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La dictadura de Romeo Castellucci

El director de escena italiano llega al Temporada Alta con “Bros” para hablar de la relación de los ciudadanos con la ley y con la violencia. Será la primera parada de una gira española que también le llevará al Festival de Otoño de Madrid
Stephan Glagla

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Advierte Romeo Castellucci (Cescena, Italia, 1960) que su condición de creador no le hace un ser especial. “Solo soy un artista y solo sobre esto podría, quizá, decir algo interesante”. Huye así el italiano “de la creencia de que los artistas son personas más dotadas que otras para interpretar los hechos de la Historia y la actualidad”. No es un profeta, asegura un hombre que, en este momento de su vida, se deja llevar “por los tiempos que dicta la pandemia”. Sin embargo, las masas le siguen como si fuera ese oráculo. Su espectáculo “Bros” es una cita marcada en rojo en el calendario del Temporada Alta, de Gerona, y en el Festival de Otoño, de Madrid. También lo fue en Milán hace una semana y allá por donde pisa.
Las potentes imágenes que Castellucci dibuja sobre el escenario hacen que penetre hasta el tuétano del espectador. Hace bueno eso de que “la originalidad es un valor positivo del arte”, dice. “Es sobrecogedor”, se oye recurrentemente entre el público. Una cofradía de treinta hombres muy obedientes se sube a las tablas. Todos anónimos. Todos iguales. Todos vestidos de guardias. “Ellos son los protagonistas absolutos”, señala el director.
“El maestro del riesgo”, como presenta el Temporada Alta al artista, escenifica una comisaría de Policía donde surgen temas sobre la ley, la responsabilidad individual y la colectiva. Una propuesta basada en la experiencia del momento que huye de cualquier tipo de preparación. Reconoce no saber exactamente de dónde le vino la inspiración, aunque señala que probablemente sea de verse “rodeado de policías en París durante las protestas de los ‘chalecos amarillos’”.
Antes de que se abra el telón, cada uno de los protagonistas debe firmar un protocolo con el que se compromete a cumplir fielmente cada una de las indicaciones que le vayan llegando a través de unos auriculares. Después, se enfundarán el traje de agente estadounidense, “tan reconocible”, suspira, y se entregarán “a cumplir escrupulosamente las órdenes”. La acción inmediata es el motor de la trama: “Cada policía aprende los movimientos en tiempo real, y cada acción, ya sea simple, compleja o contradictoria, se lleva a cabo dentro del tiempo que determina la indicación” para encarnar una historia irrepetible de comedia y violencia.
Una dictadura invisible gobierna el montaje, como sugiriendo una realidad orquestada en el mundo real y por mucho que a Castellucci no le guste hablar de nada que vaya más allá de la caja escénica. ¿Qué libertad tienen sus actores? Ninguna. ¿Y nosotros en la vida? Eso ya, para el italiano, es “una cuestión romana”. Alude a Séneca y a su cuestionamiento del destino: “Reflexionó sobre el hecho de que, así como el pasado no se puede cambiar, al final, tampoco el futuro. Pero el arte dice lo contrario, por eso va a contracorriente del tiempo y se basa en el pasado, demostrando modificar tanto este como el presente”.
“Bros” se apoya en el cine mudo y en sus recurrentes policías. Una presencia “demasiado frecuente para ser considerada casual”, puntualiza de esa “estrecha relación entre la representación de la ley y el humor, que implica, sobre todo, el concepto de ‘castigo’”. Los uniformes de los agentes evocan a esa comedia y a “esa iconografía de la Ley que prepara y dispara el dispositivo del desastre. El potencial cómico, que inevitablemente se desata aquí, se gira hacia una dimensión oscura e inquietante”, explica el autor de la pieza. La sonrisa inicial del espectador vira a mueca de preocupación. En la obra, “la determinación esquemática de los comandos obliga a un enfrentamiento cercano con la indeterminación del tiempo de ejecución que, a medida que fluye, trae consigo el azar y la inexperiencia”, cuenta de lo que “no es una crítica a la Policía”, sino una reflexión sobre la relación de los ciudadanos con una violencia que viene en la ley. Los agentes solo son una forma de banalizar esa violencia.
Así, la comedia y la violencia son semblantes la una de la otra y Castellucci las aprovecha para “volver al trasfondo real que subyace a la tragedia”. “El humorista es, desde el principio, el rostro macabro de la destrucción amenazante y el rigor con la tragedia es el representante legal del destino”.
  • Dónde: El Canal (Gerona); Conde Duque (Madrid). Cuándo: 18 y 19 de noviembre (Ger.); 24, 25 y 26 de noviembre (Mad.). Cuánto: entradas agotadas.