Juan Diego Flórez en el Real: “Y no pasó nada”
Obras de Bellini, Donizetti, Salvi, Verdi, Gounod, Offenbach, Chapí, Serrano, Luna, Soutullo, Giménez y Lara. Juan Diego Flórez, tenor. Orquesta Juvenil Sinfónica por el Perú. Directora: Ana María Patiño-Osorio. Teatro Real. Madrid, 29 de septiembre de 2024.
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Ese “Y no pasó nada” se lo escuché en un restaurante próximo al Teatro Real a un querido amigo muy devoto de Juan Diego Flórez. Y tenía razón. Flórez estuvo como siempre, perfecto, así nos tiene acostumbrados. Probablemente no haya un tenor con una voz de tenor lírico-ligero más clara, con esa hermosura de timbre, que fluya con mayor naturalidad, que posea tal musicalidad, un fraseo impecable, sin aparente esfuerzo alguno y con una increíble seguridad. Vamos, que es un placer escucharle. Sin duda no hay otro como él en “su” repertorio. ¿Qué falla entonces para que no pase nada? Pues simplemente lo dicho, que nos hemos acostumbrado a su voz y estilo y nada en ellos ha cambiado en casi treinta años de carrera. Ya en 2006 titulaba yo en estas páginas su actuación en el Festival de Santander como “Flórez, la perfección como rutina”.
Mucho antes, en el añorado Festival Mozart de A Coruña que comandó Antonio Moral, en 2002, y un año más tarde en el Auditorio de Cuenca le califiqué como el más probable sucesor de Luciano Pavarotti. Me equivoqué y es que la voz del italiano se fue desarrollando y de aquellos sobreagudos de “Hija del regimiento” o “Beatrice di Tenda” pasó, gracias a su considerable caudal vocal, a repertorios más pesados de Verdi, Puccini, etc. Nada de esto ha sucedido con el peruano y cuando ha abordado “Rigoletto” no ha acabado de funcionar. El timbre se ha oscurecido algo, pero no lo suficiente, como tampoco el caudal. En cierto modo es un caso parecido al de la soprano June Anderson y ambos están cansados de machacar su repertorio sin apenas poder evolucionar.
Por eso nada nos sonó a nuevo esta vez en el Real y eso, quizá, que sea algo común a muchos públicos. En 2024 apenas intervendrá en siete producciones y se echan de menos sus discos. Escuchamos un perfecto “Ah, leve toi, ¡soleil!” del Roméo et Juliette de Gounod, recordándonos la maestría en él de Kraus, admiramos las amplias escenas de I Capuleti e i Montecchi de Bellini o de “Roberto Devereaux” e incluso sonreímos con “A mont Ida” de La belle Hélêne de Offenbach, por cierto casi todas las piezas con terminación en punta para lucir sus “does” y rematarlos con expresión corporal. Lo dicho. Luego llegaron, dentro de los cánones, las romanzas de zarzuela, “Al mismo rey del moro” de La alegría del batallón de Serrano, “Paxarín, tú que vuelas” de La pícara molinera de Luna y “Bella enamorada” de El último romántico de Soutullo, aunque aquí se le echó algo encima la numerosa Orquesta Juvenil Sinfónica por el Perú -con nada menos que 6 contrabajos- y cuya directora, Ana María Patiño-Osorio, supo llevar con chispa y sonoridad más que matiz. Es de resaltar que se trata de un elenco de la organización fundada y presidida por Juan Diego Flórez, conformada en esta gira por 75 instrumentistas procedentes de los más de 20 centros donde 6.400 niños y jóvenes reciben educación musical. Terminó oficialmente con una muy sofisticada y relamida “Granada” de Lara, llena de pianos y medias voces. Al final, también más de lo mismo, él con su guitarra recordando sus tiempos de los inicios -por cierto, qué curiosa esa grabación de 1989 en el Festival de la Canción por la Paz- con canciones populares como “Amor de mis amores” - ¡Ay de María Dolores Pradera! - para terminar con un inapropiado y descafeinado “Nessun dorma” pucciniano que no le va para nada. Se disfrutó, sí, pero no lo guardaremos en el recuerdo como algunos otros recientes conciertos en el propio Real o Santander. No se pierdan a Sondra Radvanovsky con Piotr Beczala próximamente en el mismo escenario.