidad, dejando en el recuerdo del espectador algunas escenas muy bonitas en su composición. En tercer lugar, la partitura de Tim Minchin es todo lo contundente y épica que cabe esperar, pero al mismo tiempo suena desenfadada, directa... muy pop. En cuarto lugar, hay una estupenda adaptación de las canciones -firmada por el propio director junto a Alejandro Serrano- para que las letras suenen a eso, a letras, y no a insufribles narraciones canturreadas, que es lo más habitual. En quinto lugar, la dirección musical de Gaby Goldman es tan vibrante o tan emocional como requieren las distintas situaciones dramáticas. En sexto lugar, el diseño de producción ha sido cuidado para huir, en la medida de lo posible, del cartón piedra, y ha contado con la participación de grandes profesionales como el vestuarista Antonio Belart, el iluminador Juan Gómez Cornejo o el escenógrafo Ricardo Sánchez-Cuerda, entre otros. En séptimo lugar, el reparto adulto transmite solidez, aglutinando lo musical y lo teatral sin que se vean demasiadas costuras, y da seguridad en las tablas al elenco infantil. Y, en octavo y último lugar, ese elenco infantil ha sido entrenado a conciencia para que todos cumplan con las exigencias, y no son precisamente pocas, de un espectáculo de estas características. Bien es cierto, a este respecto, que entre los secundarios hay algunos niños en los que se adivina más gracia y desparpajo naturales sobre el escenario que en otros a los que se les ha dado mayor protagonismo; pero es un mal menor en una producción bien planteada y bien resuelta que, fiel a la literatura de Dahl, no confunde la niñez con la estupidez.
- Lo mejor: Ver disfrutar en el patio de butacas a gente tan diferente y de edades tan distintas.
- Lo peor: Las características o condiciones de algunos niños no parecen del todo bien aprovechadas.