Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por
Patrocinio Repsol

Pepe Viyuela: “Quiero que en mi epitafio ponga: ‘Este hombre fue un payaso’”

De ruta por los festivales de teatro veraniegos con “Tartufo”, el intérprete tiene su siguiente parada en Olmedo Clásico el día 31
Pepe Viyuela no para ni en verano: gira con "Tartufo" y ya prepara la temporada 22/23
"Jesús Hellín "Europa Press

Creada:

Última actualización:

Pepe Viyuela está de «tournée» veraniega con su Tartufo. Próxima parada: Castilla, el festival de la Villa del Caballero, Olmedo Clásico, en el patio de este palacio que escoltan las cigüeñas, donde, por cierto, debuta como actor. «Solo he estado de espectador», apunta quien hace tiempo que no sabe lo que es un mes de relax absoluto. Suspira, coge aire y se congratula por ello: «En nuestro caso se juntan el trabajo y el placer, pero conviene que el cerebro se oxigene con un descanso». El resto de su verano se pasará entre reuniones «para cerrar películas y series», rematar un documental sobre refugiados que le acaba de llevar al campo de Gurs (Francia) en el que estuvo su abuelo al huir de la Guerra Civil, trazar nuevas funciones de teatro y «4-5 días que tengo por ahí para escaparme de vacaciones», por fin. Pero antes está ese Molière, en versión de Ernesto Caballero, que le llevará el 31 de julio a la Corrala Palacio del Caballero para cerrar el festival de la localidad y que también estña agotando su gira por España.
−¿Qué tiene el francés para estar todavía hoy, 400 años después, encima de las tablas?
−Su universalidad. Disecciona un alma humana que no ha cambiado desde antes de los griegos. Ves que la comedia es pertinente para contar la historia sin amarguras. Las carcajadas son más digeribles que la tragedia. Molière nunca viene mal para pensar y reír.
−Y eso que estamos en una época de pocas risas...
−Más motivo todavía. Tenemos el eco de la pandemia, la guerra, otra crisis económica... Más los problemas de convivencia y entendimiento, la crispación política...
−¿Entendemos realmente todos los términos de las crisis?
−Entendemos de economía familiar, que está muy resentida, pero los discursos de los economistas y de los altos poderes no los comprendemos, parecen jeroglíficos, y es preocupante porque debería ser sencillo: tanto entra, tanto sale. Probablemente haya una intencionalidad de oscurecer las palabras.
−Aprovechando uno de los temas de su Tartufo: ¿estamos en la era de la hipocresía?
−Siempre ha sido un problema, no nos fustiguemos ahora diciendo que es peor que nunca. El ser humano habitualmente ha utilizado las máscaras. A todo el mundo le gusta mostrar su mejor cara.
−Pero no es lo mismo mostrar la «mejor cara» que tergiversarla.
−Efectivamente. Hoy, en redes y en los discursos políticos no solo se camufla lo que no se quiere decir, sino que se miente.
−¿Es la «posverdad» un intento de suavizar la «mentira»?
−Es la época de la mentira flagrante en todos los campos.
−¿La hemos normalizado?
−Sí. La consideramos natural con el «todos mentimos» y va siendo hora de señalar y dejar solos a los mentirosos. Cuando ya lo consideramos una práctica habitual entramos en zona de peligro. Tics mentirosos los tenemos todos, pero hay un punto en el que hay que hacérselo mirar.
−Se significó con el proyecto de Podemos, ¿le ilusiona Sumar?
−No nos podemos permitir el pesimismo. Me mueve la esperanza y Yolanda Díaz me ilusiona. Me parece un modelo tranquilo de convocar diferentes voces y hacer un llamamiento a la reflexión y al pensamiento. Dialogar, preguntar y escuchar. No es sinónimo de triunfo electoral, pero, como espectador, me gusta. Los grandes proyectos necesitan tiempo.
−El tono parece más sosegado que el de los tiempos, ¿no?
−Las formas son fundamentales en todo. Por eso yo abandoné Twitter, donde se grita e insulta demasiado. El vocerío me molesta bastante, tendrá que ver con la edad.
−Lo que no abandona su Encerrona, en el Teatro del Barrio. ¿Está su esencia en la sencillez: una silla y/o una escalera?
−Es una carta de presentación constante. Es con lo que empecé y no lo he abandonado nunca. Si tuviera que elegir, no tengo dudas de que me quedaría con ese personaje que ha aprendido, madurado y también se ha deteriorado. Es mi «alter ego». Me renueva pese a tener tantos años. No soy el mismo de hace dos décadas, pero me parezco.
−¿Es un payaso?
−Sin ninguna duda. Quiero que en mi epitafio ponga: «Este hombre fue un payaso».
−¿En su día a día también lo es?
−Ya quisiera yo esa capacidad para jugar. No tengo la calidad ética y moral de los payasos. Me enfado mucho y no tengo tanto sentido del humor como me gustaría.
−¿Se pueden poner límites a ese humor?
−Nunca deben estar fijados por un organismo oficial. Los controla la propia cultura general, que nos lleva a uno u otro lugar. Los límites deben estar en el momento en el que el humor se convierte en ofensivo para aquel que no se puede defender. No se debe prohibir porque, cuando no es bueno, se autoexcluye y se extingue de forma rápida. Un ejemplo: los chistes machistas y homófobos de hace 20 años han perdido gas. Lo que hace un tiempo era normal ahora nos echa para atrás porque las sociedades evolucionan solas, tienen sus recursos para regularse sin necesidad de censura oficial y sin que nadie las controle.